En otras domas, igualmente respetable, los conceptos clásicos como el contacto, la colocación, el equilibrio, etc., se encuentran comprometidos (la americana). En la doma académica, ese apretón repentino de velocidad se reduce a un galope largo, solo es un aumento de amplitud en el que no se pone a prueba la alteración psíquica del caballo. No tiene nada que ver nuestro arrear, templar y doblar con los demás aumentos de velocidad de otras disciplinas.
Este ejercicio tan característico de nuestra doma tiene un reconocimiento especial para jinetes y jueces, y no digamos para los aficionados a la doma en el campo. Si lo analizamos bien, es la base para que un caballo pueda resolver faenas ganaderas de la máxima dificultad. Fundamental para manejar al caballo en extensiones grandes, para conducir a esa vaca que aquerenciada no quiere que la encierren, para ese becerro que preso del pánico quiere vencer la voluntad de sus acosadores…
Este ejercicio de coeficiente dos tiene la facultad de generar confusión a jinetes y jueces. ¿Cómo es realmente arrear, templar y doblar? En el concurso, en su forma de ejecutarlo, hay para todos los gustos. No sucede lo mismo a la hora de juzgarlo que al parecer todos estarán entre el seis y el ocho, es decir, el siete arriba o abajo. Esta es la mejor forma de no comprometerse a analizar con conocimiento todo lo que allí sucede. Se ha visto de todo, caballos que en el templar se han acelerado, caballos que luchan con la mano de su jinete, caballos que se frenan antes de doblar y caballos que se caen de cabeza a la hora de templar. Es igual, todos están entre el seis y el ocho, es decir: el siete.
Arrear un caballo no tiene demasiado misterio, es cuestión de pedírselo hostigando con las piernas en repetidas ocasiones y ya está. Reducir esa aceleración con armonía hasta un galope reunido antes de doblar es harina de otro costal.
El caballo que en el arreón tiende a abrir su tranco, estirando ligeramente su cuerpo y, por consiguiente, perdiendo parte de su reunión y equilibrio sobre las piernas, debe reducir su galope sin desobediencias ni frenazos por temor a la mano del jinete. También he visto últimamente jinetes que hacen de este ejercicio toda una exposición de altanería, seguridad, ritmo y valentía sin perder la compostura.
Tengo en la memoria a Emiratos Árabes montado por su jinete José María García Jarana. Si lo mirabas en la salida era un arrebato de velocidad controlada y en el ángulo ya estaba templado y reunido antes de doblar, pero me temo que es igual: estaba entre el seis y el ocho, es decir, el siete.
También se ven con frecuencia caballos que no esperan la orden de su jinete para cambiar de una mano a otra, sin duda descompuestos psíquicamente se cambian sobre todo de pie el giro. Otros que tiran de la mano de su jinete con picotazos, queriendo escaparse en el arreón.
También se ven aquellos que apretando sus mandíbulas no ceden la nuca a la hora de templar.
También los que se desplazan al interior acostándose a la hora del giro y no describiéndolo redondeado. Como en todos los ejercicios característicos de vaquera mantener fresca la puesta en mano y en equilibrio su estado moral y físico es importante.
En el campo, una vez aprendido el oficio, el caballo tiene una ayuda de excepción: la vaca. El caballo que ya sabe, se templa cuando vence su voluntad. Sin esta, el caballo solo atiende a las ayudas de su jinete y este tiene la obligación de exigir solo lo que pueda controlar con soltura con una doma racional y no con trucos ni con la fuerza (no exijas con las piernas más de lo que puedas aguantar con las manos).
De todas formas, siempre ha habido quien este ejercicio lo ha utilizado como válvula de escape, incluso aceptando que los picotazos y hachazos no deberían tener penalización. Que no tienen importancia en la Doma Vaquera. Yo, en cambio, creo que para eso está el campo y el manejo de la ganadería, ahí sí podríamos ser más permisivos mientras que la faena quede resuelta. La Doma Vaquera de pista no tiene vaca y al igual que el torero cuando lo hace de salón no se le puede admitir que le cojan los engaños.
El jinete deberá apretar las piernas y ceder la mano sin perder el contacto, que nada tiene que ver con soltar la cara y dar dos patás en la barriga. El jinete que adelanta su cuerpo en el arreón estará presto para colocarse de nuevo en su sitio, incluso cargando un poco de riñones y abrigando con las piernas de nuevo para que el caballo vuelva pronto a la reunión que con una buena puesta en mano el recoger será suave y trasmitiendo flexibilidad a todo su cuerpo, dejándose mandar obedientemente en el doblar.
Texto y Fotos: Joaquín Olivera Peña In Memoriam