Su carrera profesional se inició en las localidades de Villar de la Encina, Villalgordo del Marquesado y Carrascosa de Haro, de las que comienza siendo veterinario sustituto durante dos años (1984-1986), para convertirse después en veterinario interino, plaza que ocupa hasta septiembre de 1990. Posteriormente encamina su carrera hacia el ejercicio libre de la profesión durante los años comprendidos entre el 1990 al 1996.
En 1996, junto a Miguel Bajón Román, funda el Hospital Veterinario Sierra de Madrid en el que ejerce de jefe del servicio de cirugía.
Compaginó su labor al frente del Hospital con la asistencia como veterinario de campo a diferentes pruebas nacionales e internacionales de Raid y la atención durante varias temporadas de las cuadras de caballos de la Plaza Monumental de Toros de las Ventas de Madrid.
Director del Hospital Veterinario Sierra de Madrid desde su inauguración en 1996, dirigió el centro con ímpetu e ilusión situándolo a la vanguardia del sector. Su firme decisión y su capacidad de liderazgo han mantenido durante 12 años en constante ebullición un ambicioso proyecto, que rápidamente se consolidó como una de las realidades veterinarias florecientes de mayor expansión en la última década.
Probablemente, el acontecimiento clínico que más impacto tuvo en la prensa nacional fue la salvación de seis de los doce caballos de la cuadra Domecq, brutalmente asaltada en junio de 2001 cuando volvía de torear de Las Ventas. Los rejoneadores jerezanos no dudaron en desplazar hasta Madrid a sus valiosos caballos para que fuera Luis de la Ossa el que decidiera el futuro de los animales. Contra todo pronóstico, De la Ossa consiguió salvar la vida de la mitad de la cuadra.
Luis de la Ossa, poseía una gran energía interior, que le impulsaba a atreverse con grandes retos y que supo transmitir a todo aquello que le rodeaba. Junto a su compañero de fatigas, Miguel Bajón, agrupó un gran equipo de profesionales veterinarios que formaron el equipo multidisciplinar más polivalente del sector, y lo empujó hacia el éxito, creando el hospital veterinario con mayor número de especialidades del país.
Las personas que hemos compartido vivencias con él, conocemos sobradamente su capacidad personal de persuasión y motivación, capaz siempre de involucrar a las personas en su proyecto de forma satisfactoria. Su empeño, su convencimiento y su tenacidad, no aceptaban fácilmente una negativa por respuesta.
Fue recto, riguroso y justo con todos, siempre dispuesto a ayudar. Fue una gran persona, con principios limpios y puros en los que creía firmemente, gran amigo y compañero de inmensa generosidad escuchando a su entorno, para el que siempre tenía ese momento que cada uno necesitaba.
Pero eso sí, mantuvo a todos ocupados y empeñados en sus tarea y nunca cesó su inagotable empuje, incluso días antes de abandonarnos.
En síntesis, se ha marchado un gran hombre. De trayectoria intachable, un gran veterinario de extensa andadura y repercusión profesional. Un emprendedor, un valiente capaz de superar cualquier dificultad.
Luis de la Ossa deja una gran huella y un gran vacío en todos aquellos que le hemos conocido y tuvimos la suerte de compartir momentos con él.