Esta sociedad usa al caballo como un escalón social para ir subiendo peldaños hasta alcanzar una gloria efímera, fatua, falsa. Esto no es nuevo, ya que en el antiguo reglamento de la Caballería, aquel soldado raso que conseguía librar dos batallas sin que ni él ni su caballo fueran heridos, pasaba a ser Caballero. Actualmente, no hay batallas con caballos, sino con armas de fuego o armas sofisticadas, como misiles y bombas atómicas. Pero existe una “guerra social” en la que el que va montado en un caballo está por encima del que va pie a tierra. Ahí están las ferias y romerías de nuestra geografía, en las que hay dos públicos: el que va a caballo que se deja mirar, y el que está pie a tierra, que solo mira.
Ser jinete no es nada de lo anteriormente dicho, aunque los jinetes tengamos que sufrir en “nuestras carnes”, todo lo anteriormente dicho.
Ser jinete no es ir sobre el caballo, ni dejarse transportar, ni dejarse llevar, ni dejarse mirar por ir encima de un caballo.
Ser jinete es sentir lo que se lleva bajo sí y llevar y conducir al caballo, y no que este sea el que te lleva a ti.
Ser jinete es aquel que es capaz de “sentir” las sensaciones del caballo, el que va bajo sí.
Ser jinete es el que corrige con sus ayudas las faltas que comete su caballo inmediatamente después de cometidas, e incluso, a veces, dar la sensación de corregir antes de producirse la falta.
Ser jinete es cuando “sientes” en tu asiento el ritmo de un buen piaffé.
Ser jinete es ordenar a tu caballo un cambio de pie solamente con tu mente, prescindiendo de las ayudas.
Ser jinete es que, en un alargamiento de trote, te sientes elevado por el aire y que no sientas las pisadas del caballo ni el peso de la gravedad.
Ser jinete es que cuando estás ejecutando una pirueta “sientas” que se baja la grupa de tu caballo, que el centro de gravedad se sitúa sobre los riñones tuyos y de los de tu caballo y, sin violencia alguna, solamente con el peso de tu cuerpo, el caballo gira y ejecuta el círculo más pequeño que se puede hacer al galope.
Ser jinete es galopar por el campo, bien sea detrás de un eral o detrás de una liebre perseguida por dos galgos, y ceder la mano o bien cerrarla, para controlar la velocidad.
Ser jinete es estar montando en el picadero, sin que nadie te moleste, y sentirte con tu caballo, hagas lo que hagas. Sentir sus trancos en tu cintura, sentir la impulsión que tú le das con tu asiento y con tus piernas, esa impulsión que va a parar a la boca del caballo y que, a través de su cuello, recibes en tus manos y se establece un circuito entre tus piernas, la boca del caballo, su cuello y tus manos. ¡Esa es la permeabilidad! Que nadie entiende, que muchos maestros han querido explicar en sus libros, que yo no sé si lo habré escrito y explicado con la suficiente claridad. Perdón si no se entiende. Yo tranquilo. Hay otros maestros a los que tampoco se han entendido. Porque todo esto no es cuestión ni de estudiar por parte del discípulo, ni de entrega por parte del maestro, esto ni se estudia ni se aprende. Esto es “sentir el caballo”. Esto es sentir el Arte Ecuestre.
Esto es la permeabilidad entre caballo y su jinete. Yo no puedo explicarlo mejor, como otros no supieron hacerlo. Perdón si no habéis podido comprenderme, pero hay un punto de la equitación que por mucho que te lo expliquen o traten de enseñártelo en las clases “no te llega”, “no te penetra”. Solamente se trata del SENTIR, del SENTIR ECUESTRE… Y vuelvo a pedir perdón a los que no me han entendido. Pero me siento muy tranquilo como otros maestros que quisieron explicar la permeabilidad y tampoco lo entendieron. Sin PERMEABILIDAD no existe el ARTE ECUESTRE. En este punto, el único maestro es el caballo, sobran todos los profesores y todos los maestros.
Ser jinete es saber instruir y enseñar a un caballo. Me gusta más el instruir y enseñar que el término doma, porque doma viene de dominio del hombre sobre el caballo. Enseñar es otra cosa. Enseñar es decirle a un niño: tengo dos caramelos en la mano izquierda y otros dos en la derecha, si te los doy todos, ¿cuántos caramelos recibes? Eso es enseñar. Domar es decirle al niño, ¿cuántos son dos más dos?, y si el niño no acierta, se le da un coscorrón en la cabeza, o se le da con la regla de medir en la punta de los dedos.
Ser jinete es enseñar al caballo los ejercicios solicitados por el jinete, sin prisas, sin mezclar unos con otros, porque el caballo puede hacerse una confusión, que es cosa muy corriente, cuando por prisas injustificadas se mezclan aires y ejercicios ecuestres en su enseñanza. Un caballo, dicen los hipólogos, que no piensa, sino que solo memoriza. Yo no estoy muy de acuerdo con esto. Un caballo tiene la inteligencia de un hombre a la edad de siete años, cuando el hombre, dicen, que entra en “uso de razón”, aunque hay algunos hombres que tardan algunos años más, y otros, que ni siquiera a lo largo de su vida llegan a entrar en uso de razón. Para enseñar o instruir a un caballo, hay que ir poco a poco, despacio, muy despacio, con cadencia, sin prisas, porque si caemos en las prisas recurriendo a la violencia ya no hay Arte Ecuestre. El caballo por su corpulencia tiene más fuerza que el hombre y si empleamos la fuerza siempre ganará el caballo. ¡Cadencia!, sin correr, haciéndole comprender qué es lo que estamos exigiendo y para qué se lo exigimos, recompensándole lo bien hecho, corrigiéndole, que no castigándole, las faltas cometidas. En una palabra, disciplinándolo. Tengo un amigo que sería un gran jinete, pero que no sabe nada de caballos, ni falta que le hace, pero que sabe mucho de leyes y vinos. Me vais a decir: “¿y esto qué tiene que ver?” Pues veréis. Él mismo y muy despacio y ceremoniosamente descorcha una botella, deja unos minutos que el vino se oxigene, después lo sirve en pequeños tragos, lo pasa por el olfato antes que por el paladar ¡y claro!, el vino es óptimo, y si no lo es, él lo ha hecho bueno. Así se enseña a un caballo. Poco a poco y con cadencia. ¡Lástima! que este señor no le dé por montar a caballo, porque sería un gran jinete. ¡Pero no importa! acaba de comprar una punta de yeguas y va a ser criador de caballos buenos. Seguro.
Ser jinete es haber nacido discípulo antes que maestro, porque entre otras cosas no se puede ser médico o arquitecto sin haber recibido clases. Esa es la diferencia entre Portugal y España. Los jinetes lusitanos, unos mejores y otros menos buenos, que no malos, son discípulos de tal o cual maestro. Todos han recibido clases, tienen una escolarización, una disciplina y un saber hacer. En España todavía hay jinetes que presumen de que a ellos no les ha dado clase nadie. Que son “autóctonos”, que nacieron con ese arte. Bueno, se puede nacer con más o menos arte, pero ese arte (con minúscula), para convertirlo en Arte (con mayúscula) necesita de una técnica, y esta tiene que ser enseñada por un Maestro (con mayúscula), porque con el arte se nace, pero la técnica hay que aprenderla. Pasa lo mismo en el toreo. Hay novilleros con arte, pero que con el paso del tiempo y dejándose enseñar por los maestros, cuando reciben la alternativa, tienen el arte con el que nacieron y la técnica que aprendieron.
Para ser jinete hay que estudiar a los clásicos: Baucher, Decarpentry, Fillis, Podhajsky… y también mirar a los modernos: Nuno Oliveira, Michel Enrique, Guillermo Barba, los últimos baucherianos. En cuanto al que quiera hacer la equitación de la Academia Francesa, y al que quiera hacer una equitación olímpica tiene que estudiar a Klimke, a Kottas… Hay que estudiar y recibir muchas clases. Yo no encargaría la construcción de mi casa a un arquitecto “autóctono” y mucho menos me pondría, en caso de enfermedad, en manos de un curandero. Para ser profesional en el Arte Ecuestre, primero hay que aprender, después montar bien y más después, enseñar.
Condiciones para ser jinete
Si puedes ver desecho al caballo de tu vida
y perder en un instante,
cuanto le enseñaste, y más,
y ahogando hasta el suspiro del alma dolorida,
sin lamentaciones, y con “otro”, volver a comenzar,
si sabes amarlos, sin enloquecer de amor;
y si aciertas a ser fuerte, sin endurecer la voz,
y atrevido y valiente, mas temerario no;
y criticado, a los que te critican consigues tú no odiar,
y puedes sin odiarlos, defenderte y luchar;
si soportar consigues que todas tus lecciones
aunque torcidas sean por la envidia y el mal,
y aún viendo a la envidia ganar los corazones,
te abroquelas el alma y no “desmontas” jamás;
si aciertas a ser digno sin dejar de ser llano,
y sentirte caballero sin sentir la vanidad;
si en silencio meditas, y observas, y comprendes,
sin acabar en escéptico y en frío equitador,
si logras al sentarte sobre un caballo bueno,
sin sentir por ello la estúpida fatuidad;
si consigues que tu mano, ni sea blanda ni sea dura, sino firme. ¡Mas no más!
Si puedes que tus piernas no opriman sus costados,
sino que sirvan de abrigo, guía y amistad.
Si mantener puedes la posición erguida,
cuando a tu lado otros la sintieron perder.
Y si derrotado, te levantas y de nuevo montas,
convirtiendo en victoria lo que derrota fue,
y ambas cosas acoges, sabiendo que son falsas,
con la misma cadencia de un buen “Piaffé”,
y con el son de un buen beber,
los Dioses y los Reyes, la Suerte, la Victoria y el Olimpo,
habrás por siempre rendido,
y valdrás… más que valen el Poder y la Gloria,
porque serás Jinete…¡hijo mío!
Adaptación ecuestre de “Condiciones para ser hombre” de Rudyard Kipling.
Texto y Fotos: Luis Ramos Paúl in memoriam