¡A comer! Errores más frecuentes que cometemos con los ejemplares (Parte I)

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Gracias a la etología se conoce que las actividades propias de cada especie suelen tener una motivación más allá de su función, es decir, que el animal tiene la necesidad de hacerlas, incluso cuando la causa final de la actividad ya está completa. Por ejemplo, en su vida natural al cerdo le gusta hozar en el suelo para buscar su comida y cuando está encerrado en una nave cuyo suelo es de cemento, mantiene dicho comportamiento, excava con su hocico ignorando la comida que se le pone en el comedero. En los gatos, una parte imprescindible de su ritual de alimentación consiste en llevarse los trozos de comida a otro lugar, para después proceder a su ingesta, y nosotros se la ofrecemos en un plato.

En un artículo anterior hablé de la necesidad del caballo de moverse, incluso cuando ya tiene todas sus necesidades básicas completas. Es algo propio de su especie y para lo que está preparado. Cuando a los caballos se les saca de su ambiente natural y se les proporciona unas condiciones de vida que no le permiten completar estas actividades fundamentales, se frustran por la imposibilidad de desarrollarlas, no se acostumbran, por el contrario, inventan otras maneras de expresarlas, desarrollando vicios y estereotipias o repitiendo acciones de forma obsesiva. Estas señales de estrés tienen repercusiones físicas no tan visibles, pero perjudican el rendimiento del caballo.

Entonces, nos preguntamos cuáles son las acciones que constituyen la actividad de comer del caballo, ya que como bien sabemos el caballo pasta entre 14 y 20 horas cada día en la naturaleza. ¿Existe evidencia de cuáles son de verdad sus necesidades conductuales y que la privación de llevarlas a cabo perjudica a su bienestar? ¿Se obsesiona al repetir estas conductas sin razón? ¿Estos vicios tiene consecuencias físicas y emocionales?

La posición

El caballo baja la cabeza al pastar, lo que provoca el estiramiento de toda la musculatura del dorso y arquea la columna hacia arriba, separando bien las apófisis espinosas de las vértebras torácicas. Ya sabemos que la falta de este estiramiento predispone a lesiones de dorso, frecuentes en el caballo estabulado, sobre todo cuando se les monta de una forma inapropiada con manos duras o hiperflexión nucal, que conlleva un menor empleo del tren posterior, rigidez y falta de movilidad del dorso, dolor en el cuello y en la boca. Los resultados son caballos con miedo y dolor que se presentan “mal carácter” y “mal comportamiento”.

En la naturaleza, el caballo mientras come se va moviendo de un lado a otro, manteniendo la posición de la cabeza baja, y esto abre y flexiona la articulación cérvico-torácica. El bloqueo de esta articulación nos da una sensación de que nuestro caballo lleva el freno de mano echado entre nuestras rodillas cuando montamos, notamos una falta de movimiento fluido y de impulsión hacia delante.

La discriminación

Los caballos no comen cualquier planta, discriminan con cuidado entre las distintas especies que encuentran al pastar, entonces desarrollan un aprendizaje detallado e individual, ya que las plantas varían de una zona a otra. Los potritos con pocas semanas de edad toman muestras de diferentes especies de plantas y aprenden a relacionar la sensación táctil de cada planta con su sabor. Este aprendizaje temprano despierta la inteligencia del potro, que, como los demás animales, aprende a aprender, es decir, le permite el desarrollo de su sentido del tacto, y le facilita distinguir y discriminar las sensaciones táctiles, que luego experimentará en nuestras manos.

La elección

Es el labio superior, tan sensible y elástico, el que con movimientos precisos y calculados hace una selección rápida de las plantas adecuadas en cada momento (¿han observado alguna vez a un caballo cómo coge con delicadeza las moras de una zarza?).

Es evidente que el caballo en la naturaleza hace movimientos casi continuos de sus labios, ya que emplea muchas horas alimentándose del pasto. Sin embargo, el caballo en la cuadra o en el corral, no puede desarrollar esta acción, por lo que desarrolla movimientos anómalos con su labio nervioso, hace muecas y busca jugar con el cerrojo o las bisagras de la puerta, los barrotes de la cuadra o cuerdas que encuentra a su disposición. Cuando se acerca a nosotros juega con nuestra ropa y nuestras manos.

La nuca

Durante el proceso de alimentación de pasto, agarra la hierba entre sus incisivos y la rompe con una pequeña sacudida de la nuca, a veces adelante, a veces atrás o hacia un lado u otro; en nuestras observaciones contamos de 20 a 40 veces por minuto. Bente, una terapeuta de caballos que emplea técnicas variadas para aliviar los dolores y tensiones de los caballos montados, observó estos movimientos hechos por mis pottokas mientras pastaban, y descubrió un hecho que le llamó mucho la atención. En su trabajo diario ve numerosos caballos y donde más problemas encuentra, además del dorso, es en la nuca. Con frecuencia presenta dolor a la palpación e inflamación tanto de los músculos que la conforman como de los ligamentos y tendones que discurren por ella. Además, los bloqueos de las articulaciones entre la cabeza y el cuello son muy frecuentes. Claro, al caballo que vive en cuadra no le hace falta separar su comida del suelo, y nunca hace estos movimientos bruscos que sueltan su nuca y hacen que sus músculos, etc., estén más flexibles. Al palpar la nuca de mi semental pottoka, Pintxo, la cara de Bente se iluminó con una expresión de felicidad: nunca, dijo, había tocado una nuca tan suelta ni con unos músculos tan elásticos, gracias a su actividad diaria de alimentación con sacudidas frecuentes para arrancar la hierba.

CONTINUARÁ…

Texto y Fotos: Lucy Rees – Especialista en Etología

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