En las riendas de atar, la rienda interior se ajusta dos o tres agujeros más corta que la exterior para permitir la flexión e incurvación del caballo hacia el interior: este ajuste debe adaptarse cada vez que se cambia de mano. Personalmente prefiero usar riendas laterales correderas que se ajustan a las anillas superiores del cinchuelo, pasan por las anillas del filete y vuelven hacia atrás donde se fijan en la segunda o tercera anilla del cinchuelo –según la altura de la nuca requerida– más que las riendas de atar fijas que simplemente van desde el filete hasta el cinchuelo. Nunca hay que forzar el porte del caballo, sino estimularlo a hallar la colocación por sí mismo a través de la actividad de los posteriores: por esto las riendas laterales correderas son preferibles a las fijas ya que tienen la flexibilidad que le permiten hacerlo.
Ajustar las riendas de atar de forma adecuada para el nivel de doma del caballo es de suma importancia. (Superior izquierda) riendas de atar demasiado largas; (Superior derecha) riendas de atar demasiado cortas; (Inferior izquierda) longitud adecuada para un caballo domado; (inferior derecha) longitud adecuada para un caballo joven
Hay que enseñarle a mantener contacto con las riendas laterales; el domador debe hacerlo avanzar cuando se queda detrás del contacto, y alternar medias paradas con empujarlo hacia delante si pone resistencia y levanta la cabeza. El trabajo correcto –con energía desde los posteriores, pasando a través del dorso hacia el filete –fortalece los músculos adecuados en los lugares adecuados.
Nunca hay que subestimar la importancia de que el caballo trabaje de forma adecuada a la cuerda
Siempre hay que recordar que el objetivo del trabajo a la cuerda es estimular y mejorar el remetimiento de los posteriores, la actividad del dorso y conseguir que todo el caballo trabaje más hacia el contacto. Por eso hay que prestar mucha atención cuando se da cuerda a un caballo con la ayuda de riendas de atar: estas tienen que estar ajustadas correctamente cada vez, tanto con relación a la longitud adecuada como a la altura correcta. El factor más importante en cualquier tipo de entrenamiento es la correcta ejecución, ya que solo esto asegura que el caballo desarrolla la musculatura adecuada, requerida para la colocación perfecta y una línea superior correcta. Por esta razón las riendas laterales nunca deben estar fijadas demasiado bajas, ya que esto puede provocar que el caballo caiga sobre las espaldas y desarrolle los músculos erróneos. Por otra parte, nunca deben estar demasiado altas, ya que esto puede provocar que el caballo se mueva sin emplear el dorso correctamente.
Estos dibujos muestran las reacciones del caballo en conjunto al ajuste correcto e incorrecto de las riendas de atar. (Superior izquierda) El caballo se resiste ante unas riendas de atar demasiado cortas para su nivel de doma; (superior derecha) un caballo joven que no avanza a pesar de llevar las riendas de atar bastante largas; (inferior izquierda) un caballo domado que avanza alegremente tomando el contacto de unas riendas de atar acortadas; (inferior derecha) un caballo joven tomando el contacto adecuado de las riendas de atar para su nivel de doma
Por consiguiente, el ajuste perfecto de las riendas de atar es una cuestión delicada y requiere mucha sensibilidad y experiencia para saber fijarlas exactamente a la altura o profundidad adecuada; más aún saber hallar la longitud correcta del cuello. La aplicación incorrecta de las riendas de atar se debe mayormente a la falta de juicio y/o experiencia y debe evitarse por todos los medios, ya que hace más daño que bien. Sin embargo, si se entrena el caballo correctamente, es una gran ayuda para mejorar la línea exterior y la expresión del caballo.
La siguiente fase
Cuando el caballo comprenda lo que se le pide, y acepta el concepto de trabajar hacia delante, hacia el contacto de unas riendas de atar correctamente ajustadas, el acento se pondrá en una mejora progresiva de los aires y la musculatura y forma de moverse del caballo.
Al introducir el galope a la cuerda, las transiciones de trote a galope a veces pueden dar problemas con un caballo joven. Lo ideal es que el caballo no debe “caer” a galope, sino hacer una transición limpia sin correr y aumentar la velocidad del trote. Si corre a galope, el caballo estará incurvado hacia fuera. Esto puede controlarse haciendo que incurve hacia el interior con una media parada combinada con la tralla dirigida hacia la espalda. Con un caballo mayor y más fuerte, se puede acortar la rienda interior para intentar solventar este problema. No obstante, hay que controlar que todo el cuerpo del caballo esté incurvado en el círculo, de la cabeza hasta la cola; si el cuello está demasiado flexionado hacia un lado, no podrá usar su dorso correctamente.
Para volver al trote, se debe usar la voz (primero) y medias paradas para lograr la transición. La repetición de las transiciones –sobre todo paso/trote/paso- es muy útil ya que fomenta el remetimiento y la actividad de los posteriores.
Un trabajo correcto a la cuerda debe mostrar un movimiento activo y equilibrado al paso, trote y galope
El domador debe controlar todo el tiempo que el caballo esté relajado (con energía desde los posteriores pasando a través el dorso hacia el filete) y que se mueva con soltura y flexibilidad, sin tensión ni resistencias. El ritmo debe ser estable pero los aires deben desarrolla mayor cadencia a medida que la silueta del caballo se vuelva más redonda y reunida. El domador debe saber detectar y corregir problemas antes de que se conviertan en hábitos indeseables. Hay que acordarse de premiar al caballo con la voz o una caricia cuando ha respondido bien.
Texto y Fotos: La Equitación de Arthur Kottas editado por Grupo Lettera, S.L.