La Edad Media es el periodo histórico comprendido, según la mayoría de historiadores, entre los siglos IV y XV, es decir, desde la Edad Antigua hasta el Renacimiento. Este periodo histórico está dividido en dos partes:
1. Alta Edad Media, que comprende desde el siglo IV hasta el XI: Durante los siglos IV y VI se suceden las numerosas invasiones de tribus bárbaras, asiáticas y sajonas, surgiendo el «feudalismo» en combinación con los pueblos romanizados, lo que derivará en la Europa feudal.
2. Baja Edad Media, que comprende desde el siglo XII hasta el XV: La Baja Edad Media se define por el asentamiento del feudalismo que llevará, con el tiempo, a la configuración de la Europa actual.
En este periodo histórico, el caballo sigue ganando importancia, los invasores dan a conocer el estribo, la espuela, etc. Asimismo, veremos cómo el uso del caballo va evolucionando y pasa de ser un medio de transporte o trabajo, a ser considerado un animal muy valioso, que proporcionará a su dueño distinción y respeto, dado el valor monetario que alcanzará en su compra.
Asimismo, aparecen diferentes armas, antes desconocidas, con lo que las guerras, muy frecuentes en esta época, pasan de ser meras luchas cuerpo a cuerpo para convertirse en estrategias de gran envergadura.
La Edad Media es por excelencia, época de caballeros, supersticiones y mitología y, en ella, el caballo tiene un lugar destacado. Los caballeros de la Edad Media cabalgaron sin ninguna sofisticación ni desarrollo técnico especial. Los caballos de buena sangre fueron usados como regalo, para tirar de carruajes o para la caza con halcón. En batallas y torneos se usaban caballos pesados, cuyos jinetes iban ajustados en sillas muy profundas, con altos borrenes para evitar que estos fueran fácilmente desmontados. El caballo tenía que suministrar una fuerza adicional a la lanza del caballero.
El oficio de la guerra: recordando la antigüedad
En los tiempos primitivos, el caballo se utilizó mayormente para tirar de los carros de combate, pero, poco a poco, se desarrolló Ia caballería cuya invención se atribuye a los egipcios. Asirios y persas contaron también con jinetes entre sus guerreros, pero fue Epaminondas, el célebre general tebano, quien utilizó por primera vez a los jinetes como un cuerpo decisivo en la batalla de Leuctra (371 a.C.). Alejandro Magno utilizó casi siempre la caballería en los flancos, para protegerlos y caer sobre el enemigo ya desorganizado.
Escena de caza con halcón. Siglo XI
Los romanos utilizaron siempre la caballería como reina de los campos de batalla aunque dispusieron entre sus filas tanto de los auxiliarii a caballo, como de los hábiles partos, y los temidos amairi (moros) e incluso unidades de caballería ligera.
Todos ellos utilizaron la mejor cualidad del caballo en Ia guerra: la velocidad asociada a todo tipo de armas arrojadizas.
Los partos eran unos excelentes jinetes que, en su tiempo, fueron famosos por el tiro parto: sus jinetes armados con una espada corta y un arco se lanzaban en formación suelta y en curia sobre las filas enemigas.
Dos inventos tecnológicos revolucionaron las tácticas de Ia caballería. El primero, obra de los massagetas, oriundos de la región de Aral: la caballería pesada o cuerpos de jinetes acorazados dotados de lanza, espada pesada o hacha de combate.
El segundo, de origen incierto, fue la invención del estribo; al principio no eran más que unos nudos que facilitaban el acceso a la montura y su afianzamiento encima. Aunque su aparición se sitúa en el siglo VI, gracias a la civilización china, no se adoptó en Europa hasta tres siglos más tarde. En esa época surge un fenómeno social de considerable importancia: el código de caballería; en la Europa Medieval el jinete es un guerrero de élite.
Es en esta época cuando surgen las dos concepciones que siempre dividirán Ia caballería: la pesada, ferviente defensora de la carga decisiva, y la ligera que, aunque practique también la carga, preferirá explorar, hostigar y perseguir al enemigo. Y cada una relacionada con un tipo de monta diferente: Ia pesada con la brida y Ia ligera con la jineta.
El desarrollo de la equitación en Europa está relacionado con el cada vez mayor peso del jinete con su armadura, con el peso de la propia armadura del caballo y el tipo de caballo existente, de modelo pesado y tosco. En el combate predomina la fuerza de choque, la cohesión de las pesadas líneas que lo arrasan todo. A España llega esta forma de montar llevada por los visigodos. Por el contrario, con la invasión musulmana en España y las Cruzadas en Oriente, los europeos toman contacto con una equitación distinta, con una caballería ligera y móvil, que ataca repentinamente, se revuelve, retrocede y contraataca. Son dos estilos contrapuestos que conocemos como: la brida y la jineta. En España se unen los dos y, durante mucho tiempo, se practicarán indistintamente.
Fragmento del cuadro de Albrecht Altdorfer, conocido como «La batalla de Alejandro»
Hasta entrado el siglo XVIII se seguirán publicando en España tratados sobre la monta a la jineta. Esta evolucionará con el uso civil y dará lugar, con el tiempo a otras formas más modernas, vinculadas principalmente al contacto con el ganado bravo y determinados juegos a caballo.
La brida, por su parte, evolucionará, aligerada por el cambio a caballos de tipo más ligero y la necesaria movilidad que trae la inutilidad de las armaduras frente a las armas de fuego, hacia una equitación más reposada, cerebral, exacta y llegará hasta los ejercicios de la Alta Escuela clásica.
Foto de portada: Toma de Preslay. Crónicas de Manases del siglo XIV.
Texto y Fotos: Julia García Rafols – Experta en Historia del caballo