Es de todo el mundo sabido que Portugal es la cuna del toreo a caballo, y como tal, la corrida portuguesa de rejones tiene una “liturgia” completamente distinta a la corrida de rejones española.
La primera diferencia apreciable es la vestimenta de los jinetes. El traje de corto andaluz, con chaquetilla, calzonas, botos y zahones, en el caso de nuestros vecinos es una casaca de seda ricamente bordada en oro, con pantalones de montar de color blanco o beige, rematado con botas altas negras. El sombrero de ala ancha es cambiado por un tricornio, rematado con plumas de avestruz. Los arneses del caballo de paseíllo son ricos en ornamentos y la cabezada está rematada por un penacho de plumas. La montura es a la usanza portuguesa con el estribo cerrado, ricamente adornado y la mantilla de dicha montura es de terciopelo con elegantes bordados; la cola del caballo, también está recubierta por una especie de cubrecola, igualmente cargada de ornamentación. Todo este aditamento le da al caballo de paseíllo un tono majestuoso.
Toros sin burladeros
Siguiendo cronológicamente la corrida, otra de las diferencias es el saludo protocolario que realizan los caballeros rejoneadores tras el paseíllo, que también tiene una particularidad distinta. Mientras en la corrida española, las cuadrillas se sitúan detrás de los rejoneadores, en la portuguesa lo hacen delante junto con los forcados, dándole un máximo protagonismo a los de a caballo, que irrumpen en el ruedo cuando las cuadrillas y forcados están ya formadas, abriéndole un pasillo central por donde pasan los “cabaleiros”. Como mencionamos anteriormente, el saludo se realiza de diferente manera, mientras en la corrida a la usanza española, los rejoneadores recorren el anillo saludando al público asistente, en Portugal se dividen y cada uno ocupa una porción del ruedo, efectuando un saludo muy distinto, trazando una cruz imaginaria entre las cuadrillas y los forcados, teniendo siempre el máximo protagonismo el caballero más antiguo del cartel. Una vez terminado este saludo, caballero y público escuchan respetuosamente el himno nacional.
Otra de las diferencias, es que el ruedo carece de burladeros, lo que facilita que los caballos galopen de costado pegados a las tablas, aprovechando el ruedo en su totalidad.
Un buen final
Diferente es también el inicio de la actuación del rejoneador, pues éste espera en la puerta de cuadrillas a que el banderillero más antiguo de su cuadrilla le dé al rejoneador más antiguo actuante el rejón de castigo, el cual se lo pasa por la espalda, y una vez en su mano, saluda protocolariamente a los demás integrantes del cartel. Por supuesto, las reses que se lidian van enfundadas, sin que esto deje de ser óbice para que los rejoneadores dejen que los toros lleguen a las cabalgaduras, pues si esto ocurre, el público asistente increpa fuertemente a los caballeros y la prensa especializada lo recrimina en sus crónicas, lo que indica que hay que intentar hacer el toreo bueno, pero no de cualquier modo, por el hecho de estar los pitones de las reses fuertemente protegidos. Las reses, una vez terminada la actuación de los forcados, son devueltas a los corrales y nunca mueren en el ruedo.
Uno para todo
También son diferentes los rejones de castigo y las banderillas, a los que se denominan ferros y farpas, que suelen tener menos castigo que las nuestras, lo que hace que haya que templar las embestidas con las cabalgaduras.
En Portugal está muy bien visto que un rejoneador realice la faena con un solo caballo, dejando a las claras la fortaleza y versatilidad del mismo.
Cartel de casta
Una vez hecha esta introducción, que resalta las diferencias entre las corridas de toros de los países hermanos, cabe destacar los principales acontecimientos de la principal plaza del país vecino, la lisboeta plaza de Campo Pequeño. Entre estos acontecimientos, siguiendo un orden cronológico, el primero de importancia fue la alternativa portuguesa de Joao Moura (hijo), como reza su nombre en los carteles. Decimos portuguesa porque en España ya la había tomado, pero en su país aún era un cabaleiro practicante. La alternativa del joven rejoneador de Monforte congregó a lo más granado de la sociedad ganadera y ecuestre portuguesa, y para tal acontecimiento el empresario confeccionó un cartel de máximas figuras, encabezándolo su padre, para algunos el mejor rejoneador portugués de todos los tiempos. Y como testigo de tan magno acontecimiento, la máxima figura del rejoneo en la actualidad, como es el estellés Pablo Hermoso de Mendoza.
Una tarde estelar
En este cartel, de tanta responsabilidad, se iba a valorar la verdadera medida del toricantano. En el primer toro, toro de su alternativa, el joven caballero se sintió presionado por el ambiente y por la expectación del acontecimiento, y al ser caballero debutante, tuvo que abrir plaza, con lo que esto significa hasta que el público entra en el espectáculo; pero fue en el sexto, una vez liberada a presión y espoleado por el triunfo de su progenitor y padrino, y del navarro Pablo Hermoso, cuando el joven Joao Moura dio la verdadera medida de lo que puede ser, levantando al público de sus asientos con la estelar actuación de sus cabalgaduras, tanto con el tordo ‘Belmonte’, que volvió a ser su muleta, como el bayo ‘Horizonte’, que en un achique de espacios inverosímil, realizó unos quiebros portentosos, que hicieron las delicias del respetable.
Este acontecimiento terminó con el final feliz de la salida a hombros de los tres caballeros.
SUMARIOS
Sumario 1:
El primer acontecimiento importante de Lisboa fue la alternativa de Joao Moura (hijo). Decimos portuguesa porque en España ya la había tomado, pero en su país aún era un cabaleiro practicante
Sumario 2:
Como testigo de tan magno acontecimiento, la máxima figura del rejoneo en la actualidad, el navarro Pablo Hermoso de Mendoza
Otra noche memorable en Lisboa
Otra de las jóvenes promesas que integra el circuito de las grandes ferias en España fue la presentación en Campo Pequeño del joven rejoneador Leonardo Hernández, donde su padre siempre ha sido considerado el rejoneador que más predicamento tenía por el público y la crítica portuguesa, por acercarse su toreo al toreo del país vecino. Para tal acontecimiento, de nuevo, otro cartel de relumbrón, encabezándolo el maestro Moura y la vuelta al coso capitalino de Joao Salgueiro, uno de los mejores rejoneadores de Portugal. Como ocurriera con el otro joven, lo mejor lo dejó para el final, porque también tuvo que encabezar la corrida al confirmarse su alternativa, y el público miró con lupa desde el primer momento al único español, que venía precedido de resonantes triunfos, tanto en España, como en Francia.
Una vez liberado de los nervios salió a por todas en su segundo toro, donde su caballo ‘Quieto’, un castaño del hierro de Manuel Jorge Oliveira hizo honor a su nombre, permaneciendo impasible ante el toro. Para cuando éste llegara a la jurisdicción del caballo, se iba al pitón contrario, con templanza y torería, vaciando la embestida del toro y dejando al mismo al pie del estribo para ejecutar las suertes como mandan los cánones, y no contento con eso, dio un recital de piruetas inverosímiles en la misma cara del toro. Todo terminó con una apoteósica vuelta al ruedo de caballo y caballero.
Quien sea amante del rejoneo no debe dejar de asistir a las noches de Campo Pequeño, donde el fado y el buen toreo a caballo se funden en la noche lisboeta.