Tradicionalmente, el galope del caballo de campo no era ese galope descrito al comienzo de este artículo. Tampoco el jinete de campo fomentaba ese galope saltado que en doma y en pista se convierte casi en necesario. El jinete de campo quiere efectividad, prontitud, soltura y no entiende de suspensión, porque entre otras cosas, con los caballos que aquí hemos lidiado eran normalmente caballos de cruces con sangres poco proclives a la suspensión (inglés, español, etc.). Caballos que pegados al suelo realizaban la faena sin tiempo para adornarse en la suspensión.
Igualmente, el jinete anteponía solucionar a gustarse y esto hace que nuestra doma en el campo, aún siendo la mejor del mundo, no deje de ser una doma de servicio. Sin embargo, esta doma de campo llevada a la pista, refinada y en equilibrio, la convierten igualmente en respetable y atractiva para todo el mundo que sepa de equitación. Llevarla a la pista con la bastedad del campo, con sus brusquedades, su falta de equilibrio, sería un error solo defendible por jinetes sin recursos técnicos, sin conocimientos, hundiéndola en la miseria de la fuerza por la fuerza, en el pozo del que tanto nos costó salir. La pista debe ser otra cosa. Debe ser elegancia, soltura, confianza, y por supuesto, reunión y equilibrio.
Estas virtudes la diferenciarán de la equitación de servicio, que aunque deben caminar juntas, estas características deben resaltarse para la doma de pista. Cosas parecidas pasan con platos típicos, o mejor dicho comidas típicas del campo, que en él saben bien comerlas como eran las tradiciones, incluso mancharse y compartir el perol o dornillo del “sopeao”. Hoy día ni el gazpacho se “maja” ni se comparte “cuchará y paso atrás”. La presentación es más elegante en los restaurantes y la elaboración más refinada, sin dejar de valorar a cada uno. Cada cosa en su sitio. Pero en lo que sí deben estar los dos de acuerdo, es en la corrección del galope.
Este será más o menos atractivo al espectador, pero en ningún caso se debe permitir la incorrección.
Mandanga, 1983, Real Club Pineda de Sevilla. Galope reunido
La ejecución del aire
El galope debe ser una sucesión de saltos, en el que se debe oír tres batidas, es decir, el galope reunido debe ser en tres tiempos. Si galopamos a la derecha, por ejemplo, el primer tiempo será el pie izquierdo, el tercero será a la mano a la que galopa, es decir, la derecha. Por lo tanto, el segundo tiempo lo compone la diagonal mano izquierda-pie derecho. Y es en este segundo tiempo donde pueden surgir las anomalías que a continuación resaltaremos.
Después de estos tres tiempos, el caballo se quedará momentáneamente en el aire y ese es el tiempo de suspensión al que hacíamos referencia al principio de este artículo.
Si en ese segundo tiempo la diagonal se disocia (mano izquierda-pie derecho), es decir, no parten y llegan al suelo a la vez, el galope se convierte en cuatro tiempos, que junto con el desunido (galopar con el pie contrario a la mano) sería la falta más grave del galope. Si la mano de la diagonal se pone en el suelo antes que su pie compañero, el caballo estará sobre las espaldas, al contrario, es decir, si es el pie, estará sobre los posteriores, cosa que sucede en la pirueta y en el galope en el sitio. Pero no debe suceder ninguno de los dos casos en el galope reunido o de trabajo.
El jinete debe tener la sensación de que el caballo le lleva y no al contrario. El caballo te lleva, pero no se quiere escapar. El ritmo lo impone el jinete y el caballo lo acepta con regularidad hasta nueva orden. Son tres los conceptos que el jinete debe tener en la cabeza con el caballo joven: la rectitud, la reunión y el equilibrio.
Golondrina, 1979, Jerez de la Frontera. Primer tiempo de Galope
Creo que es en el libro La equitación Clásica de Alois Podhajsky (mi preferido) donde leí que la rectitud está íntimamente relacionada con la igualdad en el contacto, y precisamente igualar este sería la pesadilla temida de todo jinete serio. No caben muchas más explicaciones. Solo nos queda reflexionar… y trabajar.
Igualar el contacto no es empresa fácil. La media parada sobre el lado rígido con contacto en el lado cóncavo y la cesión justa en el momento que el caballo entra en razón es el único método que conozco y llevo a la práctica con éxito en casi todos los casos. De las barbaries que he visto para que los caballos no tiren o no se apoyen en un lado más que en otro, para qué vamos a hablar… Si el caballo está con la grupa a la izquierda, el contacto a la izquierda debe ser nulo o casi nulo, la mejor solución es mandar con la pierna izquierda y retener con la rienda derecha. Esto es válido cuando el caballo galopa a la izquierda.
Querer poner la grupa a la derecha es inútil. Es la espalda la que debe ponerse delante de la grupa a la izquierda y esto lo consigue la rienda derecha. Esta por momentos endereza el cuello del caballo y empuja la espalda a la izquierda. Si queremos poner las espaldas del caballo a la izquierda solo con la rienda izquierda, agravaremos el problema. El caballo que no acepta el contacto a la izquierda vuelve más el cuello a este mismo lado y esto hace que cargue peso sobre la espalda derecha, todo lo contrario de lo que necesitamos.
La reunión y el equilibrio
Cuando hablo en las tertulias con jinetes de campo, que no encuentran las palabras adecuadas para definir la reunión, con un solo gesto lo explican perfectamente. Cierran el puño, y hacen como el caballo cuando se reúne, acortan su columna y aprietan sus músculos y tendones.
Esa reunión, creo indispensable para el equilibrio, no se consigue sin el impulso y las retenciones. Para el caballo joven la búsqueda del impulso debe ser constante, este debe prevalecer sobre las retenciones, pero estas son necesarias para la reunión. Si esto lo tenemos claro, en términos generales, esta debe ser la forma de trabajar al joven caballo.
Las variaciones de velocidad y amplitud lo mantendrán en una actitud despierta, viva, atenta. Las transiciones al paso desde el galope lo afianzarán poco a poco sobre los posteriores. Desde el paso al galope, desde el galope a la parada y desde esta al galope, todas las combinaciones posibles para hacer que el caballo se reúna y se coloque en equilibrio sin pesar en la mano de su jinete, porque esto sería la muestra de estar sobre las espaldas, y precisamente es este punto de equilibrio es el que distingue el caballo de doma del caballo de servicio. Por eso, nuestra doma es grande, porque la exportamos al mundo bajo los conceptos de la equitación buena.
Y cuando el caballo está en equilibrio todo se ve de distinta forma, ni qué decir tiene que si el espectador entendido lo aprecia, para el jinete es una sensación tan agradable que envuelto en una maraña de sueños, espera impaciente poder encontrarlas al día siguiente. Pero a estos conceptos fundamentales como son la rectitud, la reunión y el equilibrio, yo añadiría alguno más: el ritmo de nuestra doma.
El caballo de vaquera por su morfología, su tamaño y su cruce de raza, hace que marque ese ritmo típico de nuestra monta. Ritmo vivo, alegre. Algunos lo critican como precipitado, yo creo que se equivocan, acostumbrados al ritmo demasiado pausado de la Doma Clásica, que en algunos casos cae en lo cansino, es normal que parezca un ritmo precipitado.
Centenaria, 1978. Galope reunido
Es cierto que últimamente se ven caballos haciendo apoyos y círculos a la carrera, pero no dejan de ser meras anécdotas. El ritmo de nuestra doma tiene compás, cadencia y soniquete, todo esto le da esa gracia que lo distingue de los demás.
Hay caballos que lo transmiten mejor que otros. Dicen que tienen chispa. Pero cuidado que esta es el principio del fuego.
Galope reunido
Yo lo distinguiría como el galope típico de la pista. El caballo atento y acortado en su columna, tensa sus músculos y tendones y está en disposición para desplazarse con prontitud a cualquier dirección.
El caballo así hará fácil los apoyos y sus combinaciones. La reunión en el galope es imprescindible para los cambios de pie, hace que el caballo se suspenda más y esto es fundamental para este ejercicio.
El galope reunido hace que el caballo se mantenga derecho verticalmente en el círculo de mayor a menor y en los trocados, presto para cambiar entre unos y otros. Pero todo esto no es posible si no podemos retener por delante el impulso que mandamos con la pierna, si acortamos las riendas hasta el punto de poner al caballo detrás de la vertical, mala cosa.
Si acortamos el cuello apretando este y la cabeza contra el tronco, reduciremos la movilidad de los pies, y si lo dejamos más abierto, caeremos en el galope de trabajo que no es el ideal para improvisar en los movimientos cortos.
Galope de trabajo
Este es similar al paso medio. Sin tanta reunión le hace ideal para el manejo de ganado en sitios abiertos, donde el jinete puede dominarlos desde la distancia en la que el caballo no era sometido a una tensión excesiva. El jinete le permite tener más holgado el cuello y esto hace que le trasmita más relajación al movimiento.
Sin tanta colocación ni ritmo como en el reunido, lo hace desaconsejable para medias vueltas y vueltas, igualmente para apoyos que exijan dificultad en sus avances y combinaciones.
Galope largo y arreón
El arreón es sin duda la máxima expresión de velocidad en el galope. Yo diría de varios tipos de galope largo aquel que domina la res y se acomoda a su velocidad y el arreón que es la máxima voluntad del caballo por alcanzar al becerro.
Este arreón tan característico de nuestra doma, también es necesario entre corrales y yo lo denomino arreón corto.
Para cortar el becerro algunas veces el jinete da un “arreoncito” corto y se detiene en firme su caballo, esto no expresa velocidad yo diría prontitud y anticipación para cortar la escapatoria. El caballo cuando conoce su trabajo no escatima esfuerzo para resolver la faena y que lo dejen tranquilo. Es el caballo maestro. Hasta entonces, el jinete deberá tener paciencia y no llevarlo a situaciones comprometidas. Invertir en doma es la mayor garantía de ir resolviendo problemas.
Texto y Fotos: Joaquín Olivera Peña In Memoriam