Su labor ha dejado un vacío irremplazable en el sector. Su modestia, su humildad, su espíritu de servicio y su responsabilidad, marcada por su procedencia militar, que inculcó un gran respeto por las jerarquías, siempre le mantuvieron en un segundo plano, en el que él se sentía como caballo en el prado.
Los ganaderos catalanes depositaron en él la confianza para la gestión de sus documentos; su buen hacer, su entrega, su sentido del humor, su predisposición al trabajo y sus conocimientos le avalarán para siempre.
Pasó por diversas asociaciones como director técnico, a las que dedicó el tiempo como a si se tratara de su propia familia, más de la mitad de su vida colaborando en todo aquello que fuera por y para el bien del caballo y de la cría en España.
Saltó desde el año 1954 al 2010, con una alegría envidiable, de quien disfruta de su trabajo. Recordaba anécdotas del 70 y del 80 o del 90, nombres de caballos, yeguadas, ganaderos, transmitiendo siempre la emoción de quien vuelve a vivir el momento como si fuera ya mismo…, por ello decidió finalizar sus días al lado de los que le dieron soporte y amistad incondicional, la familia Jorodovich, de la Yeguada Can Maynou, quienes no tienen más que palabras de cariño, amistad y agradecimiento a su labor y buen hacer.
Nació en el año 1936. A los 18 años entró como voluntario en el ejército y solicitó plaza en el cuerpo de Caballería. Vivió por y para los caballos.
“El Capi” un día me dijo: “Niña, el día que me cueste levantarme, no vuelvo”, y así lo ha hecho, a los 73 años con las botas puestas.
María Luisa Sala Shelly.