Conocí a Dominique Barbier en Sao Paulo, en una congregación de ganaderos de caballos lusitanos. Su silueta rezumaba tranquilidad y amabilidad desde lejos. Barbier lleva una coleta blanca y luce un “look” francés y un aire desenfadado. Estaba sentado a la mesa de al lado y siempre sonreía, llamaba la atención. Estaba rodeado de norteamericanos que parecían haber acudido con él al evento. Al borde de la pista contemplamos las reprises de los participantes del CDI***. Empezamos a hablar. “No me gusta esto”, murmuró al lado mío. Se veían en ese momento unos caballos que no iban ligeros, sus bocas estaban secas, sus cuellos cerrados, la mayoría invertidos con los posteriores fuera de la masa y alguno que otro irregular, algunos eran caballos con posibilidades pero estaban siendo erróneamente trabajados. Era evidente que a aquellos jinetes les faltaba la comprensión de lo que es la equitación y como se lleva a cabo. Enseguida entramos en una conversación sobre la situación actual del deporte.
De aquella conversación extraje la idea de que resultaba interesante escuchar la voz alarmada de un defensor de la equitación más pura. Dominique Barbier es un amante real de los caballos. Ha consagrado su vida principalmente a entender y a mejorar la equitación de los caballos ibéricos y a la enseñanza de lo que ha ido aprendiendo a lo largo de los años. Representa a un grupo minoritario de gente que dice lo que piensa sin rodeos. Y lo cierto es que, se esté o no conforme con sus ideas, oírle es abrir las ventanas para que entre un poco de aire fresco. Parte de su filosofía de vida ecuestre la ha plasmado en varias y muy cuidadas ediciones de libros, donde hasta el papel recuerda al papel.
Muchas de sus opiniones pueden parecer drásticas, siembran al oírlas cuanto menos la alarma. Pero tras el impacto inicial, detrás, se suele hallar un discurso coherente y lógico. Sin embargo, Dominique necesita que le demos tiempo para que nos pueda expresar su pensamiento lleno de matices y de contradicciones aparentes que enriquecen el significado de cada palabra y desde diferentes puntos de vista. No es fácil seguirle, pero frente a frente, tampoco lo es sustraerse al encanto tranquilo con el que se apasiona al charlar. Está de vuelta, está seguro de lo que dice y de como lo dice; el suyo es un discurso que ha madurado con él a lo largo de la experiencia. Dominique suelta una carcajada cuando dice que “ahora soy mayor y puedo decir lo que me da la gana, esto es lo bueno de mi edad. También lo hacía cuando era más joven, pero ahora me gusta ser mucho más franco aún”.
El primer libro que publicó lo hizo con el significativo título de “Dressage for a New Age”, que fue criticado en un inicio, quizá porque era en muchos sentidos revolucionario en el mundo de la Doma Clásica cuando se editó por primera vez en Estados Unidos. El tema principal es el análisis de la psicología y el bienestar del caballo como punto de partida del entrenamiento. Ahora, en su quinta edición, ya ha sido traducido al francés, portugués, alemán y próximamente lo va a ser al español. En 2005 otro libro suyo, llamado “Dominiques´ Dressage Training Companion”, encabezó la lista de ventas en Estados Unidos. Al plantearse la re-edición de “Dressage for a New Age”, con Isabel Sonntag, en Alemania, Dominique se dio cuenta que necesitaba añadir algunas de sus inquietudes del momento, básicamente reflexiones sobre el deporte y sobre la Doma Clásica.
¿Qué es la Doma Clásica?
El resumen que obtengo de nuestra conversación aquella tarde es que para él Doma Clásica es lo que el manual de la FEI dice que debe ser. ¿Entonces donde está el problema? Para Dominique se ha producido un auténtico “gap” entre lo que significa la equitación clásica y el deporte de la Doma Clásica en los últimos años. La evolución del deporte ha provocado una separación que se acelera últimamente. Para Barbier el deporte debería tener su propia definición y su propia regulación. En su opinión se ha llegado al final de una co-existencia. “Las definiciones y los reglamentos por un lado y lo que se observa en las pistas de competición por el otro lado no tienen mucho que ver. La FEI debería redefinir el deporte de la Doma Clásica y elaborar unas reglas específicas, preparadas para que los jueces nuevamente pueden juzgar en concordancia con el reglamento”. El dilema del juez es que no puede juzgar con el reglamento existente lo que se presenta hoy día en las competiciones”.