Hasta la segunda década del siglo XX no vemos a la mujer montando a la vaquera
La primera mujer que contemplaron los sevillanos paseando por la Feria fue S.M. la Reina Dª Victoria Eugenia, acompañada por la Duquesa de Santoña, Doña Sol para los sevillanos y por aquel gran ganadero y mejor caballista de muchas épocas D. Antonio Miura
Por el Real de la Feria de aquel entonces, solo paseaban a caballo los ganaderos que exponían su ganado. Las mujeres solían ir a la feria hacia mediodía en coche de caballos para recoger a sus maridos a fin de poder ir a comer y trasladarse luego a los toros.
Por supuesto, el llamado hoy “traje de gitana”, solo era usado por las flamencas que hacían buñuelos. Las señoras, para ir a la Feria vestían una mantilla, y siempre en magníficos coches tirados por cuatro caballos. Los tiros de cinco caballos, ya sea a la larga o a la media potencia, no se usaban más que para andar por el campo, puesto que el quinto caballo se consideraba como una cuarta o ayuda en los caminos malos donde hacía falta más fuerza. Incluso algunos grandes cocheros de la época despreciaban enganchar cinco caballos ya que, según ellos, lo que había que tener era cuatro caballos con la fuerza de cinco. Nunca se enganchaban seis caballos, hoy tan de moda, por respeto a la Casa Real, única con este privilegio para las grandes solemnidades.
Por tanto, es de suponer, el gran revuelo que se organizó con la salida por el Real a caballo de S.M. la reina Doña Victoria Eugenia. Tan es así que el año siguiente fueron ya varias las mujeres que pasearon a caballo por la Feria de Sevilla. Es curioso contemplar fotos antiguas, tanto de la Feria como de tentaderos en el campo, porque la silla vaquera de amazona no existía. Nos consta que la mujer andaluza montaba a caballo por el campo, pero siempre en silla inglesa, y anteriormente a la llegada de esta lo hacía sobre la clásica jamuga que todos hemos visto vieja y arrinconada en el guadarnés, y hoy tan solicitada por los anticuarios. La mujer aparece vestida con falda de montar, chaquetilla corta y sombrero ancho, pero sentada sobre una silla inglesa.
Más tarde aparece una adaptación de esta silla inglesa a la vaquera, a base de una zalea de borrego y una concha simulada. Es una simulación que no resulta, porque no es estética, le falta belleza y naturalidad.
Es durante los años 20 y 30 cuando se empiezan a fabricar las primeras monturas vaqueras de señora en los talleres de los grandes maestros talabarteros: El Caballo de los Gutiérrez, el maestro Font, y Angelito en Sevilla, Duarte en Jerez.
Montura de amazona
La montura vaquera de amazona tiene que tener los bastos más delgados que la del hombre, ya que tiene que encajar más en el caballo, porque todo el peso va sobre el lado izquierdo. En muchos casos el basto izquierdo es más adelantado que el derecho, puesto que si no fuera así la pierna derecha de la amazona se saldría de la silla y descansaría sobre el cuello del caballo. En el caso que los dos bastos fueran iguales, se hace como una especie de solapa en el lado izquierdo.
En la parte delantera, sobre la cruz del caballo, van situadas las cornetas, curvas y forradas de cuero, gamuza o zalea. Una, incurvada hacia arriba para descansar la pierna derecha y otra hacia abajo, donde debe entrar la pierna izquierda, que debe quedar bien justa por dicha corneta y el estribo debajo. El peso del cuerpo debe quedar bien echado sobre el único estribo, es la manera de asegurarse un buen equilibrio. Las cornetas pueden tener dos posturas en la silla, una más adelantada y la otra más trasera, según el largo de las piernas que deben ajustarse a las cornetas es la superior a las rodillas y nunca a medio muslo ya que de la manera anterior hace más fuerza.
A diferencia de la montura de hombre, el asiento es redondo y no de cañones como es tradicional.
El estribo vaquero debe ir sujeto por una pequeña ación que por extremo irá enganchado a la montura mediante un soporte o trinquete que saltará a la menor presión a fin de evitar un posible accidente de estribada en una caída.
Por lo demás, en cuanto a zalea, concha, agujetas, rehatillas, etc., es exactamente igual que la montura de hombre, exceptuando la perilla delantera, que se suprime porque estorba a la pierna derecha.
Es muy importante la correa de no torcer, que saliendo del faldón izquierdo pasa por encima de la cincha y va a parar a un brazalete que pende de la argolla trasera derecha, y a la que se abrochará lo más fuerte posible para evitar que la silla se tuerza hacia el lado izquierdo donde va todo el peso. Sobre esta silla, la amazona vaquera se sentará como en un trono, procurando aparecer en una buena posición de equilibrio y desenvoltura. Para ello ha de tener muy en cuenta no sentarse nunca atravesada sobre el lomo del caballo; así perderá enseguida el equilibrio cayendo por el lado derecho. Debe ir mirando siempre hacia la cabeza del caballo; para no perder esta rectitud tiene que haber siempre una línea recta marcada por el cuello del caballo y la pierna derecha.
Es más, la pierna derecha debe ser la recta prolongación del cuello del caballo. Mientras más a la izquierda deje caer su peso más segura irá; nunca podrá caerse hacia ese lado, ya que el estribo en el pie izquierdo y el sostenimiento de la pierna derecha sobre la corneta superior lo impedirán.
Así como la pierna derecha debe ser la prolongación del cuello del caballo, la espalda debe ser la prolongación de la concha de la montura.
Una cosa a tener muy en cuenta es que las cornetas deben ir al mismo nivel que la concha. En las monturas inglesas antiguas podemos ver cómo la parte de las cornetas estaba más alta que el asiento, lo que hacía mucho más incómodo, y más difícil, conservarse derecha y con la cintura remetida.
Las rodillas deben ir al mismo nivel que el asiento.
Las piernas deben caer hacia abajo por su peso, nunca la pierna derecha irá hacia delante, sobre la espalda del caballo, lo que denotaría que la corneta superior no va en su sitio.
Los hombros a la misma altura y dirección. Si va bien sentada, no atravesada, no tendrá por qué forzar la cintura para mantenerse derecha. Un gran aficionado decía que una mujer debe sentarse sobre el caballo con la misma naturalidad y elegancia que estuviera en un sillón haciendo labor. Las riendas en la mano izquierda, que descansará sobre la pierna derecha, sin forzar el brazo para bajarla por delante de esta, ya que es imposible y descompondría un tanto la figura. En la mano derecha la vara, que servirá para ayudarse ante la falta de pierna en este lado.
Vestimenta
Algunas mujeres supieron hacer verdadero arte de esta manera de montar, siendo capaces de presentar un caballo domado, revolviendo sobre sus piernas y arreándolo con la misma maestría o más que cualquier jinete. Incluso conozco algunas que, en sus tiempos, tuvieron la valentía de amparar un becerro bravo con la precisión justa para que el garrochista pudiera dar una buena echada.
Es un arte que se está perdiendo y que no podemos dejar que desaparezca por ningún concepto. Cierto que la mujer de hoy quiere y debe hacer deporte hípico, para lo cual se sienta a horcajadas sobre el caballo. Me parece estupendo que salte, participe en carreras y concursos de Doma. Mas no debe nunca perder o menospreciar esta forma de montar que la hace tan elegante, y sobre todo tan distinta de como lo hace el hombre.
Ante el deporte pase, mas para pasear o presentar un caballo, una mujer tiene que aparecer como lo que es y no como un hombre.
En lo que se refiere al atuendo, la amazona ha sabido darle todo un sentido de fantasía cuando asiste a ferias o exhibiciones, vestida de chupa, así como también conservar la sencillez vistiendo el traje corto. En los dos casos, igual que el hombre, debe aparecer con la naturalidad como factor común.
En el caso de ir vestida de chupa, puede echarle toda la fantasía creadora que quiera, pero sin caer en la cursilería.
La chupa puede ser de paño o terciopelo, en ambos casos con bordados de hilo de seda negra, de colores o dorado. Por supuesto, los bordados son más ricos y barrocos que en el hombre. Los colores preferentes son el burdeos, verde botella, marrón castaño y azul pavo.
En la chupa van los caireles o alamares, así como en el chalequillo cuando es de la misma tela. No así cuando este es de seda, bien a rayas o adamascado. Debe procurar conjugar bien los colores de su chupa con los del chaleco. Nunca prescindirá de este, así como de la camisa dura con botonadura dorada o de corales, que es muy flamenco. En la camisa de hilo blanca pueden ir bullones o rizos en la pechera y en los puños. El cuello y pechera siempre duros, lo que servirá entre otras cosas para que aparezca siempre con gallardía. El cuello duro en la amazona es el engallador en el caballo de enganche.
Cuando va de chupa, el sombrero adecuado es el calañés negro o también el catite, que es algo más alto. El sombrero de queso nunca se usará para montar a caballo, es un sombrero de ir a pie. En el pañuelo de la cabeza, si lo quiere llevar, irán dibujos discretos y de tonos apagados.
Una amazona debe procurar, si no lleva pañuelo, ir con el pelo recogido hacia atrás en un sencillo rodete o moño bajo, a fin de no estorbar al sombrero. El barboquejo de la mujer irá hacia atrás, anudado bajo el moño.
Prescindirá totalmente de alhajas, pulseras, collares y anillos. Toda la fantasía irá en la chupa, el chaleco y la botonadura de la camisa. Así mismo, nunca se pondrá flores en el pelo.
La falda de montar será negra o gris marengo. Botines con media blanca completarán este atuendo tan clásico y tan bonito.
Se debe evitar mezclar las prendas del traje de chupa con las del traje corto. Si la amazona lleva chupa de terciopelo nunca podrá llevar sombrero ancho, ni si va de corto tocarse con calañés o catite. Si la amazona opta
por ir vestida con el tradicional traje corto, igual que el hombre, debe inclinarse por los colores apagados y tenues. La chaquetilla puede ser abierta con solapas o bien guayabera. Siempre llevará chalequillo o de la misma tela de la chaqueta. La faja, de seda negra o bien pañuelo de lunares. La falda, gris marengo o también a cuadritos blancos y negros, llamados pata de gallo. Camisa de cuello y pechera dura, sencilla, sin rizos ni bullones.
Puede usar botos camperos, aunque con botines irá más vestida.
En cuanto al sombrero, igual que el hombre, puede escoger entre los diferentes tonos grises, marrón y en este caso, el negro, que les suele favorecer. Una amazona, tanto si va a caballo como a pie, nunca se debe quitar el sombrero, bajo ningún concepto. La amazona vaquera no lleva guantes, flores ni alhajas de ningún tipo, salvo en la botonadura de la camisa.
Al igual que el hombre, la amazona puede usar chaquetón de coderas o también llamado marsellés, que en algunos casos suele llevar el cuello forrado de piel de zorro.
Punto y aparte merece destacar cómo en las romerías la amazona se monta sobre el caballo en montura vaquera, pero vestida de flamenca, con pañuelos sobre la cabeza pero sin sombrero, quedando perfectamente admitido el uso del chaquetón cuando hace frío. Como es de suponer, fuera de las romerías este atuendo es totalmente inadecuado.
Cuando la amazona cabalga debe ir siempre a la izquierda del hombre, cediendo a este la derecha. No por ningún privilegio, sino por la sencilla razón de que su acompañante no moleste con el roce las piernas de la amazona.
Esta manera de montar, tan bonita y elegante, cae en desuso día a día. Nuestras amazonas deberían meditar sobre ello, y dedicarle a esta modalidad unos cuantos días al año, aunque el resto lo dedicasen a practicar el deporte hípico.
Texto y Fotos: Luís Ramos-Paúl in memoriam