Queridos amigos de Trofeo Caballo, para este reportaje hemos tenido la gran suerte de ser invitados a una ganadería que es parte de la historia de este país por méritos propios y que ha inscrito su nombre con mayúsculas en el mundo de la tauromaquia. Estamos hablando del legendario hierro de Pablo Romero, actualmente Partido de Resina. Por vicisitudes de la vida esta mítica ganadería no atraviesa por sus mejores momentos, el comportamiento de sus toros hacen que no todos los toreros sepan estar delante de ellos. Es una lástima, pues este hierro debería recuperarse por el bien del mundo taurino y por el bien de la historia. Pues como decimos fuimos invitados para fotografiar el embarque de una novillada que se iba a lidiar en Calasparra (Murcia) y que se hace imprescindible la figura del caballo vaquero.
Nuestra primera sorpresa fue que al llegar al patio sólo había dos caballos con los “chismes” puestos y al entrar en los boxes sólo había tres más. Luego en un corral pudimos ver alguno más pero poca cosa. Allí en el patio nos presentaron a una persona que sin duda alguna sabe más de esta ganadería que nadie, Manuel Muñoz Ruiz, cuarta generación de mayorales de Pablo Romero.
Tras las presentaciones, muy amablemente se puso a nuestra disposición, nos facilitó las indicaciones oportunas de donde él creía que debíamos colocarnos para poder fotografiar el encierro. Tras montar a caballo nos estuvo explicando lo que se iba a hacer. En primer lugar, fueron a por los cabestros a un cercado contiguo a la finca. Pudimos comprobar para nuestra sorpresa cómo alguno de los bueyes eran toros de la propia ganadería que al ser capados y domesticados ejercían la labor de mansos, así que cuando se ven venir de frente se pueden confundir con toros bravos.
Pues bien, una vez recogidos los cabestros magistralmente por Manuel y su ayudante, se fueron acercando lentamente al corral donde se encontraba el primer novillo, un animal muy cuajado y muy bien hecho, el cual fue envuelto por los bueyes y “achuchado” por los dos caballistas hacia la “mangá” que daba a los corrales. Una vez dentro se sacaron los bueyes despacio, sin prisas, como se hacen las cosas en el campo, dejando al novillo con uno de ellos para que se tranquilice.
A continuación y a galope corto, como mandan los cánones, con los mansos por delante cruzan un corral y van a por otros dos novillos, de impresionante la cabeza de uno de ellos, los cuales son “arreados” a muy corta distancia por Manuel y su caballo, que a galope los mete en una de las corraletas. Una vez allí se aprovecha el impulso que ya traen y se les mete al corral que da a los corrales de embarque dejándolos allí y efectuando la misma labor sacando los bueyes, dejando uno con los novillos.
Una vez realizada esta labor, Manuel nos indica que si aparatosa era la cabeza de algún novillo de los que ya estaba allí, “veréis el que vamos a traer ahora, el número 40” . Y no le faltaba razón, un novillo corniveleto de pelo cárdeno que, madre mía, al que le tocase en el sorteo. Este vino con un lote de seis novillos de los cuales tres se dejaron aparte por si alguno de los reseñados no pasaba el visto bueno. Una vez separados a caballo el nº 40 y otros dos de parecidas hechuras se “aprietan” junto con los bueyes hacia los corrales donde se les cierran las puertas, cortándoseles el paso hacia la libertad y a partir de ahora es cuando un toro bravo comienza a servir para lo que se ha criado.
Concluida toda la faena a caballo y una vez que los novillos están en los corrales de embarque, donde se puede apreciar lo “fuerte” que va presentada la novillada, el mayoral y su ayudante dejan los caballos en las cuadras y echan pie a tierra preparándose para embarcar. El camión ya está colocado en la rampa del embarcadero, se nos pide silencio y comienza la faena despacio, muy templado siempre hablándole a los novillos, nunca dando voces, y como dato curioso diremos que debido al calor de estos días se procede a refrescar a los toros con una manguera, lo que agradecen quedándose quietos. A continuación y con ayuda de los mansos uno a uno van pasando por el laberinto de puertas y pasillos que poco a poco se van estrechando hasta llegar a las puertas del camión, que espera levantada para caer nada más pasar el animal. Y así los siete novillos van entrando, algunos con más resistencia, otros suavemente y por esta vez sin problemas. En media hora corta se embarca la novillada y a su vez siete ilusiones puestas en estos animales que con el trabajo de mucha de las personas que están alrededor, junto con los amantes del hierro de los toros “guapos”, deseamos que se recupere para el bien de la fiesta y por el bien de la historia de este país. Mucha suerte a todos los que están luchando por este hierro. Al término del embarcadero estuvimos despidiéndonos de Manuel, el mayoral, agradeciéndole su disposición y su colaboración en todo momento, demostrando así la clase de persona que es y demostrando con ello cómo es la gente de campo, siempre con la verdad y con la humildad por delante, muchas gracias señor mayoral.