Federico Molina es uno de los jóvenes profesionales de nuestro país que ha salido de la escuela del jinete olímpico Juan Antonio Jiménez Cobo. Tras ocho años de aprendizaje en 2007 decidió independizarse e iniciar su propio camino. Federico creció entre caballos; en su casa siempre hubo algún ejemplar lusitano o español para montar y, aunque su padre no se dedicaba profesionalmente a ello, los domingos era habitual salir a dar una vuelta, ir a alguna romería… En definitiva, pasar el tiempo entre caballos, algo que además era natural en Cuenca, su ciudad.
Al terminar sus estudios escolares, su camino estaba ya predestinado: Federico Molina quería dedicar su vida a los caballos y vivir entre ellos. Lo primero que había que hacer era aprender a montar. En esto no tuvo dudas, desde un primer momento supo que lo suyo era la Doma Clásica. Siempre le había fascinado la belleza y la ligereza de los caballos alemanes que corrían en los cuadrilongos; sabía que su sueño era hacer aquello.
Su preparación
Todo comienzo es duro. Al principio, cuando se quiere aprender, no se cobra, el intercambio es trabajo por algo de enseñanza. Poco a poco, durante un tiempo, se pudo permitir el lujo de aprender con buenos profesionales, gracias al apoyo de sus padres, “sin ellos nada hubiese sido posible”, dice. Así ingresó en la cuadra del jinete Augusto Colastra. Ya antes había pasado por las instalaciones del profesional Carlos Santana, cerca de Cuenca. Pero Federico quería más, así que se desplazó a Portugal para estar con Nuno Palma. Desde un primer momento tuvo claro que había que intentar aprender con los mejores.
El servicio militar lo pasó estando de ordenanza de Juan Quiepo de Llano, conocido y reputado jinete de Concurso Completo. Ahí, en la UER, aprendió con los jinetes militares lo que hace falta para preparar un caballo en el entrenamiento diario. En 1999 empezó a montar con el jinete Juan Antonio Jiménez Cobo en Venta de la Rubia, donde permaneció ocho años. Jiménez Cobo fue a la postre su auténtico maestro, el que le enseñó a montar, a cuidar los caballos, a alimentarlos… Con él pudo vivir el entrenamiento de un caballo para el deporte de Doma Clásica y pudo asistir en primera persona al despegar internacional de su maestro en el ámbito del deporte de la Doma Clásica.
Federico viajó a Sydney y a Europa para participar en concursos. Alemania lo visitó con frecuencia: Balvé, Wiesbaden, Aachen… De todas estas citas atrapó importantes conocimientos. “Me impacto mucho el primer sitio al que fue en Alemania. No había visto nada igual en mi vida, y entonces me di cuenta de que hay mucha experiencia y conocimiento en el norte de Europa que apenas llegaba a España. Una de las personas que más me impacto fue Isabel Werth, su profesionalidad y su dominio son enormes. Al segundo año que pude ir con Juan Antonio al CHIO me armé de valor y me acerqué un día a ella. Le dije que me encantaba la forma como montaba y ella, cercana y amable; me sonrió y me regaló una frontalera”, recuerda.
En 2004 comenzó a compaginar su trabajo por las tardes en la Yeguada La Lira y La W. Por las mañanas seguía aprendiendo con Juan Antonio en Venta La Rubia hasta que el trabajo en la nueva yeguada le fue exigiendo todo su tiempo.