Un caballo con mal carácter es aquel que al abrir la puerta de su box, nos enseña la grupa, nos guiña las orejas, nos amenaza con sus manos y su boca y nos enseña sus dientes. Este carácter sigue siendo presente durante su trabajo. Aconsejo a los jinetes que prescindan de estos caballos.
El temperamento es otra cosa. El temperamento es la mayor o menor disponibilidad del caballo a la hora de trabajar. Sus deseos. Sus ganas de ir hacia delante. Su corazón. Su sentir interior de compenetrarse con el sentir interior de su jinete. El temperamento es, en mayor o menor grado, el que el jinete por medio de sus ayudas de piernas o manos puede y debe clasificar, hasta conseguir el grado temperamental deseado. El carácter no se dosifica, es impermeable a las ayudas del jinete.
El temperamento puede ser dominado por el jinete, el carácter nunca es domable. El temperamento nace del interior del caballo, el carácter tiene su morada en la mente, y el caballo que tiene cabeza es muchísimo peor que el que tiene corazón. A la hora de trabajar un caballo, tenemos que tener muy presente el distinguir entre el temperamento y la fuerza, porque hay veces que el temperamento suple a la fuerza en determinadas ocasiones. A veces, un caballo gana una carrera por media cabeza, y resulta que el segundo tiene más aptitudes físicas que el primero, pero este tiene más temperamento.
A veces, un caballo a la hora de clavar un hierro sobre un toro manifiesta más su temperamento que su fuerza, y lo mismo pasa a la hora de derribar, o de pedir un piaffé‚ o una pirueta. El caballo usa su equilibrio en función de su temperamento, no de su fuerza.
En el carácter solamente hay mente y fuerza, y ninguna de estas son virtudes aconsejables en el manejo y la enseñanza de un caballo.
Algunos discípulos míos dicen que tengo un carácter fuerte. Se equivocan. Yo tengo un temperamento fuerte y cuando estoy en clase puedo alzar la voz y decir un ¡¡NO!! muy fuerte ante una falta cometida. Pero inmediatamente bajo el tono de mi voz y le digo suavemente: “Vamos a comenzar de nuevo”.
Tengo un temperamento fuerte, ¡y qué le vamos a hacer!, si así nací. Pero no tengo mal carácter. En la equitación y el toro bravo, hay mucha similitud. Si yo fuera toro, en el primer tercio manifestaría mi mal carácter. ¡Porque mire Ud.! Que te pongan un puyazo por todo lo alto, me haría saltar mi carácter desde lo más profundo, y seguro que tiraba por lo alto al caballo con su peto y al picador que me había hecho tanto daño en mi morrillo. Pero luego, ante una muleta sabia y maestra, me dejaría guiar y llevar por donde mi maestro quisiera. Y al final, bajando mi cara, entregarme para lo que él quisiera hacer conmigo.
Si yo fuera caballo, me gustaría que en mi box me cuidaran, me limpiaran y me alimentaran con la voz suave. Sería algo flojo, porque no me gusta trabajar en exceso. El trabajo duro cansa y es antinatural. Pero ¡atención! si me empujan respondería inmediatamente. Y si alguna vez mi jinete espoleara mis costados y usara su fusta violentamente ¡seguro! que me lo tiraba por encima de las orejas. ¡Eso no es mal carácter! Eso es un temperamento fuerte.
Texto y Fotos: Luis Ramos Paúl in memoriam / Archivo Galope Digital