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Conoce el protagonismo de los garrochistas andaluces en la Batalla de Bailén

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El coraje de la gente del campo, la respuesta civil ante el invasor

Tan gloriosa y transcendental Batalla se debió a la Suprema Junta de Sevilla y patriotismo de los andaluces. Ellos dieron su hacienda para los preparativos de tan grande acontecimiento y sus vidas para luchar y vencer a los invasores. Sevilla fue el centro donde se organizó todo y de esa gran ciudad, salieron los elementos necesarios para vencer a los franceses, escribiendo la más grande página de la historia de la Guerra de la Independencia

Garrochistas andaluces en la Batalla de Bailén

Aunque en los comienzos de la organización militar se eligió Carmona como Cuartel General, después de entrar en Córdoba el General francés Dupont y adivinando que su marcha se dirigía hacia Cádiz, dicho Cuartel General es trasladado a Utrera, punto más estratégico para defender el camino más corto de Écija a Cádiz que seguiría Dupont hacia los puertos.

El amor a la patria llevaba a grupos de hombres confundiendo pobres y ricos, hidalgos y frailes, unos a pie, otros a caballo, a unirse al Ejército que en Utrera se adiestraba en el arte de la guerra para combatir al invasor. Una vez organizada e instruida aquella masa de hombres, siendo urgente marchar al encuentro del invasor, el General Castaños quiso mostrar su gratitud a la Suprema Junta y que el Ejército andaluz se despidiera del hogar querido antes de caminar a la muerte, organizándose una gran Revista acampando todas las Fuerzas en la campiña de Utrera.

En aquella memorable Revista de Utrera, ante la Suprema Junta de Sevilla, precursora de la victoria de Bailén, es donde formaron más de veinticinco mil hombres inamovibles y ordenados, bajo un sol abrasador, exhibiendo los variados y vistosos uniformes; inmensa línea en donde cada Regimiento lucía sus casacas de vivos colores, brillando la Caballería por sus ricos y vistosos uniformes, y la Artillería con sus cañones encureñados, carros y hermosos atalajes, ondeando por encima de cada Regimiento la enseña de la patria blanca o roja, unas con las aspas de San Andrés, otras sin ellas, y todas con el escudo Real de España, que habían paseado gloriosamente los campos de Rosellón. Todas las miradas cargadas de cariño se dirigían a la División que mandaba el Teniente General Marqués de la Peña, fijándose en el extremo de su línea donde formaba entre los Dragones de Pavía y el Regimiento de España un Escuadrón de 400 jinetes, con largas picas alzadas que recordaba al célebre cuadro de “Las Lanzas”.

Lancero de Jerez


Caballos y jinetes

El Escuadrón formaba con valor y arrogancia, resaltando la naturaleza de los caballos y vestiduras de los jinetes. Los caballos eran de hermosa estampa, larga cola y rizadas crines, su inquieta fiereza y su condición de raza árabe aclimatada a los campos andaluces; la silla alta de arzones con labores arabescas de seda, estribos vaqueros, cabezada de ancho correaje con elegantes mosqueros de madroños que al cabecear del caballo se movía muy elegantemente; del arzón delantero colgaba la manta de vivos colores, y en la grupa colocadas anchas alforjas que sustituían holgadamente las mochilas.

El vestido de los jinetes era muy original, apuesto y vistoso; el sombrero de los llamados franciscanos, de alas anchas rodeado de cordón o cinta prendida de gruesa moña, la chupa (chaqueta corta) poco abrochada con hombreras y caireles, chaleco medio abierto de cuello en pie, dejando ver el de la camisa con pañuelo de color anudado, faja, calzones ajustados hasta debajo de las rodillas, con franja ancha al lado y botones de muletilla, botín abierto y bajo que dejaba ver entre éste y el ajuste del calzón la media azul o blanca, y pañuelo de color rojo en la cabeza atado a la nuca, cuyos picos caían por debajo del sombrero, sobre la espalda, dejando ver la larga coleta envuelta en redecilla de estambre; las armas, cuchillo de monte en la faja, y la larga garrocha cambiada la puya en muchas de ellas por hojas de lanzas.

Aquellos jinetes eran de la más pura cepa andaluza; venían de las comarcas que baña el río Guadalete, donde pastaban numerosos potros y de las fértiles tierras bañadas por el Guadalquivir, aguas donde bebían las reses más bravas de las toradas andaluzas. Aquellos jinetes eran hombres dedicados a la afición del Acoso, Derribo y Tienta, y de la Montería que aún se realizaba con lanza a uso antiguo, para lo que se requería ser consumados jinetes, deportes muy en boga y extendidos, se prestaba todo ello a tan varoniles aficiones y esforzados ejercicios, y de tales hombres endurecidos por tan rudas faenas se formaba el famoso Escuadrón de Garrochistas o Lanceros de Jerez. Eran todos vaqueros y ganaderos, conocedores, monteadores, guardas, caballistas y picadores, no solamente asalariados en estos oficios, sino pequeños labradores y hasta ricos hacendados aficionados a aquellos ejercicios tan generalizados entre los andaluces de esa época. Todos tenían caballos propios, excelentes garrochas y lustrosos trajes, con sus vistosos zahones de caprichosos pespuntes de muy elegantes y combinadas labores.

Fácilmente se comprenderá a dónde llegaría un Escuadrón de 400 hombres escogidos, que voluntariamente iban a combatir llenos de entusiasmo y sin ser soldados de profesión reunían todas las cualidades guerreras deseadas en fuerzas montadas, porque el jinete, el caballo y el arma no podían ser ni mejores ni más escogidos para desconcertar al enemigo.

Del pintor Marcelino Unceta, especialista en temas militares, vaqueros en la Batalla de Bailén (1808 – 1908) (Centro de estudios históricos jerezanos)

El garrochista

El garrochista era ágil, resistente y recio, habituado a un constante y violento ejercicio, experimentado en luchar con la naturaleza y las fieras, en vencer obstáculos, sufrir privaciones, esquivar las fieras acometidas del toro para enlazarlo, derribarlo o sujetar su empuje con la garrocha sujeta con manos de hierro. El caballo era escogido, cuidado y adiestrado por su jinete, ágil, rapidísimo, fácil en el mando, valeroso en la lucha, noble y de una resistencia extraordinaria. En cuanto al arma que usaba el jinete la manejaba con máxima habilidad, sabía tanto herir certeramente con ella, como defenderse y, a fuerza de ejercitarla constantemente, venía a ser ésta como prolongación del brazo, manejada rapidísimamente por la voluntad. No es extraño, que los soldados franceses al verlos con tan original vestidura y el pañuelo rojo flotando por debajo del sombrero, que, con sus morenos rostros, y las negras y anchas patillas a la jerezana, los hacían más fieros; dijera al General Dupont uno de sus ayudantes de campo: “serán de los moros que tienen en Ceuta, son feroces”.

La Batalla de Bailén

La tan flamante y original fuerza de Lanceros de Jerez, era mandada por el valeroso Capitán Nicolás Cherif, por cuyas venas corría sangre africana, pues descendía de uno de los Cherifes de Tafilete que se acogieron a la soberanía de Carlos III y convertido ya a nuestra religión siguió la carrera de las Armas, cayendo mortalmente herido, y al fin muriendo, muy valerosamente al frente de los bravos garrochistas en una de sus más fogosas cargas. A su lado, y distinguiéndose en Bailén, estaban los Cuerpos de Paisanos denominados Voluntarios de Caballería de Utrera mandados por el valiente José Sanabria, y la partida llamada del Alcalde Mayor de Granada; porque los andaluces no solo tomaron parte en la acción gloriosa de Bailén formando aquellos Cuerpos en que iban sin uniformes militares, sino que nutrieron y completaron los mermados Cuerpos de Ejército del General Castaños, uniformados y adiestrados entre las fuerzas veteranas.

En la gran Batalla, al mando del General Coupigny, los garrochistas de Utrera y Jerez formaron en el ala izquierda de la tercera línea de Caballería al lado de dos Escuadrones del Regimiento de Borbón y con un Escuadrón del Regimiento España, detrás de las Baterías emplazadas en aquella altura, para proteger los flancos del Ejército y cubrir la carretera y entrada de Bailén cuya población quedaba a su retaguardia. En los ataques  que el General Dupont intentó contra la izquierda de aquella línea para tomar las alturas, dominar el camino y entrada a Bailén y envolvernos por ese flanco, se lucieron los garrochistas, cuyas cargas al grito: ¡España, Jerez, a por ellos, como a las vacas!, destrozaron e hicieron gran matanza en los famoso Dragones y Coraceros de Privé que hasta entonces se tenían por invencibles, y aquellos valerosos veteranos del Imperio cubiertos de innumerables laureles, de aspecto feroz, corpulentos, con grandes y vistosos cascos y relucientes corazas, jinetes sobre grandes y poderosos caballos que se asemejaban a imponentes centauros, fueron abatidos y destrozados por espantosas y repetidas cargas, en que unos y otros hicieron prodigios de valor.

Croquis de la Batalla de Bailén. De la desaparecida revista RESEARCHING & DEAGONA. Ilustraciones de Francisco Vela Santiago

En “Historia de la guerra de la Independencia” (Tomo 2º), del General Gómez de Arteche dice a propósito de los garrochistas: “Ni esta relación (refiriéndose a la de Pascual Maupoey y Gaspar Goicochea, oficiales los dos de ingenieros que tomaron parte muy gloriosa en la Batalla de Bailén, y redactaron una memoria muy interesante casi en el mismo campo de batalla) ni en ninguna otra de las publicadas aparece designado el lugar que ocuparon el Escuadrón de Lanceros de Jerez, los Voluntarios de Utrera y la Partida llamada del Alcalde Mayor de Granada, que se hallaron en la batalla. El General Reding en su parte, copiado después por Castaños, cita honrosamente a los Lanceros de Jerez y de Utrera, y la Partida Granadina aparece unida a la División de Reding en el estado de Fuerza publicado en otro lugar”. Y luego añade: “En la información hecha por el Comandante de Armas de Bailén en 1850, declara José López Soriano que los Lanceros de Utrera y Jerez defendieron nuestra izquierda, y se cebaron tanto, añade, en perseguir a los franceses, que llegaron hasta el grueso del Ejército, atravesando todos los olivares, con pérdida de tres partes de su Fuerza”. “Miguel Mayor habla también de unos Lanceros que venían vestidos de paisano, y que al presentarse los Dragones y Coraceros del General Privé sobre nuestra izquierda, movieron tal choque, que de los Lanceros no quedaron ni la cuarta parte, pero con ventaja a los franceses, pues se vio a otro día por los cadáveres».

En el parte de la batalla dado por el Mariscal de Campo Teodoro Reding con fecha 22 de julio al General en Jefe Castaños refiriéndose a los Lanceros de Jerez dice de ellos: “La Compañía Lanceros de Jerez se ha portado con valor, siendo digna de recomendación como sus Oficiales, señaladamente su denodado Comandante Nicolás Cherif, que por desgracia ha sido gravemente herido: son también beneméritos los Voluntarios de Caballería de Utrera, por el honroso servicio que han prestado en las ocasiones que se les ha ofrecido con su Capitán José Sanabria y Oficiales Subalternos”.

Composición del pintor Marcelino Unceta, que representa la famosa carga de los garrochistas del campo andaluz (Lanceros de Utrera y Jerez) durante la Batalla de Bailén destrozando los Escuadrones de Dragones y Coraceros del General Privé. (Libro Andalucía y sus Milicias)

Y el General Castaños en el parte oficial que da de la Batalla de Bailén dio a la Suprema Junta de Sevilla, fechado en 27 de Julio, en el Cuartel General de Andújar, decía: “El Escuadrón de Lanceros de Jerez, mandada por D. Nicolás Cherif, y la Compañía de Voluntarios de Utrera al mando de José Sanabria, han prestado servicios muy relevantes”.

La Batalla de Bailén fue el triunfo más grande y decisivo de nuestra guerra; fue gloria eminentemente andaluza y sevillana, no ya porque las fuerzas que componían aquel Ejército eran andaluzas, sino que fueron alistadas, organizadas y sostenidas por la Suprema Junta de Sevilla.

La victoria

Todo era andaluz en el glorioso Ejército del General Castaños, y aquel Escuadrón de Garrochistas que parecía por sus vestidos, por la cualidad de sus caballos y armas, como que llevaba la representación más genuina y popular de esta región cumplió gallarda y heroicamente, luchando con aquellos famosos y temibles Dragones y Coraceros mandados por el General Privé. El choque fue tremendo y encarnizado, la lucha tenaz y sangrienta, la ferocidad inusitada, el valor de unos y otros combatientes rayan en lo inverosímil, quedando al fin el campo de los andaluces, y tan grande fue la refriega en el extremo del ala izquierda de nuestro Ejército, donde 400 garrochistas quedaron fuera de combate las tres cuartas partes del Escuadrón, casi una cuarta parte del total de bajas en todo nuestro Ejército.

El júbilo que causó en los españoles el triunfo de Bailén fue inmenso, y las proclamas, los escritos patrióticos, las sátiras contra los invencibles, y las composiciones poéticas brotaron por todas partes, particularmente en Andalucía donde la vena poética es tan fácil y abundante.

Ante el cuerpo de San Fernando, a cuyos pies se ven los trofeos ganados a los ejércitos de Dupont, aparecen dos figuras: una la del General Castaños que simboliza al Ejército vencedor, ofreciendo la corona de laurel; y otra la del garrochista que representa el elemento popular andaluz que constituía la esencial naturaleza de aquel Ejército, mostrando el genuino traje que llevaron en la Batalla. (Libro Los Garrochistas en Bailén)

El grabado tampoco se olvidó de perpetuar por medio del dibujo la Batalla gloriosa y las hazañas de los garrochistas. Uno de los mejores grabadores de entonces, A. Blanco, dibujó y grabó una lámina en bronce de aquel hecho; al pie lleva la leyenda que explica el acontecimiento que representa, uno de los más grandiosos e inolvidables que presenció Sevilla en tan gloriosos días, en el acto solemnísimo en que tuvo lugar el cumplimiento del voto que había hecho el General Castaños de ofrecerle la victoria de Bailén al Santo Rey Fernando ante su sepulcro donde depositó la corona de laurel que le habían ofrecido las damas sevillanas y los trofeos de Armas, Águilas y Banderas tomadas al Ejército de Dupont, llevados muy solemnemente por Oficiales de nuestro Ejército y depositados en la Capilla de San Fernando.

Imagen de inicio: “La Rendición de Bailén”, cuadro de José Casado del Alisal que se exhibe en el Museo del Prado, con el General Castaños a la izquierda y el derrotado General Dupont a la derecha.

Texto y Fotos: Francisco Javier de la Uz Jiménez

 

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