Muy importante son los hallazgos del arqueólogo Davis cuando abrió la tumba que identificó como la de Yuya, marido de Tuya, posiblemente padres de la reina Teye, esposa real de Amenofis III y madre de Amenofis IV o Akenaton.
Ahmed Osman en Extranjero en el Valle de los Reyes nos dice que, al abrir Ia tumba de Yuya, Davis vio una impresionante colección de objetos de entre los que distinguió «…un carro en perfecto estado”, que en aquella época era uno de los dos existentes en el antiguo Egipto (…). Es un carro demasiado pequeño para que fuese el suyo, y, sin embargo, demasiado grande para ser una maqueta. Es posible que en origen perteneciese a Tutmosis IV, que era niño cuando nombró virrey a José, y podría ser uno de los que utilizara cuando era príncipe heredero. Esto explica que no lleve inscripciones, aunque tiene adornos de oro» (op.cit.pp. 27/144-145).
Los carros de Tutankamón
El descubrimiento por Howard Carter de la tumba de Tutankamón en noviembre de 1922, es uno de los descubrimientos más importantes de Ia arqueología contemporánea.
En su interior se encontraron todos los objetos rituales y personales del joven faraón, de entre ellos, vitales para nuestro interés fueron el hallazgo de unos carros y de un cofre decorado con la imagen del faraón utilizándolos.
Tras el hallazgo de la tumba de Tutankamón se inició el trabajo de identificación y clasificación de los tesoros arqueológicos allí escondidos durante tantos años.
Cofre pintado que representa a Tutankamón en combate. Hallado en su tumba en el Valle de los Reyes. Tebas Occidental. XVIII Dinastía. El Cairo. Museo Egipcio
En la antecámara de la tumba fueron encontradas entre la gran cantidad de objetos las «decoraciones de los arreos de los caballos» y junto con un cofre lleno de efectos personales del joven faraón y un «complicado montón de carros» que «habían sido muy maltratados (…). En primer lugar, como no había sido posible entrarlos enteros en la tumba, al ser demasiado anchos para el pasadizo, les sacaron las ruedas, cortando los ejes por un extremo. Luego, los ladrones los cambiaron de posición y los volcaron y más tarde, cuando se puso orden en la tumba, los oficiales amontonaron las piezas una sobre otra sin demasiado cuidado». (De HOWARD CARTER, La tumba de Tutankamón).
Los carros egipcios son de construcción muy ligera y los arneses estaban hechos de cuero sin curtir. Este, expuesto a la humedad, se convierte rápidamente en una especie de goma, y esto es lo que había ocurrido en este caso: «una masa negra y pegajosa -lo que habían sido los arreos- se había extendido no solo manchando otras partes de los carros, sino otros objetos que nada tenían que ver con ellos. Así es que, el cuero había desaparecido casi por completo, aunque afortunadamente, como ya dije, tenemos los adornos de oro con que estaban cubiertos». (Op.cit..)
Otras muestras
Sabemos que los egipcios eran hábiles en la construcción de vehículos por las pinturas murales de las capillas funerarias y por los ejemplares de carros encontrados en Egipto durante los siglos XVIII y XIX: hay uno en la colección egipcia de Florencia, y otro en el Museo de El Cairo, descubierto por Theodore Davis en la tumba de Yuya y Tuya, ambos ejemplos notables por su perfección. Están bien construidos, son fuertes y, al mismo tiempo, extremadamente ligeros. Consisten en una estructura de madera moldeada y reforzada y, en uno de ellos, adornada con cuero. Sin embargo, a pesar de su perfecta ejecución y de la belleza de sus líneas, estos carros son del tipo usado por los nobles de Tebas y pueden calificarse de carrocines, ya que no tienen la opulencia de las carrozas, de las cuales el primer ejemplar aparecido fue el bastidor encontrado en la tumba de Tutmosis IV.
Máscara mortuoria de oro de Tutankamón que cubría la cabeza de la momia en el interior del féretro. XVIII Dinastía. El Cairo. Museo Egipcio
Desgraciadamente, este último, descubierto también por Davis y depositado en el Museo de El Cairo, había sido roto por los saqueadores de aquella tumba. Sus ruedas, ejes y varas habían sido destruidos, pero el bastidor, la única parte que quedaba, era no solo un magnífico ejemplo de construcción de vehículos, sino que debió ser una obra maestra de artesanía. Su exterior e interior estaban recubiertos con escenas bélicas y ornamentación tradicional, modeladas en bajorrelieve sobre una estructura de paneles extraordinariamente ligeros, cuyas superficies estaban cubiertas de cañamazo y yeso, que, sin duda, estuvieron a su vez recubiertas de oro. Sin embargo, nunca pudo apreciarse el verdadero significado de su esplendor hasta que se descubrieron ejemplares más completos en la antecámara de la tumba de Tutankamón.
El rompecabezas se completa
En la tumba de Tutankamón las carrozas aparecieron amontonadas y, desgraciadamente, habían sufrido también deterioro, ya que los ladrones las habían manejado sin contemplaciones en su esfuerzo por arrancar las ornamentaciones de oro. Sin embargo, a excepción de algunos detalles menores de la ornamentación que habían sido arrancados —porque eran metálicos- y del cuero que prácticamente había desaparecido, bien se las puede considerar completas pues han conservado incluso sus alfombras.
Como todos los ejemplares conocidos, los bastidores de estas carrozas no tienen asiento alguno. El auriga iba siempre de pie y raramente se sentaba mientras conducía. La parte trasera está completamente abierta a fin de que el conductor pudiera saltar rápidamente al suelo o volver a subir, según fuera necesario. El piso de estos carros consistía en una mezcla de correas de cuero entrelazadas, recubiertas con una piel de animal o una alfombra de lino de considerable espesor a fin de hacer el movimiento del carro más fácil gracias a su flexibilidad. En el caso de los carros egipcios, se conseguía mayor comodidad colocando las ruedas y el eje lo más atrás posible, utilizando así la máxima flexibilidad de la vara.
El carruaje propiamente dicho lo componía un eje y dos ruedas. Estas piezas estaban colocadas en la parte posterior del bastidor, pero como este descansaba en parte sobre la vara y esta a su vez estaba fija al eje, la vara formaba también parte de la infraestructura del carruaje. Así como el bastidor del carro se apoyaba en el eje y la vara, esta estaba muy doblada en aquel extremo, de modo que el suelo del bastidor, una vez atado a los caballos, quedaría más o menos horizontal. De este modo, el peso del cuerpo y el del auriga se repartía en parte sobre las ruedas y en parte sobre los caballos, pero cuando el conductor se colocaba muy atrás en el cuerpo, era el carruaje propiamente dicho el que recibía la mayor parte de su peso. El bastidor se unía al eje y la vara por medio de tiras de cuero y gruesas correas que lo fijaban al palo de la vara por su borde delantero superior. De ello puede concluirse que la vara servía no solo para uncir los caballos, sino también en parte como infraestructura o carruaje propiamente dicho.
Carro reconstruido como los encontrados en la tumba de Tutankamón
Las ruedas de seis radios mostraban en su ejecución unos conocimientos mecánicos especializados. Su construcción, extremadamente ligera, se concentra en hacer el cubo y las varas lo más fuertes y duraderas posible para una rueda de madera. Su estructura consiste en seis piezas en forma de V hechas de madera moldeada, destinadas cada una a formar un segmento del cubo y la parte central de los radios una vez encajadas en las muescas del cubo, ensamblan unas partes con otras, formando un cubo perfecto. Las bridas, cubo y radios, una vez encajados, se ataban con cuero sin curtir que, al secarse, se encogía, manteniéndolos unidos. Los radios parecen encajados en la llanta, o parte exterior de la rueda y los «neumáticos» eran de cuero.
Tumba de Tutankamón. Conjunto de carros relucientes de oro e incrustaciones. Reproducción de foto de la época, cuando se abrió la tumba en 1922
Se colocaban aguijones en forma de espuelas en el arnés delantero y en la brida a fin de evitar que los caballos se salieran del eje de arrastre. Como solo se encontraron dos de estos aguijones para cada carro, parece que solamente se colocaba uno en cada caballo, por la parte exterior).
Texto y Fotos: Julia García Rafols – Experta en Historia del caballo