Pero resulta que ¡Doctores tiene la Iglesia! y doctores tiene la Federación Ecuestre Internacional, porque admite en los concursos ayudas artificiales como las espuelas o la fusta y no admite la voz, que es una ayuda natural.
La voz es la manera de comunicarse el jinete con su caballo. El caballo, dicen que no habla. Un error por parte del hombre. Lo que pasa es que el caballo no usa el mismo lenguaje que el hombre, que no usa las palabras, pero tiene o usa un lenguaje que, la mayoría de las veces, el hombre no entiende.
El caballo “habla” o expresa sus sentimientos, de cólera o mansedumbre con su mirada, o con las orejas, o con su cola, que es el final de su columna vertebral y donde se acumula todo su sistema nervioso. Un caballo, o cada caballo, tiene un comportamiento distinto tanto en la cuadra, como a la hora de trabajar. Un caballo nos puede “decir” y “transmitir”.
Me duele la boca de decirles a mis discípulos que le hablen al caballo que llevan entre sus piernas. Que le hablen cuando abren la puerta del box, bien para limpiarlos, alimentarlos o ensillarlos. El caballo está deseando sentir y oír la voz de su jinete o cuidador.
La labor y el trabajo del cuidador es sumamente importante en el adiestramiento de un caballo. El mal trato de un mozo de cuadra se puede cargar en un minuto la paciente labor de un jinete en una hora de instrucción.
Me horroriza ver el trabajo de los mozos en grandes clubes de renombre, su trato y sus voces y su manera de hablarles, y encima lo que cobran. El caballo lleva ya muchos siglos domesticado, desde que era un animal salvaje. Hoy día ni el caballo puede vivir sin el hombre, ni este, puede prescindir del caballo.
El caballo ya no será elemento guerrero, ni de transporte, ni de postas, ni útil agrícola y otros servicios. Pero después de tanto tiempo juntos, el caballo y el hombre no pueden prescindir el uno del otro. El caballo “habla” con su mirada, con su cola y con sus orejas, pero el hombre se empeña en decir que el caballo no habla y se comunica con él por medio de ayudas artificiales, como son la fusta o la espuela y prescinde de su voz, que es una ayuda natural.
El sentido más desarrollado que tiene el caballo es el oído. Sus orejas tienen la facultad de girar 180º, mientras que las del hombre permanecen quietas. El caballo puede percibir sonidos a largas distancias, que el hombre no oye, por eso sus orejas están en continuo movimiento, tanto cuando está de reposo en su box, como cuando está trabajando.
El caballo sabe distinguir muy bien el tono de la voz de su jinete, como cuando es dura y seca para una corrección, como cuando es suave en una recompensa. El caballo siempre está esperando la voz de su jinete o de su cuidador, y él nos habla y responde a nuestra voz, aunque a veces nos empeñemos en que no habla el caballo. El caballo nos habla con su comportamiento social. Sé que a algunos les va a sonar esta frase como “muy cursi”. Bueno, también al caballo le puede parecer cursi el atuendo que trae su jinete para montarlo.
Hay que hablarle al caballo, aunque nos parezca que no nos entiende. El caballo nos habla en su comportamiento en la cuadra. Hay caballos limpios que estercolan junto a la puerta del box, porque están deseando que le retiren cuanto antes sus excrementos. Hay caballos limpios que estercolan dentro del pesebre, para no ensuciar la cama. Hay caballos sucios que estercolan en todo el centro del box y que se revuelcan en sus excrementos.
Hay caballos inquietos y nerviosos que durante el día están solos y que por no hablarles el hombre, cogen vicios como el “tiro del oso”. Hay caballos que necesitan comunicarse con el hombre y con sus manos lo llaman dando golpes en la puerta del box. Un caballo está en contacto con el hombre muy poco al día. De las 24 horas, solo está con el hombre el tiempo que dura su trabajo y su cuidado. El resto del día está solo y aburrido, cuando este caballo en libertad juega con sus compañeros y ejercita sus aires naturales.
Un perro, que dicen que es el mejor amigo del hombre, está muchas más horas al día en contacto con su amo, que un caballo. Nos acompaña cuando estamos junto a la chimenea leyendo o escuchando música, mientras comemos, e incluso duerme al pie de nuestra cama. Está continuamente en contacto con el hombre, pero todavía hay gente cursi que le compra una casita de madera, que colocan en el jardín y no lo dejan entrar en la casa, porque dicen que ensucia, ¡Y eso que es el mejor amigo del hombre!
Mientras, al caballo lo mantenemos “preso” en su box, o amarrado con una cadena si está en una plaza. Un caballo se siente solo y no escucha la voz de su jinete o su cuidador durante la mayor parte de las 24 horas que tiene el día. El hombre tiene que hablar con sus caballos, porque de lo contrario no está domesticándolo, sino esclavizándolo.
Hay un dicho inglés que dice que el hombre tendría que leer el periódico dentro del box de su caballo, sentado en un banquillo y a ser posible con la compañía de un perro. Una vez vi en Lisboa en la Sociedad Hípica, que antes se llamaba Jockey Club, a una señora que hacía sus labores de punto o sus juegos de cartas (solitarios) dentro del box de su caballo y el caballo permanecía tranquilo y relajado y a la hora de montarle no necesitaba darle cuerda.
La música en la cuadra tranquiliza a los caballos y soportan mejor su “presidio”. El caballo tiene necesidad de oír la voz de su jinete, que al- gunas veces será como corrección y otras como recompensa. El jinete debe procurar, antes de usar ayudas artificiales como son la espuela y la fusta, que van superpuestas en sus extremidades como la pierna o la mano, usar su voz, que es una ayuda natural que sale de su interior. Entonces, el caballo se hará sensible, sentirá a su jinete, y este a su vez sentirá a su caballo. Esto es el SENTIR ECUESTRE.
Texto y Fotos: Luis Ramos Paúl in memoriam / Archivo Galope Digital