Conviene recordar que las tres clases de ayuda que el jinete debe emplear en la doma de su caballo son las piernas, el asiento, las manos y su correlación mutuas. Yo añadí una cuarta ayuda: la “serenidad mental”. Ahora, añado una más, la de cuando éramos niños pequeños y nos agarrábamos al borrén de la silla para más seguridad y nos decían: “Niño, no te agarres a la quinta rienda”. Ahora por lo visto nos ha nacido una sexta ayuda: la de la sangre. La RFHE prohíbe en el Reglamento de sus diversas disciplinas el maltrato al caballo participante, pero, por lo visto, hay jinetes que no se han enterado, por muchos concursos que hayan ganado.
Donde hay sangre, hay castigo, no podemos decir que hay doma. Se tiene que instruir al caballo por las tres ayudas principales: piernas, asiento y manos; teniendo en cuenta que la ayuda de la pierna nace en el asiento o, mejor dicho, en la cadera del jinete.
Por tanto, la pierna que nace en la cadera y acabe en el pie debe ser usada en toda su longitud y más concretamente desde la rodilla al talón, siendo esencial la presión de rodillas y pantorrillas al talón del pie. Se recurre de una manera fortuita y en caso de última necesidad, la pierna tiene que caer hacia abajo relajada, no nos importa nada su presión, si es más fuerte o menos, lo que si nos debe importar es el sitio en que van colocadas para hacer ciertos ejercicios. Por ejemplo: si estamos trabajando a mano derecha, la pierna interior irá a la altura de la cincha y la exterior un poco más trasera aguantando la grupa del caballo y así evitar lo que podríamos llamar un derrape, de aquí decíamos, anteriormente, la relación que debe haber entre piernas, asiento y manos. Igualmente, nos pasa en el uso de las manos, que la rienda de dentro tiene que ir casi sin presión, o sea, en banda, en un coge y suelta, esto es lo que hace que la incurvación del caballo sea normal, por efecto de esta rienda que coge y suelta y la pierna interior que va situada en la cincha. En cambio, la rienda de fuera va más tensa y siempre empujando la tabla del cuello exterior del caballo hacia dentro. Esto lo vemos claramente cuando cogemos las riendas en una mano y para girar hacia la derecha quedará en banda y la exterior se irá empujando la tabla del cuello del caballo.
Si por el contrario empleamos demasiada fuerza en la rienda de dentro, el caballo torcerá el perfil de su cara y las orejas no irán a la misma altura, sino que meterá el hocico hacia el lado de dentro y la rienda de fuera se quedará con menos presión que la de dentro, y esto ya no es una incurvación, ya que la verdadera incurvación debe partir desde la primera vértebra del caballo hasta la última, que si lo que hacemos es tirar de la rienda de dentro y aflojar la de fuera, lo que hacemos es torcer el cuello del caballo e impedir la marcha hacia delante del caballo, si estamos frenando con la rienda de dentro y la de fuera va suelta, estamos frenando la impulsión del caballo, y de ahí que tengamos que emplear con más fuerza la pierna de fuera, por la mala incurvación que le hemos dado al caballo, lo estamos frenando con la rienda interior, y al usar con fuerza la pierna exterior hacemos que aparezca la sangre, no solamente en el costado del caballo sino también puede aparecer en la boca, sobre la comisura del labio interior.
En el asiento, lo que tenemos que transmitir a nuestro caballo, primero no golpear su riñón haciéndole perder el equilibrio, sino que con el empleo de nuestras caderas debemos desplazar nuestro peso hacia el lado que queremos girar. Por ejemplo: el peso del jinete tendrá que ir siempre hacia el lado que queremos desplazar al caballo, y así no perderá la impulsión, así en una espalda adentro a la derecha simplemente con bajar la cadera izquierda, el caballo no perderá impulsión, en cambio si estamos haciendo un apoyo hacia la derecha, la cadera derecha debe de bajar para que el caballo no pierda la impulsión, ni el equilibrio.
Aquí vemos que la correlación de manos, asiento y piernas siempre van ligadas. Aquel jinete que hace sangre, por muchos concursos que haya ganado no merece ser caballero, simplemente es un innoble.
Texto: Luis Ramos Paúl in memoriam