A pesar de que Juan Antonio descubrió su pasión por la Doma Clásica durante los Juegos Olímpicos de 1992, en tan solo diecisiete años se ha colocado entre los mejores jinetes de esta disciplina, corriendo en la categoría de Gran Premio con caballos hechos por él junto a algunos de los que en su día fueron sus alumnos. Esto denota no solo talento sobre la pista, sino también talento para enseñar a ser grande sobre un caballo.
Es el año 1959, y en pleno mes de mayo, nace en Córdoba la persona que llegará a ser un gran jinete reconocido mundialmente por su arte sobre el caballo en la pista de competición. Deciden llamarle Juan Antonio, y se empapa desde el primer aliento de vida de todo lo que está relacionado con los caballos. De eso se encarga su padre, jinete que ama el mundo del caballo y sabe transmitirle la dedicación y la calma que este bello animal requiere.
Los primeros pasos de Juan Antonio sobre un caballo son en los Montes de Toledo, cuando su padre le enseña la Doma Vaquera. Este tipo de monta le gusta, pero ya se le empieza a notar que sobre la montura es algo más elegante de lo que requiere esta disciplina.
Pasión por los caballos
Han pasado varios años y ya sabe que la hípica y los caballos son su vida, que quiere dedicarse a cuidarlos y entrenarlos. No hay duda, el que será uno de los jinetes más importantes de la Doma Clásica española ve claro su futuro. Ha comenzado la década de los 70, y se traslada con su familia a Madrid, ciudad que le verá crecer como jinete. Pasa el tiempo y sigue con su afición por la hípica, tiene 20 años y comienza a tomar parte en algunos concursos de Doma Vaquera y de alta escuela. En estos momentos, la Doma Clásica aún no está consolidada en España, lo que más se practica en esta época es la alta escuela, la vaquera o la doma para el campo, para las vacas. Juan Antonio pasa unos años participando en concursos de ambas modalidades y haciendo espectáculos en las plazas de los pueblos, a pesar de su montura clásica.
Una decisión acertada
1992 es un año decisivo para el jinete, pues ve por primera vez en vivo y en directo una competición de Doma Clásica durante las Olimpiadas de Barcelona. A partir de ahí corta con la vaquera y la alta escuela y decide centrarse solamente en Doma Clásica. En esta época la disciplina que más se practica en España es el Salto, pero no le llama la atención. Al ver a la alemana Isabel Werth durante una reprise, se da cuenta de que la Doma Clásica tiene que entrar en su vida definitivamente.
Desde entonces, se centra solamente en esta disciplina y va consiguiendo posicionarse entre los mejores gracias a su instinto sobre la montura, pues no toma clases con ningún profesor, sino que aplica lo aprendido en la alta escuela.
Pasan los años y va creciendo como jinete, tanto, que durante el Campeonato de España en Sevilla le ve el seleccionador y pide a la Federación Española que entre a formar parte del equipo. Es 1998 y comienza su andadura con ‘Guizo’ en el equipo español. Poco antes de entrar en el equipo, había tomado cuatro clases con Davenport, su primer profesor en esta disciplina, aunque pocas clases le bastan para empaparse de todo lo que le podía aportar el jinete. Hasta entonces, no había tomado clases de Doma Clásica con nadie, pues según nos ha asegurado, “siempre he sido muy autodidacta. Cuando llevas toda la vida montando, el instinto te dice cómo hacer las cosas”. Es entonces cuando a manos de Jan Bebelmans va a Alemania a entrenar con el equipo y empieza a competir fuera. Desde ese momento, acude cada año a entrenar a dicho país.
No ha pasado tanto tiempo desde que entró en el equipo y consigue grandes logros deportivos junto a su gran compañero ‘Guizo’, y a la vez imparte clases y clinics en su escuela.
Sale el sol y…
Es un nuevo día de invierno y el equipo de Trofeo Caballo se desplaza hasta la Escuela Juan Antonio Jiménez, situada entre el Río Tajo y Borox, un pequeño pueblo de Toledo. Al entrar en la finca El Quinto nos encontramos con Carlos, que nos acompaña al picadero cubierto, donde Juan Antonio está dando instrucciones a uno de sus ayudantes.
Con la sencillez y la amabilidad que le caracterizan, deja por el momento su trabajo y nos enseña las instalaciones en las que monta e imparte clases a diario. Nos cuenta que se trasladó a esta zona por la tranquilidad y las instalaciones, y que aquí tiene a su disposición un caminador, dos pistas para dar cuerda, un picadero cubierto y otros dos exteriores para poder realizar su jornada de trabajo lo mejor posible. Es imposible no fijarse en los alrededores, la finca está rodeada de campo, algo muy importante para el jinete y una de las características del lugar que más le gustó a la hora de trasladar aquí su escuela. Nos comenta al respecto que “en esta zona hay mucho campo, y es algo que tuve en cuenta porque los sábados hay que salir de la pista y aquí hay muchas cuestas arriba, lo que es importante. Para los caballos, el subir y bajar cuestas les ayuda mucho a equilibrarse, les viene bien, porque les refresca de tanta pista, los relaja mucho, y eso es favorable para el trabajo”.
Juan Antonio lleva en la escuela desde las ocho de la mañana, que es cuando dan de comer a los caballos durante el invierno. Tras revisarlos y ver que están bien, comienza, como cada día, a preparar algunos caballos junto a sus cuatro ayudantes. A las diez y media de la mañana, el jinete acompaña a sus ayudantes y les da incontables consejos sobre la monta.
A continuación, monta uno de sus caballos y lo trabaja sobre la pista, pues a partir de este momento y hasta las tres de la tarde, que suele hacer un descanso para comer, trabaja con varios de los ejemplares que entrena.
Mientras trabaja sus caballos, nos deleitamos con su impecable monta clásica que le caracteriza, y no podemos evitar preguntarle cuál es el trabajo diario que suele desempeñar con sus caballos para llegar a lo más alto. Lógicamente, no es el mismo trabajo el que se tiene que realizar con un potro que con un caballo que está en competición. En cuanto a los potros, no se montan todos los días, aunque depende también de la edad del potro. “Los de cuatro años normalmente los montamos tres veces a la semana, el resto de días, los paseamos por el campo, hacen ejercicio en el andador, los soltamos en el prado… Solamente tienen tres días de pista”, nos dice.
El trabajo que les pide a los más jóvenes depende siempre de su edad. Dependiendo de la experiencia del jinete, a los potros jóvenes simplemente se les monta hacia delante sin pedir más. Es un trabajo de paciencia durante toda su doma. Según Juan Antonio, sobre los cinco años, depende del caballo, comienza la fase de reunión, y es cuando empiezan a trabajar y a hacer más ejercicios, pues los años anteriores se dedican básicamente a la gimnasia, lo que no es menos importante que el resto, pues todo cuenta para el futuro. Es entonces cuando comienzan a trabajar los laterales y los cambios de pie. “De todas maneras, a mí me gusta llevar los caballos muy despacio, porque quiero tener caballos de Gran Premio, y para eso hay que cuidarlos de potros, y no los puedes presionar”, nos dice Juan Antonio, y continúa: “Yo no saco nunca el máximo a los potros, porque sé que si se les fuerza de jóvenes, en el futuro nos pueden dar problemas. Por eso prefiero que no sean potros muy ganadores, pero que luego sean caballos ganadores en Gran Premio, que es realmente una etapa larga”.
En la doma es a partir de los ocho años cuando empiezan a hacer la prueba más importante, el Gran Premio, por lo que “desde los tres a los ocho años es cuando tienes que cuidar una buena base, una buena gimnasia, para que cuando lleguen a ser atletas estén bien preparados y puedan aguantar toda la presión que requiere un Gran Premio, que tengan bien formada la musculatura, que puedan aguantar toda la presión que hay que darles, porque un Gran Premio es muy duro”, nos explica Juan Antonio.