La italiana, Silvia Resta, ha llevado el mundo del caballo impreso en las venas. Desde que era pequeña ya montaba en la disciplina de Monta Western, pero su pasión por la Equitación, le lleva a entrar en las escuelas ecuestres de galope en Doncaster y se especializa en la Alta Escuela Portuguesa y Española, primero en la escuela del maestro Guido Guidi y después en la Real Escuela de Arte Ecuestre de Jerez de la Frontera.
Sus primeros espectáculos están principalmente relacionados con las recreaciones históricas. Es en este momento en el que la cetrería se vuelve una de sus aficiones, destinada a ser incorporada en sus números.
Inspirándose en “Zingaro” de Barbatas y en el Teatro del Centauro de Manolo, los dos franceses, Silvia prepara espectáculos de Teatro Ecuestre trabajando en la unión de las artes circenses con la equitación y la participación de caballos en escena.
En el año 2000 su gran pasión, junto a los estudios y a su dedicación, dan vida a la creación de la compañía de Teatro Ecuestre “Le Zebre”.
Su primera performance de éxito es “Madame Butterfly” presentada en Fiera Cavalli Verona en la Gala “Horse Lyric” en 2006. “Es, desde siempre, la puesta en escena que prefiero, un trabajo de garrocha unido a la danza y al fuego, el entendimiento con el caballo en pista era mágico”, nos cuenta Silvia.
Siguen “Amarcord”, primer lugar en la clasificación de las Regiones a Caballo, y eventos importantes entre los cuales se destacan “Il gran ballo della Cavalchina” en el Teatro la Fenice en Venecia, diferentes ediciones de “Horse Lyric”, “Oriental Image”, y “Appassionata” en Milán como primera estrella invitada.
El trabajo del artista ecuestre es muy apasionante, pero al mismo tiempo muy absorbente. En los cinco minutos de escena, o menos, se muestra el entrenamiento de una vida, el rigor técnico, la fantasía coreográfica pero también es un trabajo que ofrece grandes satisfacciones, cuando entregas esos momentos mágicos e irrepetibles que el público se llevará de aquel espectáculo.
En la Equitación como en el Arte lo más importante es apostarlo todo, tener la valentía de enfrentarse a los propios límites y cuestionarse, en esto el caballo es el mejor de los maestros.
“Mi relación con los caballos”, dice Silvia, “está ligada a mi necesidad de expresarme y, al mismo tiempo, de estar en libertad. Mi necesidad de expresarme en formas creativas nace desde el amor por el arte y la belleza. El caballo es belleza y fuerza, elementos que pueden liberar gran expresividad”.
Como en la Danza o el teatro, montar a caballo y la relación con el caballo en general, es un profundo ejercicio introspectivo y, gracias al espectáculo, estos sentimientos pueden llegar al exterior, hacia los demás, con la esperanza de que estas emociones resuenen y vibren en los espectadores con gran intensidad.
Montar a caballo es poesía y libertad, repitiendo las palabras de un escritor: “montando a caballo tomamos prestada la libertad, la ilusión, por lo menos, ser libres. Es una alegría íntima que percibimos nosotros mismos y que nadie nos puede quitar. Lo que sentimos por nuestros caballos es un amor infinito e inagotable y en un mundo que se ha vuelto tan ‘precario’ se convierte en un bien muy valioso. Por eso, es indispensable, a día de hoy, el conocimiento y el respeto por estos animales para que todo tenga sentido”.
Para llegar a esto hay que revolucionar la idea de Equitación: ver al caballo como sujeto de nuestros cursos, no como el objeto. Solo recorriendo el camino en la búsqueda del bienestar psico-físico del caballo y de su comprensión, podremos poner en escena el encuentro entre caballo y hombre unidos, como si fuera un centauro.
Sus dos mejores compañeros
Había empezado hace poco a montar por mi cuenta espectáculos ecuestres cuando conoció a Fidalgo, un maravilloso entero color perla, con los ojos azules. Acababa de llegar de España ¡y para ella fue amor a primera vista! Lo quiso para ella y, aunque no fuera considerado un caballo interesante para los demás, le demostró ser el mejor de los colaboradores artísticos, amigo y alma gemela. A lo mejor no fue coincidencia que su abuela Nata le contara, cuando era pequeña, lo que había sido para su tatarabuelo su caballo “del alma”, un caballo no muy común, de color melocotón y con los ojos azules.
Gracias a Fidalgo, junto a los otros artistas de la compañía, empezaron a tener éxito con los espectáculos. El tiempo y el trabajo habían creado alquimias mágicas, estaban cerca de sus sueños entrando en escena. Al abrirse el telón, había un momento de silencio cuando la música no había empezado a tocar todavía, era como estar suspensos en otra dimensión. Y Fidalgo rompía este silencio con su relincho, como saludando al público, el ‘primer actor’, envuelto en aquella energía.
Después de 14 años trabajando juntos Fidalgo se fue, lo echa de menos muchísimo. Se puso a buscar un sustituto que estuviera a su altura, pero encontrar tantas cualidades en un caballo resultó ser una misión muy difícil. Después de casi cinco años buscando, en una feria en Portugal vio un caballo muy joven, de dos años y medio, sin domar. ¡Era de color melocotón con los ojos azules! Pero lo que más le chocó fue su enorme sensibilidad. Pero la mala suerte le frenó, tenía el comienzo de un problema articular. Silvia aceptó el desafío igualmente, percibía una conexión especial entre los dos. Con el tiempo, este problema resultó ser una forma de artrosis fuerte. Zar, así se llama, pasó varias temporadas en las cuales no podía trabajar en absoluto y ella se dedicó a elaborar metodologías de adiestramiento aptas a su patología.
En cierto punto, parecía que su destino estuviera sellado y tuvo que tomar una decisión, intervenir con una terapia potencialmente resolutiva pero muy invasiva (un 40% de posibilidades positivas) o sacrificarlo. La terapia tuvo éxito, pero igualmente tuvo que trabajar mucho conjuntamente con su veterinario y herrero de confianza.
Hoy Zar se ha convertido en un caballo hermoso, admirado por el público y querido por quien lo conoce. Todavía es un caballo muy sensible pero que puede dar mucho en escena. Cada día, Silvia se dedica a él con un programa de adiestramiento natural y que les haga crecer técnicamente y artísticamente a ambos. “Porque solo colaborando como dos amigos se puede transmitir al público toda la pasión y la dedición que hemos puesto para llegar hasta aquí”, finaliza la italiana.
Texto y Fotos: Giulia Picca y la Fundacio La Granja