En las sucesivas expediciones hacia América, tras la senda marcada por Cristóbal Colón, se siguió el formato de viaje en el que varias naves regían su ruta y rumbo según una Nao Capitana.
Con la intención de poder moverse con más facilidad y recorrer más tierra, y para poder acarrear y transportar toda la cantidad de utensilios que llevarían para fundar y construir poblados a orillas de los ríos, el caballo era un compañero de viaje más.
Nuestro colaborador Juan Luis Morales recuerda cómo se llevaban ejemplares domados, de monta y de enganche de tiro, que se ubicaban en las partes bajas de los barcos, encima de las bodegas (donde se almacenaban todas las viandas, para el personal y los animales y el agua para la travesía), estando todo racionado, pues se sabía cuando se empezaba a salir a la mar, pero no cuándo se acababa.
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