Carlomagno, primogénito de Pipino el Breve, nació en el 747 y, desde muy joven estuvo asociado al poder junto con su hermano Carlomán y, a su muerte, Carlomagno se convirtió en el único soberano del reino franco. Su reinado es bien conocido gracias a los Anales y a las Capitulares así como también gracias a Eginaldo, en quien Carlomagno encontró un minucioso biógrafo.
Se sabe pues que llevaba buenos bigotes –al estilo franco que medía 1,92 m., que gozaba de una salud de hierro y que tenía muy buen apetito. Fue un excelente nadador y, desde su juventud, practicó todo tipo de ejercicio deportivo y militar. Admiraba las artes y las letras, hablaba latín y aunque no sabía leer se dedicó al estudio de las lenguas extranjeras iniciándose en la gramática y la retórica. Carlos I el Grande, o Carlomagno, heredó un reino restaurado y se dedicó a extenderlo, de este modo la guerra se convirtió en la institución nacional del reino franco. Cada primavera iniciaba una nueva campaña, en su reinado, el servicio militar era obligatorio para todos los hombres libres: las armas, el mantenimiento de las monturas y el abastecimiento de los hombres corría a cargo de los combatientes.
Las campañas eran primaverales porque era cuando los campos se cubrían de hierba para los caballos y colaboraba a abaratar el coste de cada campaña. El ejército de Carlomagno contaba con efectivos limitados pero su caballería armada con una espada larga de hierro y con la bruniga –especie de blusón de cuero cubierto de escamas metálica será prácticamente invulnerable.
Bayard: un caballo infatigable
El imperio carolingio fue el gran imperio de Occidente tras el hundimiento y la desaparición de Roma. Pero Carlomagno es también el rey de Roncesvalles, es decir, el rey al que desesperadamente llama el héroe de la Chanson de Roland, aquel héroe que no podía morir a espada, saeta o lanza enemigas ni por arma humana.
Y de entre los múltiples caballos de Carlomagno sólo hubo uno que fuera capaz de eclipsar a los demás: Bayard.
El caballo que llena y simboliza el reinado de Carlomagno fue Bayard, un caballo prodigioso, que podía llevar cuatro jinetes al mismo tiempo y galopar tan rápido que ningún otro caballo podía alcanzarlos. Curiosamente, Bayard, fue el regalo que el emperador hizo al hijo mayor del duque de Aymon el día que este y sus hermanos fueron armados caballeros al más clásico estilo caballeresco.
Posteriormente las cosas se complicaron y los hermanos de Aymon se enfrentaron a Carlomagno por culpa de una partida de ajedrez. Según la historia, cierto día Renaud de Aymon jugaba contra el duque de Berthelot, sobrino del emperador, quien no pudo evitar un definitivo jaque mate jugando blancas; esto le exasperó de tal modo que no pudo contenerse y golpeó a su vencedor, el cual, naturalmente, repelió la agresión y corrió la sangre. Carlomagno se puso de parte de su sobrino y entonces Renaud de Aymon pidió reparación por las armas en un “juicio de Dios” que terminó con la muerte del duque. Cuenta la historia, que los cuatro hermanos temiendo la ira del emperador, huyeron a caballo. Renaud montaba al infatigable Bayard, cuando los caballos de los otros hermanos cayeron agotados; Bayard seguía tan fresco como al salir de la cuadra. Los tres caballeros montaron en la grupa, detrás de su hermano y los cuatro llegaron a las Ardenas sin apearse y allí construyeron el castillo de Montessor. Comenzó entonces una larga lucha contra Carlomagno que quería castigar a los cuatro hermanos.
Texto y Fotos: Julia García Rafols – Experta en Historia del caballo