Al caballo se le enlaza por el cuello, para esto se necesitan al menos dos hombres, el potro tira y los hombres tiran y aflojan. El lazo debe correr bien, pues si se atranca en el cuello puede asfixiar al potro, que cuando se encuentra sin aire se cae al suelo violentamente. Esta parte es importante, como siempre, la paciencia es la que manda, no valen las prisas.
Cuando el potro se cansa, empieza a ceder y a dejar que el domador se arrime lo suficiente para tocarlo, siempre con mucho cuidado, pues el animal está asustado y puede reaccionar de muchas maneras. Hay que entrarle siempre a la paletilla izquierda en diagonal, hablándole. Hay domadores que empiezan rascándole con la vara, otros le echan agua de un cubo en el pecho con las manos, otros, directamente, intentan tocarlo con la mano. Cuando el potro tira, los hombres tiran asfixiando al pobre bicho, cuando no tira se afloja. Y en este tira y afloja estarán el hombre y el caballo hasta que el animal ceda y se deje tocar. Cuando esto ocurre, el domador afloja el lazo con la mano izquierda acariciando la paletilla izquierda con su mano derecha, que entre otras cosas sirve para recibir un empujón del potro, siempre con mucho cuidado, el potro aprende que si tira se asfixia, y poco a poco cede.
El tiempo de esta operación depende del carácter del potro, pero hay que pensar que de dos o tres horas es lo normal. Un caballo domado que se acerque lo tranquiliza, aunque al principio estorba más que ayuda.
Una vez que el potro se deja tocar, se le pone un serretón forrado y se le hace andar detrás del caballo domado hasta la cuadra, siempre con el lazo, si tira se asfixia y si cede está mejor.
En la cuadra se pasan las dos cuerdas, la del lazo y la del serretón por una argolla y se ata en otra que esté, por lo menos, a dos metros, el potro dará otros cuantos tirones, al principio hay que quedarse en un rato mirando por si acaso, pero el pobre bicho está tan quebrantado que normalmente se está quieto mientras nadie le diga nada.
La fuerza natural del animal nos será de mucha ayuda si sabemos controlarla y trabajarla. Con esta predisposición y nuestro conocimiento y paciencia, el camino a recorrer será más fácil
Si hay en el pesebre un poco de heno empezará a mordisquearlo, así se le deja un par de horas, después se suelta y, siempre ayudado por el caballo viejo, se lleva otra vez al corral, esta vez se defenderá muy poco, se le cambia el serretón por un cabezón de cuadra, al lazo se le hace un nudo para que no corra, se le da agua en un cubo y se mete en la cuadra.
La noche la debe pasar suelto con el lazo (con nudo para que no se asfixie) en el cuello, y el ronzal del cabezón, que será más largo de lo normal, suelto también. Al día siguiente se continúa lo mismo, siempre ayudado por el caballo domado, se le da agua en un cubo, se acaricia y se ata en la cuadra, si está entregado se le quita el lazo, se le deja puesto el cabezón de cuadra, pero si todavía pelea mucho se le puede poner el serretón.
La cuerda
Dar cuerda parece muy fácil, pero dar cuerda bien es dificilísimo. Un domador que dé cuerda bien tiene la mitad de la doma hecha. No es lo mismo dar cuerda para que el caballo se caliente o haga algo de ejercicio, que para domar.
Cuerda para domar: cuando el caballo lleva dos o tres días entrando y saliendo del picadero detrás de la madrina (caballo domado), y dando ya algunas vueltas en redondo hacia las dos manos, lo dejamos solo en el picadero, con el ayudante en el medio, con la cuerda cogida, en principio un poco corta.
Paciencia
Empezamos a enseñarle a cabestrear, o sea, a seguir la misma dirección del que lo lleva, el domador lo va empujando con la fusta, siempre despacio y con infinita paciencia, “conseguir poco de cada vez” puede ser un buen lema. Poco a poco, el ayudante va soltando cuerda y el domador sigue con la fusta. Después un hombre solo con la cuerda en la mano y la fusta en la otra le obliga a dar vueltas alrededor del domador, el primero irá detrás del caballo y a la distancia que marque la fusta, para poder llegar a la grupa.
Es importante no dar voces ni hacer gestos violentos. En pocas lecciones el potro dará cuerda a los dos lados (si el domador es zurdo, mejor a la derecha, si es diestro, mejor a la izquierda).
Hay verdaderos virtuosos con la cuerda, y es una bendición del cielo verlos trabajar. Despacio y sin aspavientos consiguen calmar al potro y hacerle obedecer al paso, al trote y al galope, para y arrancar siempre a la mano de dentro, si es a la derecha con la derecha, si es a la izquierda con la izquierda. La pata es igual de importante, esto, como es natural, al galope.
Texto: Gregorio Moreno Pidal – Libro editado por Lettera «Doma de Campo» / Fotos: Redacción