Parece absurdo tratar el paso después del trote (artículo publicado anteriormente aquí); sin embargo, lo hago porque creo firmemente que el paso es el producto del trote.
Un caballo que al principio de su doma no ha sido trotado en sus tres distintas maneras de trote: reunido, medio y largo, no podrá caminar con un buen paso. Un caballo de campo tiene, por necesidad, que andar bien. Son muchas las horas que un vaquero ha de pasar sobre su cabalgadura y, por tanto, ha de hacerlo de la mejor y más cómoda manera posible.
Siempre se habló en lenguaje vaquero del paso “castellano”. A ciencia cierta no sé a qué se debe la expresión castellano en esta manera de andar al paso. Lo que sí es cierto es que el paso castellano encierra una belleza y una comodidad difícil de explicar a través de unas simples líneas. En el paso castellano podemos apreciar, ante todo, un equilibrio difícil de calibrar: trasero bien metido bajo la masa, pisando con el pie, encima y por delante de la huella de la mano, el cuello erguido, la cabeza en vertical, todo él redondo. En una palabra, reunión.
El paso castellano es el máximo de reunión del caballo al paso. El mosquero actúa, de un lado a otro de la cara, cual diapasón en el músico. Cierto que esta frase ha sido muy usada por comentaristas en pruebas de Doma Vaquera, mas es más cierto que lo identifica tan bien que no encuentro otra idea más idónea para igualarla.
El movimiento del mosquero es producto del ritmo, armonía, cadencia y equilibrio que existe en el paso. No soy músico, pero creo que ritmo, armonía y cadencia tiene algo que ver con el noble arte de la música.
No pretendemos nunca que nuestro caballo haga un buen paso si no hemos conseguido anteriormente de él un buen trote. Recordemos que la doma no es más que una gimnasia. En el trote hemos metido los cuartos traseros bajo la masa, los músculos de toda la cadera se han ejercitado, se han hecho fuertes, al caballo ya no le cuesta trabajo meter los pies hasta alcanzar la huella que ha dejado la mano.
Ahora bien, hemos de tener muy en cuenta que, para que el caballo tenga un buen paso, ha de tener deseos y ganas de ir hacia delante, y para esto su nariz y boca no pueden estar heridas. Perdonadme que vuelva a insistir en el tema, mucho más, cuando más adelante pienso volver sobre ello. Un caballo herido de la nariz, o de los asientos, no puede jamás sentir deseos de caminar hacia delante. Por tanto, cuidemos esta cuestión de manera especial para conseguir un buen paso. Estoy harto de ver caballos en el campo, y sobre todo en las pruebas de doma, que no consiguen andar al paso con cadencia, ritmo y armonía. Casi todos o todos tienen la nariz y asientos sangrantes.
Para que un caballo camine tiene, ante todo, que ir tranquilo, confiado y relajado. Si está esperando el castigo, siempre estará en guardia, a la espera de una enmienda fuerte. Lo que muy acertadamente en el argot taurino se llama echar las manos por delante, es lo que hace la mayoría de nuestras jacas cuando las ponemos al paso.
Mediante el trabajo del trote a que sometemos a nuestro potro, aparte de impulsar el cuarto trasero hacia delante, empujamos al caballo sobre el bocado, es decir, notaremos en nuestra mano el peso de la impulsión que hemos dado. Entonces es cuando podemos decir que el caballo está en la mano. El caballo que no está en la mano jamás podrá caminar al paso, retrotará, a lo que por aquí se conoce por paso colado, es decir, que mientras las manos actúan como si fuesen al paso, los pies se mueven con el mecanismo del trote.
Es preferible que, al principio del trabajo con un potro, se empiece por el trote y no preocuparse demasiado de si coge o no el paso. Luego de haberlo trotado en círculo y por derecho, tras haberse calentado su lomo y puesto todo su mecanismo en movimiento, cuando ya sintáis en vuestra mano el apoyo de la impulsión a que lo estáis sometiendo, es cuando el caballo puede empezar a caminar con un paso relajado, simétrico y con un equilibrio suficiente.
El galope
En Doma Vaquera se usa mucho el galope corto –me atrevería a decir “se abusa”-, el arreón y el galope a cuatro pies o galope largo. Sin embargo, se omite o casi no se usa el galope medio. Galope de trabajo, que dicen los alemanes, o “canter”, como le llaman los ingleses.
El abusar del galope corto o también galope reunido no es bueno, al menos al principio de la doma, ya que no entra bajo la masa el tercio posterior. Debemos acostumbrarnos a someter a nuestro caballo al trabajo, tanto en el paso como en el trote y galope, de manera parecida a como somete un músico a su acordeón: Alargar y acortar.
Nuestro potro tiene que ser al principio el fuelle del acordeón. Solo mediante este ejercicio de alternar los alargamientos y acortamientos podemos llegar a una buena reunión. Es de suponer que nuestro potro no resiste –por falta de reunión- un galope corto. Es desaconsejable ponerlo a correr a cuatro pies, que lo excitaría, al tiempo que, al sacarlo del paso, no podríamos dominarlo. Por tanto, el galope que debemos usar con el potro es el galope medio, sobre todo al principio de la doma. Usar mucho la transición del trote al galope; sacarlo siempre del trote sobre un círculo, mantenerlo en este círculo dos o tres veces. Seguidamente estirarlo por la pared larga del picadero para nuevamente meterlo en el círculo, refrescando el trote y sacándolo nuevamente al galope cuantas veces haga falta, hasta que consigáis el galope tranquilo. Al igual que en el trote, debemos procurar que el círculo sea amplio; el potro no tiene aún el suficiente equilibrio para desarrollar un galope en círculo pequeño. Por veces, y precisamente por esta falta de equilibrio, el caballo se cambiará de pie, llegando a galopar con pie y mano distinta, lo que se llama galope desunido. Es mejor, en estos casos, volver al trote y comenzar nuevamente: aligerar el galope para que vuelva a cambiar el pie lo excitaría.
El galope trocado
Mucho se ha discutido y se discute sobre si en la Doma Vaquera se debe de usar el galope trocado. Yo no solo creo que se debe de usar, sino que creo firmemente que se ha usado por los vaqueros antiguos, aunque de una manera casual e inconsciente. Sabido es que, antiguamente, los jinetes vaqueros solo usaban el galope a la mano derecha, e incluso se pensaba que hacerlo a la mano izquierda era defectuoso e incómodo; mas estos caballos que solo galopaban a la derecha, cuando por alguna necesidad tenían que girar, obviamente estaban galopando en trocado.
El galope trocado no tiene más objeto que equilibrar al caballo en su galope, aparte de corregir algunas cosas como desviaciones de grupa, rigidez en algunos de sus movimientos, etc.
Tenemos que tener en cuenta que cuando el caballo va galopando en círculo a la derecha con el pie y mano izquierda, esto es el trocado, el equilibrio ha de ser perfecto, ya que está describiendo un círculo a la derecha, con todo su peso hacia la derecha pero con su mecanismo izquierdo: pie, mano e incurvación izquierda. Esto, repetido, ayuda a equilibrarlo, su mandíbula resistente se descontrae, la grupa que tiende a irse en un galope firme, se fija. En una palabra, nos ayuda a tener más nuestro caballo entre las piernas y la mano.
Descontado el problema de si se usó o no se usó por nuestros predecesores, lo que sí es cierto es que el galope trocado es de una gran ayuda en la doma de nuestro caballo campero.
Texto y Fotos: Luis Ramos Paúl in memoriam