En este momento estás viendo Cómo trabajar el pánico del caballo

Cómo trabajar el pánico del caballo

  • Autor de la entrada:
  • Categoría de la entrada:Caballos
  • Comentarios de la entrada:Sin comentarios
  • Tiempo de lectura:11 minutos de lectura

El trauma es un daño psíquico que deja al animal con un terror generalizado

A nuestro curso de formación, nos traen potros para la primera doma, la que hacen los estudiantes trabajando en parejas. Por supuesto, los potros varían de raza, trato, temperamento y actitud, dando a los estudiantes la experiencia de cómo se tiene que adaptar la doma a cada individuo, aunque sigan los mismos criterios

Trabajar el pánico del caballo. Shira, el ejemplo

Vemos la doma compuesta de tres elementos que interaccionan: la relación de confianza con nosotros, que permite un aprendizaje rápido y un movimiento fluido; el aprendizaje de reconocer nuestras señales y saber las respuestas, un proceso muy rápido si el potro está calmado; y fortalecer, un proceso que dura años y por el que el potro tiene que moverse sin tensión. Empezamos entonces la doma por la relación de confianza, porque si no es la adecuada, los otros dos elementos no funcionan.

Shira y su compañera Orejuela vinieron de la misma yeguada. Son luso-españolas, fuertes, inteligentes y reactivas, una buena estampa. Orejuela, ya un poco tocada, se adaptó de manera rápida a sus nuevas circunstancias, asimila su aprendizaje con ganas y después de tres semanas, va por todos lados con riendas largas, arrastra palos, lleva montura y están empezando a montarla.

Shira es diferente. Vino “sin tocar”, una frase que implica una falta absoluta de experiencia con el humano, aunque raramente es literalmente verdad. ¿Cómo se le puso el microchip? ¿Cómo se la cargó en el remolque? Y, ¿le han rapado la crin? Si estas experiencias son las primeras que tiene el potro de nuestra mano, le pueden marcar considerablemente. Ya que la gran mayoría superan estos sustos, pensamos que sus miedos iniciales son normales. Hay pocas personas que han trabajado con potros que de verdad no saben nada del hombre, pero si a estos los dejamos su tiempo para investigarnos, aprenden sin perjuicio y mucho más rápido que los que han tenido estas experiencias para ellos aterrorizantes. Así, por intentar ahorrar tiempo nos complicamos la vida y el camino de la doma considerablemente.

Shira reaccionó con pánico cuando alguien entró en el corral amurallado donde estaba con Orejuela, huyendo en círculos de inmediato. Costó días poder entrar y ofrecerle comida de un cubo y aun así, cualquier pequeño estímulo –voces de fuera, el sonido de un caballo pasando o, sobre todo, el movimiento de una mano– la ponía en pánico de nuevo. La visión de una mano acercándose fue para ella una amenaza de muerte, aunque el tacto, no; es decir que al tocarla cuando está mirando en otra dirección no reacciona con miedo o susto y se puede continuar acariciándola con toda tranquilidad. Así conseguí poner una cuerda alrededor de su cuello, enseñarle a ramalear, y luego colocar la cabezada. Las estudiantes, Paula y Sarah, le enseñaron a venir a comer de la mano. Pareció un camino lento, pero recto y adelante.

Aunque ha visto este cubo muchas veces, cada día, Shira parece no saber lo que es cuando lo movemos de sitio

Pero no lo fue. Cada día había que empezar de cero y enseñarle las mismas cosas paso a paso, lentamente. Al cambiar de Sarah a Paula, o al revés, pareció que había olvidado todo y tenía que reaprender de nuevo. Cuando Paula se puso una gorra en medio de una sesión, fue otra persona: pánico. Cuando Sarah cambió el ramal de una mano a la otra, pánico. Al llevarla fuera del corral, todo va bien hasta que… quien sabe que pasa, se mueve una hoja o una hormiga y todo explota. Desde cero de nuevo.

El trauma

Oigo estas historias de dificultades incomprensibles y, algo tarde, reconozco el síndrome. No es simplemente una yegua con miedos, está traumatizada.

El trauma es un daño psíquico que deja al animal (o persona) con un terror generalizado, en un estado de alerta para lo que sabe que puede venir en cualquier momento: el peligro de la muerte. El trauma es algo más que la memoria de unos malos tratos, más que unas reacciones de defensas inapropiadas o que unos resabios, los cuales podemos trabajar con la desensibilización progresiva, la paciencia y los premios de comida. El caballo traumatizado demuestra varias características:

  • Parece que no puede aprender. Le enseñamos la misma cosa una y otra vez, pero no la retiene, aunque sea sencilla: que «cuando vengo con un cubo y te llamo, hay comida dentro», por ejemplo. Hay que poner el cubo al suelo, retirarse, dejarla comer un poco, acercarse un poco (tras lo cual se retira), esperar a que venga de nuevo, que coma, y acercarnos un poquito más cada vez. Al cambiar de sitio, de actitud o de cubo (… o gorro, o mano), cambia todo al ser una situación completamente nueva y por eso llena de peligro.

Este efecto sobre el aprendizaje se debe a las hormonas de estrés que sufre el animal continuamente. El aprendizaje positivo está bloqueado aunque, desafortunadamente, el aprendizaje negativo –lo de evitar que la situación se repita– está potenciado.

Mover la cuerda suavemente puede provocar un pánico repentino, incluso después de 10 días de trabajo del ramal

  • Entra en un pánico explosivo, tan de repente y por tan poca causa, que es prácticamente imposible evitar las experiencias negativas. Como la pobre gente que sufren de ataques de pánico, acaba teniendo miedo de que pase otra vez, lo que provoca que acabe pasando. No parece que pueda reconocer su propio miedo y tomar medidas para evitar que aumente, como por ejemplo simplemente rechazar avanzar como hace un caballo normal cuando tiene miedo. Tampoco se le ocurre defenderse con coces, mordiscos o avisos.
  • No se tumba ni se revuelca; por eso el pelo carece brillo y la piel está inelástica, como un caballo deshidratado. En caso de Shira, le falta barriga aunque vino de la dehesa; sus movimientos son tiesos, su ojo ansioso.
  • La falta de interacción social. Shira vino con Orejuela y está muy hermanada con ella, pero a menudo, el caballo traumatizado puesto en un grupo no interacciona con los demás, se aparta y queda apartado.

Shira se siente amenazada por una mirada a su mano

¿Por qué?

Mientras es, desgraciadamente, común que los caballos sufran malos tratos y accidentes, su reacción normal es la de identificar lo malo y evitarlo o defenderse cuando parece que pueda repetirse. Al caballo traumatizado le ha entrado un pavor que consume su alma, todo le amenaza. Felizmente no hay tantos, pero son de una clase distinta.

Lo que he visto es que son caballos muy dulces de carácter, a los cuales no se les ocurre defenderse o ponerse agresivo. Los comportamientos defensivos conservan a un animal intacto psíquicamente detrás de una barrera desagradable. Sin ellos, el daño entra más profundamente trastornando toda su vida.

No creo que el animal necesariamente haya sufrido algo más terrible que cualquier otro caballo. Normalmente, no sabemos lo que pasó. Pero he visto efectos muy profundos de una manipulación desagradable después de horas de miedo: por ejemplo, tenemos que microchipar caballos sin tocar (cosa bastante estúpida de hacer) y tenemos un lote de una docena o más. El primero entra la manga y tiene miedo, pero rápidamente está en libertad. El último quizá ha pasado horas de miedo antes de ser pinchado. Las hormonas que acompañan el miedo exageran su percepción del desagrado hasta que parezca que fue un atentado sobre su vida. Creo que esto es un factor clave en el trauma.

Shira nunca ha tenido miedo de las caricias, pero tampoco relaja su estado de alerta perpetuo

¿Qué hacer?

Lo primero, claro, es reducir su estrés ya que es esto lo que impide su aprendizaje. Aunque era más fácil trabajar con Shira en el corral amurallado, no pudo ver nada alrededor, lo que no le ayudó. Ahora vive en un prado donde puede ver todas las actividades de la hípica y acostumbrarse a ellas con una distancia de seguridad. Ya que no podemos cogerla allí, la trasladamos al corral redondo, que tiene barras en lugar de paredes siguiendo a Orejuela.

Segundo, intentamos establecer una serie de señales exactas, pequeñas rutinas que pueda reconocer. Es normal en el primer amansamiento y doma que hagamos esto, pero a medida que el potro nos entiende, vamos relajando la rutina. Con el caballo traumatizado, tenemos que mantener la rutina y la exactitud, mucho más tiempo.

Ramaleando entre disturbios, para que vea que no son provocaciones al pánico

Tercero, no esperamos demasiado progreso. Después del amansamiento, la manera más rápida de ganar la confianza de un potro es la de pasearle de ramal por todos lados, parando para dejarle comer y ver las vacas, mostrándole que somos buenos compañeros y fiables. Ojalá lleguemos a esto con Shira. Harta de sus explosiones y escapes cuando se la llevaba de ramal por el prado, se hizo una sesión con ella en el corral redondo de ramal, dejándola asustarse y correr unos metros antes de pararla y pareció que esto funcionó, que era capaz de reconocer la palabra “¡HO!” unos segundos después de explotar. Pero no sé si se olvidará de esta lección como se ha olvidado de todas las demás.

La vuelta al amansamiento: Shira aprende a acercarse y tocar a Sarah con tranquilidad. Ya su cara ha cambiado y retiene lo que ha aprendido el día anterior

Hemos vuelto al cero, es decir, a tratarla como un caballo sin tocar. Le llevamos montones de buenas hierbas, le distribuimos en una línea hacia nosotros y la dejamos comer su camino hacia nosotros mientras estamos sentados. Por fin está examinándonos, oliéndonos y siguiéndonos, y no se olvida de un día a otro lo que ha aprendido.

Todo esto puede parecer una pérdida de tiempo para muchos domadores, ya que se le podría arrinconar en una cuadra y darle cuerda con una serreta, incluso montarla: es decir, tapar su trauma sin intentar ganar la confianza que la falta. Pero un caballo así, es de verdad peligroso, porque entrar en tal pánico con alguien encima…

¿Quieres aprender esto y mucho más con los consejos de la etóloga galesa Lucy Rees? Pincha aquí.

Foto de inicio: Shira ha practicado la parada cientos de veces, pero todavía sin confianza

Texto y fotos: Lucy Rees | lucyrees5@gmail.com

 

 

Deja una respuesta