La otra reja del Rocío

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La saca de yeguas es una tradición centenaria por la cual los habitantes de
Almonte (Huelva) sacan las yeguas del parque nacional de Doñana para realizar una actividad ganadera y comercial. Las yeguas permanecen en dicho entorno durante el invierno, donde aprovechan los pastos de la marismas del Guadalquivir.

Esta trashumancia del ganado de Almonte a la marisma se regula cuando en el año 1504 se dictaron, por orden del Duque de Medina Sidonia, unas ordenanzas por las que la vida económica de los pueblos quedaba sujeta a su jurisdicción en el reino de Sevilla. Eran conocidas como “Ordenanzas del Ducado de Medina Sidonia”. En ella se regulaba todo lo relacionado con la cría del ganado caballar y la obligación de sacar el ganado de la marisma para el recuento del mismo.

Las yeguas de la marisma
La existencia de las yeguas en la marisma del Guadalquivir ha pasado por diferentes episodios a lo largo de su historia. Las yeguas de la marisma contribuyeron a la conquista del nuevo mundo, pues fue un grupo de ellas las que se desplazaron para cubrir las necesidades agrícolas y militares en el nuevo mundo.

Fue el proteccionismo de Felipe II a la ganadería caballar el que impulsó el asentamiento de las yeguas en los pastos de la marisma, después de diferentes pleitos de Almonte con los diferentes propietarios del Coto de Doñana y las demás tierras marismeñas. En el siglo XVIII se gana el pleito a la casa de Medina Sidonia y de esta manera las yeguas pueden pastar libremente por el Coto de Doñana. Con la victoria no sólo se gana un pleito, sino se sienta una jurisprudencia posterior.

Este pleito, ganado en un principio por los ciudadanos de Almonte, no se finiquitará hasta 1724, cuando el alto tribunal de Granada dicta sentencia a favor de las yeguas, que pueden pastar libremente por Doñana. En esta encendida lucha toma un protagonismo destacado el clero, que asume un papel protagonista con el presbítero Lucas García-Ramos Montesdeoca a la cabeza, que defendió a los criadores de yeguas.

Napoleón en España
La invasión napoleónica también afectó a las yeguas de Almonte. Las requisas de animales de uno y otro bando fue continua durante toda la Guerra de la Independencia. Además, el ayuntamiento decidió en 1811 parcelar y alquilar a los vecinos más desfavorecidos y humildes las dehesas del Termal y Boyal, prados en los que habitualmente pastaban los caballos y yeguas de Almonte.

En el S. XX el coto de Doñana se vende a Guillermo Garvey, y pasa a convertirse en un coto de caza deportiva, lo que afectó muy negativamente al pastoreo de las yeguas dentro del parque.

Las continuas crisis obreras del XX instan al Ministerio de Fomento a la entrega de los terrenos comunales a los colonos para convertirlas en tierra de cultivos. Después de un acotamiento de los terrenos, provocados por la reducción de los terrenos comunales y por ser muy alto el coste de su mantenimiento para el ayuntamiento en 1930, se acuerda desmantelar el cerramiento.

La creación del Parque Nacional de Doñana en 1969 incluye los términos de Hinojos, Almonte, Pilas y Aznalcázar. Esta nueva ordenación del espacio de Doñana provocará que las yeguas compartan a partir de ahora espacios protegidos regulados por el organismo estatal.

La carga ganadera ha ido disminuyendo con el tiempo por motivos ecológicos pero a cambio las yeguas han dejado de ser consideradas molestas. Ahora son un reclamo turístico compatible con la conservación del parque.

La marisma, su hábitat
La marisma es un vasto territorio que ocupa la desembocadura del Guadalquivir. Es uno de los tres ecosistemas que conforman el Parque de Doñana: Bosque, duna y marisma. Su clima es extremo en verano, cuando se alcanzan incluso los 50 grados de temperatura, y en los inviernos lluviosos se inunda alcanzando un metro de agua en algunas zonas. En las épocas de sequía extrema escasean los pastos y el alimento. Este clima da lugar a un ecosistema variado, formando por monte bajo y arboleda de alcornoques y eucaliptos que son refugio de las yeguas cuando las temperaturas alcanzan las cifras mencionadas.

La otra parte de la marisma está formada por enebrales y pastizales que la dotan de unos pastos muy ricos en sales minerales. Toda esta vegetación está poblada por una fauna variada, con la que las yeguas tienen que compartir sus pastos con otros animales, como el venado y el gamo y las vacas de raza marismeñas, su verdadera competencia. Las yeguas no tienen un depredador que las acose ni a ella ni a sus rastras, pues aunque el lince es el único depredador que habita el parque, en ningún caso supone un peligro para los caballos. El único peligro para la supervivencia son las condiciones climáticas extremas y la escasez de lluvia que provoca la escasez de alimento.

El almonteño yegüero
El almonteño yegüero es habitante de Almonte, siempre muy vinculado a las tierras de la marisma. El yegüero, para la saca, va montado a la usanza vaquera, lleva una vara larga llamada chivata, que le sirve para arrear a las yeguas, y se cubre la cabeza con el “pañuelo de yerba”, prenda para combatir el calor. Este pañuelo es muy característico por ser amplio y de color blanco y negro, formando un dibujo de cuadros. Es una prenda que han utilizado siempre los vendimiadores del condado para salvaguardar a los agricultores y ganaderos de los rigores del verano.

La saca de las yeguas
Los almonteños entran en la marisma en la tarde de San Juan para sacar a las yeguas de la marisma y conducirlas a Almonte para las faenas de tuza y herrado y, si corresponde, para su posterior venta.

Los almonteños pasan la noche entre cante y vino, pues se respira en la marisma un ambiente festivo. Al inundar la marisma los primeros rayos de sol, los almonteños se suben a sus caballos para realizar la faena. Primero se van sacando las yeguas de sus querencias naturales, se agrupan y se conducen en piara fuera de la marisma. Las tropas de yeguas son sacadas de La Veta, Vetalarena, El Cornejo, La Algaida, Matagorda y Marismilla. A veces se resisten a abandonar sus enclaves, con lo que se producen las carreras de los yegüeros tras las tozudas yeguas. Todo este espectáculo se desarrolla entre carreras y relinchos y un calor que en estos días llega a los 40 grados, lo que provoca cansancio y fatiga en caballos y hombres.

Una vez reunidas las yeguas empiezan los primeros apartados. Algunas están demasiado débiles, vacías, con potros pequeños o a punto de parir y un camino tan largo les acarrearía un daño irreversible.

Una vez terminado este apartado, las yeguas salen de la marisma y son dirigidas hacia Almonte. El primer paseo es por las calles de la aldea, pasando por la ermita donde está la Virgen del rocío, “La Señora” para los vecinos, faro y guía para los almonteños. En la puerta de la ermita un sacerdote bendice a la comitiva a su paso. La gente se agolpa y aplaude a la comitiva. Terminado este primer recorrido por la aldea, las tropas de yeguas se dirigen al camino de los Tanajales que lleva a Almonte. Este camino se realizan en una sola jornada y es de unos 15 kilómetros.

A media tarde la comitiva de yeguas y yegüeros paran para sestear en un lugar fresco, normalmente en un arroyo donde los animales beben y comen los brotes verdes de los arroyos y se reponen del trasiego vivido durante la mañana. Terminado el sesteo, los équidos se dirigen hacia su destino, dejando detrás un variado paisaje de pinos, eucaliptos, olivos y viñas. Ahora toca el asfalto de la población.

Por la tarde las yeguas están a las afueras del pueblo de Almonte, donde empiezan a agruparse. La gente del pueblo se detiene para ver a sus vecinos y sus yeguas pasar. Las yeguas no están acostumbradas al asfalto ni a la multitud, así que se agrupan temerosas y circulan de una manera rápida conducidas por los caballistas. Este recorrido alcanza su punto cumbre cuando las yeguas llegan al Chaparral, enclave privilegiado dentro del pueblo, pues no en vano es el lugar donde se descubre a la Virgen del Rocío cuando cada siete años vuelve a su pueblo. Almonte entero aplaude y vitorea a la comitiva que poco a poco se va adentrando en el pueblo hasta salir de nuevo del mismo para llegar al lugar llamado “Huerta de la Cañada”, donde pasarán la noche. Vuelven así los relinchos, que se convierten en música de la noche. A lo lejos se ven recortadas las siluetas de yeguas y caballistas.

La tuza y el herraje
Por la mañana se realizan las faenas de la tuza, el marcaje y desparasitación de los animales, así como la tuza y herraje de los potros, que volverán de nuevo a la marisma. Está concentración de ganado para la venta y la realización de las faenas dio lugar a la feria de San Pedro. Esta faena la realizan algunos almonteños en sus corrales que se encuentran en las casas del pueblo.

Texto y fotos: Carlos NÚÑEZ

SUMARIOS

Sumario 1:
La existencia de las yeguas en la marisma del Guadalquivir ha pasado por diferentes episodios a lo largo de su historia. Las yeguas de la marisma contribuyeron a la conquista del nuevo mundo

Sumario 2:
Los almonteños entran en la marisma en la tarde de San Juan para sacar a las yeguas de la marisma y conducirlas a Almonte para las faenas de tuza y herrado y, si corresponde, para su posterior venta

El caballo marismeño
El marismeño es un caballo que con el paso del tiempo se ha considerado como una raza propia. Es un caballo de talla media, con gran influencia del caballo andaluz o español y con una clara influencia del árabe bereber que entró por la península cuando la conquista. Se establecieron en la desembocadura del Guadalquivir y se mezclaron con los caballos peninsulares. Por la circunstancia del hábitat en el que vive, es un caballo muy resistente, capaz de sobrevivir en las condiciones más extremas alimentarias y climáticas. Estos caballos recorren grandes distancias para buscar el alimento y el agua en épocas de sequía. Para la defensa de este caballo y después de un tremendo invierno seco y peligros para la ganadería del Parque Nacional, se crea en 1982 en Almonte la asociación de criadores de ganado marismeño, cuyos fines específicos se recogen en sus estatutos:
1 Defender los intereses de los asociados y asentar su representación en cuanto se relaciona con los objetivos aquí reseñados
2 Velar por la continuidad de la raza autóctona marismeña en ganado vacuno y equino
3 Conseguir mejorar genéticamente la raza al controlar la introducción de sementales
4 Adquisición de sementales selectos para la mejora de la raza
5 Conseguir que los terrenos en los en los que tradicionalmente ha pastado y pasta el ganado se mantengan con igual dedicación y superficie
6 Recabar de organismos oficiales y entidades los medios económicos de ayudas y subvenciones
Esta asociación agrupa a unos 400 ganaderos. La reducción del ganado ha sido paulatina, pues ha pasado de 3.044 animales en 1999 a 950 équidos en la actualidad, para adaptarse al plan ganadero del espacio protegido. Tendrá que pasar un año para que por San Pedro se oiga de nuevo el golpear de los cascos y relinchos de las yeguas marismeñas por las calles de Almonte.

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