Su método de doma, un esquema progresivo donde es tan necesario el conocimiento como la paciencia
William Cavendish, “El Duque Leal”, fue un noble inglés, monárquico, militar, político, mecenas, escritor, poeta y gran jinete. Su obra maestra, “Nuevo método y extraordinaria invención para domar caballos”, refuerza la innovadora teoría del entrenamiento sistemático y comprensivo que influenció considerablemente todo el arte de la equitación
William Cavendish Duque de Newcastle. Su vida
El primer duque de Newcastle es uno de los autores más importantes en la evolución de la Doma Clásica. Se dedicó plenamente a la equitación cuando las circunstancias se lo permitieron, ya que tuvo una vida llena de éxitos y fracasos imprevistos. Heredero de varios títulos nobiliarios por línea paterna y materna, el título de Newcastle, por el que es conocido, fue creado para él en 1628 con el rango de conde. En 1638 fue nombrado instructor del Príncipe de Gales, “he tenido el honor de ser el primero de subirle a caballo” y en 1639 su consejero privado. Por los méritos de servicio a la corona, fue ascendido a marqués en 1643, en 1650 fue nombrado caballero de la Orden de la Jarretera y en 1665 fue elevado a duque de Newcastle. William Cavendish fue el hijo mayor superviviente de Sir Charles Cavendish y su esposa Catherine, hija del Lord de Ogle. Nació en 1592 y se educó en Cambridge. Su padre le dejó títulos y patrimonio, mientras que, por línea materna, heredó una de las grandes fortunas británicas y el Señorío de Ogle. Poseía extensas propiedades donde agasajaba a los reyes Estuardos, Jacobo I y Carlos I, organizando partidas de caza y suntuosas fiestas en sus castillos deWelbeck y Bolsover. Su primera mujer, Elisabeth, con la que se casó en 1618 y de la que enviudó en 1643, le dio cinco hijos, aunque no todos le sobrevivieron. Su segundo hijo, Henry, heredó el título de duque de Newcastle.
Disponía de una holgura económica hasta el punto de prestar dinero al rey durante la Guerra de los Obispos y proporcionar a la corona un contingente de 120 caballos y hombres, corriendo a su costa con todos los gastos. Participó como general de caballería en la Guerra Civil contra los escoceses en los condados del norte, dominando inicialmente con su famoso ejército de casacas blancas (6.000 de infantería y 2.000 de caballería) que él mismo reclutó y sufragó. Aunque a la postre fue vencido por Oliver Cromwell, sus logros tuvieron un gran valor militar para la causa monárquica. Tuvo fama de ser demasiado caballeroso para ejercer el mando castrense, aunque lo remedió empleando militares profesionales. Sus enemigos hablaron de él con desdén como “un hombre lamentable que vale para general tanto como un obispo”, pero reconocieron que era “un noble caballero”, siendo éste el principal rasgo de su carácter.
Tan caballero fue, que cuando apresó a la esposa de Thomas Fairfax, general de las tropas enemigas, se ocupó de que fuera escoltada junto a su marido.
En julio de 1644, tras su derrota ante el avance de los escoceses, partió al exilio con sus dos hijos y su hermano acompañado de un considerable número de seguidores, para reunirse con el Príncipe de Gales en el exilio. Tras permanecer unos meses en Hamburgo, se trasladó a París, donde estuvo tres años y conoció a su segunda esposa, Margaret, 25 años más joven, que por entonces era dama de honor de la reina Henrietta María. Se casaron en 1645, formando un matrimonio feliz con una extravagante exageración de admiración recíproca.
A continuación, se trasladó a Rotterdam para posteriormente instalarse en Amberes, donde tuvo su Escuela de Equitación y vivió en una casa alquilada a la viuda de Rubens. Se dedicó plenamente a la equitación y padeció cierta estrechez económica, teniendo incluso que tomar dinero prestado para la publicación de su libro. Su mujer Margaret lo expone en su biografía y habla de la importancia que le otorgaba al caballo: “Mi Señor vivió allí [en Amberes], con el mayor agrado que su situación le permitía, su principal pasatiempo y diversión consistía en la monta de caballos… con deleite y placer, que a pesar de estar en apuro de dinero habría intentado cualquier cosa con tal de no separarse de cualquiera de ellos; le he oído decir que los caballos buenos son tan escasos que no pueden valorarse en dinero y que el que quisiera comprarle uno [caballo] y privarle de ese placer tendrá que pagarlo caro”.
Retrato de familia. A caballo (Izq.), Charles, vizconde de Mansfield, murió en 1659; a la derecha, Henry, cuarto hijo, heredó el título de Newcastle. En la galería, de izquierda a derecha, Elisabeth, esposa de Charles; Frances, esposa de Henry, John Edgerton, conde de Bridgwater y su mujer Elisabeth, tercera hija de Newcastle; el duque de Newcastle y su esposa, aún con el título de marqués; Oliver St. John, conde de Bolingbroke y su mujer Frances, quinta hija de Newcastle; Charles Cheyne, vizconde de Newhaven y su mujer Jane, hija mayor de Newcastle
En 1660, con la restauración de la monarquía y la coronación de Carlos II, regresó a Inglaterra, pudiendo recuperar la mayor parte de sus propiedades y comprar otras, como el castillo de Nottingham, que reconstruyó.
Su método de Equitación
Su libro de equitación es una obra maestra en la que trata todos los ejercicios con detalle, prueba de que practicó y conoció la equitación en profundidad. Rechazó los pilares de Pluvinel, porque demasiados caballos han sido estropeados por enseñanzas torpes, y los llama “el estilo antiguo”, ya que “los pilares hacen al caballo muy impaciente” y que “yo tengo un método nuevo con resultados maravillosos”.
Le dio gran importancia a la rienda corredera que pasaba desde la silla por la anilla del cabezón y a la mano del jinete, para obtener una marcada flexión lateral. En esta postura a una y otra mano, con el hocico del caballo casi tocando la punta de la espalda, movía el caballo al paso, trote y galope par a movilizar las espaldas, “para que sus espaldas sean flexibles y sueltas”, y la grupa, mediante la espalda dentro, la grupa dentro y la grupa fuera. Fue criticado por la exagerada flexión e incurvación del cuello, aunque, según sus palabras, sus resultados eran rápidos y podía “enseñar un caballo de cinco años en tres meses”. Está claro que además conseguía poner flexible el dorso de sus caballos: “Cuando el caballo contrae el dorso, una cura es forzarlo a ir adelante con una flexión lateral pronunciada de cabeza y cuello”. Sus principios son en gran medida un programa de rutina metódica, sustituye la acción del bocado por la del cabezón, después el cabezón por el filete y finalmente utiliza sólo el bocado primero con las riendas en ambas manos para terminar en una sola, la mano izquierda.
Su sistema sigue un esquema progresivo y dice que es tan necesario el conocimiento como la paciencia, y que se debe “acostumbrar por grados, mezclando recompensas con ayudas y correcciones”. A los escépticos de sus métodos les dice: “Al caballo de picadero que llaman bailador o saltador, que lo desprecian para la guerra, descubrirán su error, pues estos caballos son tan aptos para el viaje como para los aires elevados… y más aún, están más preparados para el galope y el trote”. A través de todo el tratado repite que “no se debe ofender al caballo, pues te odiará”, ya que es contraproducente contrariar la naturaleza: “Se debe seguir, en todos los aires, la fuerza, el espíritu y la disposición del caballo, y no hacer nada contra la naturaleza; pues el arte es tan sólo poner la naturaleza en orden”.
El soberbio caballo de España ante el castillo de Welbeck
Concluye con una frase en la que se condensa la clave de la equitación: “No existe caballo en el mundo que obedezca al talón si no tiene una buena boca y su cabeza firme”. Es decir, que un caballo que tira o se queda detrás de la mano, no empuja; cuando no existe impulsión no hay equitación. En sus últimos años se retiró de la vida política dedicándose a su actividad preferida, la equitación, y construyó una “Gran Sala de Equitación” y un hipódromo en su castillo de Welbeck.
Compartió con su mujer Margaret una vida intelectual y culta. Ambos cultivaron la literatura y fueron mecenas de muchos autores. Una escritora calificada de excéntrica, que fue tanto envidiada como ridiculizada, y está enterrada junto a él con el epitafio: “Dama sabia, ingeniosa y culta”. Escribió su propia biografía y la de su marido, por la que es más conocida, que fue criticada por el escritor Pepys como “la ridícula historia de mi Señor Newcastle escrita por su esposa, demostrando que ella es una loca, consentida y ridícula y él un necio de sufrir lo que escribe sobre él”, al contrario que el ensayista Lamb, que lo elogió: “Ningún cofre es lo bastante rico, ningún estuche lo bastante duradero para honrar y guardar tan preciada joya”.
Margaret fue la primera mujer inglesa que reivindicó su condición de escritora, y es autora de una obra ambigua entre la filosofía, el drama, la ciencia y la fantasía. Su forma de ser influyó en cierta medida en la obra de su marido, y queda patente en algunos rasgos de falta de modestia en el texto y de v anidad en sus retratos.
Su obra literaria
Además de su famoso tratado de equitación y de haber contribuido con fragmentos y escenas a las obras de su esposa, Newcastle escribió varias obras de teatro: “El Capitán del Campo”, “La Variedad”, “Los Graciosos Enamorados” y “La viuda triunfante”, e hizo la traducción al inglés de la obra de Molière “L’ Étourdi”. Murió el día de Navidad de 1676 a la edad de 83 años, tres años después que su mujer, y está enterrado junto a ella en la Abadía de Westminster.
Foto de Inicio: Newcastle se retrata con un Pegaso en cabriola que vuela hacia el cielo mientras que los dioses le admiran y los caballos le adoran como una divinidad
Texto y Fotos: Revista Galope