Durante los días 4 y 5 de agosto se celebró el ya tradicional concurso nacional de Acoso y Derribo de la bella ciudad salmantina de Ciudad Rodrigo, que este año alcanzaba su veinticuatro edición. Organizado por el Ayuntamiento de la antigua Mirobriga, en estrecha colaboración con la Asociación de Garrochistas de Castilla y León, presidida por Francisco Javier Moro Lajo, contó con la participación de cuarenta colleras que se dieron cita en el corredero de Casablanca, al pie de la carretera de Cáceres.
Los fieles al palo
Alrededor de mil personas se congregaron ambos días para presenciar el bello espectáculo que ofrecieron las cuarenta colleras venidas de todas las comunidades donde se practica esta bella disciplina vaquera, destacando Andalucía, que envió veintiuna, Extremadura con diez y Castilla y León con nueve. En la representación extremeña estaban incluidos garrochistas portugueses, los hermanos Cruceiro, ya que en el país hermano también ha arraigado este bello deporte y cuenta ya con un buen plantel de grandes garrochistas.
Calidad en la arena
Pero pasemos a la competición. La calidad media de las distintas colleras participantes era bastante alta, por lo que a pesar del ganado, pudimos disfrutar de una buena primera jornada, con cuatro colleras con la máxima puntuación (30 puntos), las formadas por Manuel Peña Gómez Pantoja y Juan Antonio Peña Gómez, Ignacio Molina Candau y José María García Campillo y Juan José Rivas Serrano y Manuel Sánchez Muriel, así como la integrada por los hermanos Julio e Ignacio de la Puerta García-Corona; una con 29, Miguel Higuero Zúñiga y Rufino Muñoz Rubio; dos con 27, Fernando Castaño Castillo y Manuel Sánchez Muriel y Borja Holgado y Juan José Villoria; una con 25, Juan Antonio Peña Gómez y Manuel Martín Asian, y otra con 24, Ernesto Campos Peña y Luís Jiménez Márquez. A destacar también las buenas actuaciones de José Peña Ortega y Manuel Martín Asian; Juan Antonio Alonso López y Francisco Moreno Domínguez; Álvaro Verdugo Simón y Antonio Torrado Palomo; y Jaime Guardiola Villamaría y José Ramos Jiménez.
La nota de corte para pasar a la final del día siguiente se estableció en 18 puntos, lo que consiguieron 23 colleras. A reseñar la espectacular caída que sufrió el destacado garrochista lusitano José María Cruceiro, en la cara misma de la res, afortunadamente sin consecuencias físicas para el jinete.
Rivales en la final
La jornada del domingo, tras correr por la mañana las vacas de repetición del día anterior, aumentó si cabe el nivel del día anterior, ya que el ganado corrió mejor y la pericia de los garrochistas hizo que se mantuviera la emoción hasta el último momento. En este día fueron dos las colleras que hicieron pleno, las formadas por Juan Antonio Alonso López y Francisco Moreno y la de Pedro Torres Gallego y Domingo Flor Parrado. 29 puntos consiguió la formada por Jaime Guardiola y José Ramos, con 27 Fernando Castaño y Manuel Sánchez Muriel y con 24 puntos, Ignacio Molina y José María García Campillo. Tras ellos y con 23 puntos se clasificaron las colleras castellano-leonesas integradas por Antonio García Sánchez y Carlos Casamayor Trujillano y Borja Holgado y Juan José Villoria. Un punto menos consiguió la collera Ernesto Campos Peña y Luis Jiménez Márquez.
Todo ello produjo un doble empate a cincuenta y cuatro puntos entre las colleras formadas por Ignacio Molina Candau y José Mª García Campillo y Fernando Castaño Castillo y Manuel Sánchez Muriel, que dirimirían el primer puesto de la clasificación corriendo otra vaca mansa a tres echadas. Tras correr ésta, Ignacio Molina consiguió dos echadas con voltereta consiguiendo 12 puntos y Fernando Castaño otras dos echadas con voltereta y una sin voltereta consiguiendo un total de 15 puntos y obteniendo así, de forma brillante y emotiva, la victoria en esta XXIV edición del Concurso Nacional de Ciudad Rodrigo.
El nivel demostrado por los participantes de este concurso ha sido muy elevado, demostrando que esta disciplina campera está en una época dorada y que hay muchos garrochistas capacitados para ganar cualquier concurso. Pero no quisiéramos dejar escapar esta oportunidad para destacar la magnífica actuación del excelso garrochista sevillano Ernesto Campos Peña, con ese particularísimo estilo que le caracteriza. Es, quizás, para el que esto escribe, el garrochista más completo del panorama actual. Ernesto Campos es un garrochista de arte, su forma de derribar tiene belleza. Corre a la antigua usanza, realizando la faena “asomándose al balcón”, con el palo muy pegado al pecho, los estribos cortos, apuntando y sacando el palo “de abajo” antes de la reunión. Gusta de abrirse poco, lo justo para ver la echada y suelta bastante “enhilado”. Siempre corre con caballos muy altos de sangre y la garrocha de madera siempre. Es un tratado de buen hacer con la garrocha, sin duda influido por su maestro y amigo Luis Guardiola, al que también vimos a caballo por el corredero de Casablanca y añoramos con su presencia las muchas lecciones que este garrochista de leyenda escribió con letras de oro por todos los correderos y que le hicieron proclamarse tres veces Campeón de España de la disciplina.
Texto y fotos: Antonio PÉREZ
SUMARIOS
Sumario 1:
El nivel demostrado por los participantes de este concurso ha sido muy elevado, demostrando que esta disciplina campera está en una época dorada y que hay muchos garrochistas capacitados para ganar cualquier concurso
Sumario 2:
Ernesto Campos es un garrochista de arte, su forma de derribar tiene belleza. Corre a la antigua usanza, realizando la faena “asomándose al balcón”, con el palo muy pegado al pecho, los estribos cortos, apuntando y sacando el palo “de abajo” antes de la reunión
El “tirón de orejas”
Al animoso Comité Organizador, aunque cumplió adecuadamente en su actuación en líneas generales, debemos darle un pequeño “tirón de orejas”, ya que dos aspectos del concurso dejaron bastante que desear. Por una parte, el corredero, que se había desplazado un poco hacia el norte del emplazamiento de otros años, tenía un deficiente cerramiento en la zona de corrales y en el lateral opuesto a la tribuna de espectadores, lo que dio lugar a que muchas vacas huyeran por ahí, dado que tenían una marcada querencia hacia ese lateral que les llevaba a la cercana finca de donde provenía el ganado.
Por otro lado, el personal de corrales era poco profesional y demostró sobradamente su falta de pericia en el desarrollo de tan importante labor, con carreras innecesarias que el ganado acusó después en el corredero y provocó numerosos embroque y por ende muchas vacas de repetición, así como mucha lentitud en sacar las vacas que pedían las colleras. Ello hizo que el primer día se alargara la competición hasta el inicio de la noche y que hubiera que dejar las veintisiete repeticiones para la mañana del día siguiente. Al día siguiente mejoró algo la situación, ya que la dirección del concurso autorizó a los garrochistas a sacar ellos mismos las vacas.