Habría que recordar dónde se adquirieron las yeguas y sementales que hoy día conforman el conjunto de ganaderías que proliferan por todo el ruedo ibérico. Vamos a dejarnos de cuentos y leyendas: de frailes con campanitas, que si eran cartujanos o jesuitas o dominicos. De “soldados” que iban cargados de “leña fina” para el horno. Solamente tenemos que tener muy claro que el Caballo Andaluz nace y se prolifera por los valles del Guadalete y el Guadalquivir. Y que por supuesto, no entró en el Arca de Noé.
Afortunadamente, en el extranjero se sigue llamando Caballo Andaluz, y que esta afición extranjera, pasa totalmente de cuentos y leyendas, de si están cerrados, encerrados o abiertos en plena libertad. Lo verdaderamente importante es tener muy claro los sistemas de selección y olvidarse un tanto de tantos cuentos. Porque en realidad aquellos frailes de la campanita no tenían la obligación ni la idea de la equitación moderna: Doma, Enganches, Toreo a caballo, etc… Siglas hay muchas, PSI, Aá, AHá, etc., etc., y por supuesto nuestro PRE.
Sin embargo, en Portugal, a diferencia de España, al caballo LUSITANO, cuyo origen es andaluz en la mayoría de sus ganaderías, nadie se le ha ocurrido ponerle unas siglas.
El lusitano nace más por el Guadiana, que por el Miño, pero ni por contentar a los de Ribatejo o a los de Alentejo se le han puesto siglas a su caballo.
El ganadero andaluz, como buen andaluz, es un típico atípico y se ha dejado quitar las señas de identidad de su caballo. El Caballo Andaluz es un caballo fino al que no le hace falta rudeza en sus ayudas, porque responde simplemente con el peso del cuerpo de su jinete. Sin duda alguna esto se debe a la armonía de sus formas, que en algunos casos pecan de ser demasiado redondas y gruesas. El Caballo Andaluz tiene un carácter muy bueno, tiene una mente limpia en contraposición a otras razas.
Quizás en determinados casos le falte velocidad o fuerza, pero esto no es culpa suya, sino de sus seleccionadores que han estado más pendientes de la oreja o el ojo y del cuento chino de los frailes de la campanita.
Hasta hace muy poco tiempo estaba “mal visto” que un jinete con cierto prestigio montara un Caballo Andaluz. ¡Ya tenemos ahí un punto negro de la selección! En cierta ocasión se me vino un ¡jinetillo! y me espetó: “¿a ti no te da vergüenza montarte sobre un caballo con dos bolas colgando y una crin tan larga?”. Todavía resuena en mi interior ecuestre esta estúpida pregunta. Volvamos a que el andaluz es un típico atípico. Volvamos a Portugal, donde todos los grandes jinetes han montado y siguen montando su caballo lusitano, y seamos capaces de reconocer que actualmente, los rejoneadores españoles están montados en caballos lusitanos. Pero ¡claro! Aquí seguimos diciendo que si tiene la cara grande o la oreja y el ojo de aquella manera… Otra vez el cuento chino de los frailes de la campanita. CABALLOS ANDALUCES, que he montado muchos, los hay buenísimos, buenos, regulares, malos y malísimos. Pero esto mismo sucede en otras razas o cruces, lo que pasa es que la proporción o el porcentaje de esta clasificación es distinta y suele variar. Pasa igual que con el toro bravo. A cualquier ganadero le sale un toro bandera, pero lo importante es el tanto por ciento de toros aceptables para los toreros. El Caballo Andaluz bueno es otra cosa, es otro “número” que caballos buenos de otros cruces. Su finura la transmite a su jinete con una elegancia de aires difícil de superar.
Es un caballo que no te cuesta trabajo físico “trabajarlo”, que cuando te bajas te encuentras tan fresco como cuando te montaste en él. Por otra parte, su claridad de mente hace que comprenda muy bien el ejercicio solicitado. Es fino no solamente en sus aires sino en su cabeza. En este punto de equitación, yo les pediría a los jinetes que cuando se encuentren con estos caballos “fáciles” no abusen en su adiestramiento, porque hay jinetes que se empeñan ante la facilidad de su caballo en enseñarles varias cosas a la vez. Ante una simple reunión en la que el caballo se suspende y nos da dos trancos de piaffé, enseguida queremos el passage, e incluso cuando echamos pie a tierra le tocamos en las rodillas con la vara para que nos haga paso español. Bueno, el caballo será fino y ágil, ¡pero cuidado! Por muy clara que sea su mente, es la similar a la de un niño en uso de razón y podemos caer en la tentación de, por querer avanzar en su adiestramiento, hacer que el caballo caiga en la confusión, y no sepa distinguir en cierto momento lo que le estamos solicitando. Tener muy presente que mientras más fino sea el caballo más fino tiene que ser el caballero.
El Caballo Andaluz por la propensión que tiene su cuello de hacer hacia arriba y no hacia delante como el caballo deportivo, tiene una cierta facilidad para la reunión, y llega un momento en que con la máxima ligereza de las riendas, su cuello se yergue y sin perder verticalidad del perfil de su cara, se nos aparece por delante y nos parte el pecho por la mitad, al tiempo que baja su grupa remetiendo sus posteriores. Es entonces cuando sentimos la reunión. Es cuando sentimos la finura del Caballo Andaluz. Es cuando al cabo del tiempo recuerdas a aquel “jinetillo” que te hizo esa pregunta tan estúpida de si no me daba vergüenza montar un caballo con dos bolas colgando… Lo siento por el “jinetillo” que ni su nombre quisiera recordarlo, solamente siento compasión porque nunca habrá sentido la grandeza de montar un Caballo Andaluz. A lo mejor hoy día y debido a la moda del PRE, él está montando… sobre unas siglas. ¡Peor para él!
Texto y Fotos: Luis Ramos Paúl in memoriam