Identificación perfecta entre el jinete y su caballo
Practicar el Arte Ecuestre es establecer una conversación al más alto nivel con el caballo, un diálogo de cortesía y delicadeza. Por ello, esta semana reflexionamos en torno a este concepto, y quién mejor para tratar el tema que Nuno Oliveira
“El caballo es la conquista más noble del hombre”, decía el escritor francés Buffon, en uno de sus numerosos trabajos.
Durante siglos el caballo ha servido al hombre y ha sido su mejor compañero. Aún hoy, ¿acaso ha sido olvidado y apartado de su lado? Todo lo contrario; en este mundo moderno donde máquinas e inventos se multiplican incesantemente, el caballo tiene un papel importante. Es el compañero ideal del hombre, al que ama y en el que encuentra una compañía atávica y trascendente.
Para el joven, la práctica de la equitación representa una lección valiosa, cuyo ejercicio requiere de todas las virtudes humanas. Si estos jóvenes se inician en su práctica a través de profesores cualificados que tengan una gran experiencia y, sobre todo, que tengan un gran amor a los caballos, podrán alcanzar y dominar el Arte Ecuestre.
¿Pero qué es el Arte Ecuestre?
El Arte Ecuestre es la identificación perfecta entre el jinete y su caballo. Es la armonía que permite al caballo trabajar sin ninguna contracción en sus articulaciones o en sus músculos, que le permite efectuar todos los movimientos con un placer físico, mental y con flexibilidad y ritmo. El caballo bajo el dominio del Arte Ecuestre es un compañero en vez de un esclavo al que se le fuerza a obedecer a un duro dueño.
Practicar el Arte Ecuestre es establecer una conversación al más alto nivel con el caballo, un diálogo de cortesía y delicadeza. El jinete obtiene la colaboración del caballo a la más leve petición, y el espectador puede entonces ver la belleza sublime de esta comunión. Sentirá la gracia y la belleza y será cautivado, como si oyera la música más grandiosa.
Es como una conversación al más alto nivel que el caballo no olvidará nunca, aunque se le separe por largo tiempo de su jinete. Responderá fácilmente a esta conversación el día en que se reúna de nuevo con su profesor.
El Arte Ecuestre se parece a la construcción de un gran edificio, que se empezó hace siglos y todavía está lejos de ser terminado, construido en duro mármol en vez de con ladrillos.
El Arte Ecuestre a lo largo de la historia
El Arte Ecuestre tuvo sus buenos y malos momentos a través de los siglos, dependiendo de si la época era más o menos espiritual o materialista. Jenofonte y anteriormente Simón, que vivían en civilizaciones culturalmente avanzadas, nos han dejado manuscritos, fechados aproximadamente 400 años a.C. Estos escritos están llenos de consejos sutiles, basados en la consideración, de que el caballo no debe ser tratado como una herramienta sino más bien como un ser al que hay que entender y amar.
Los más bárbaros y menos refinados romanos, no nos han dejado un rastro artístico en este campo. Mucho más tarde, durante el Renacimiento, Fiaschi y Grisone elevan el tema a rango artístico, seguido por la Corte Real Francesa, que tuvo un elevado sentido de los valores artísticos. Esta nos ha dado a Pluvinel, De la Guérinière y Nestier, entre otros. Este periodo nos legó un tipo de equitación que es fruto de su tiempo, donde la belleza era la consecuencia de profundos estudios y de un gran amor por todas las cosas.
Esta elegante equitación, caracterizada por su delicadeza, fue más tarde corrompida por las exigencias de la guerra. Por esta razón, el Arte Ecuestre tuvo que renacer en sus formas primitivas, con jinetes y alumnos geniales durante la segunda mitad del siglo XVIII, ya que se había endurecido y hasta mitigado por la influencia de la equitación militar.
En la guerra el caballo se usó con severidad, por un hombre con la mentalidad de un guerrero. En El Arte Ecuestre, el jinete y el caballo deben alcanzar un estado donde toda tensión y contracción sean eliminadas, estableciendo una comunión profunda por la que el espectador, ignorante o no de las sutilezas involucradas, pueda apreciar una belleza sublime, de la misma manera que se aprecian los grandes momentos en cualquier manifestación artística de ballet, concierto o teatro.
En el siglo XIX, Francia tuvo un genio llamado François Baucher. Es un error compararlo con el Conde de Aure, aunque ambos persiguieron objetivos deferentes a los profesores normales. Baucher quiso escribir e introducir en Francia la equitación de paseo, caza y carreras con el estilo de montar que había practicado en Inglaterra, con los aires y tipos de aquellos caballos. Como resultado de esta “anglomanía”, Baucher tuvo que trabajar con caballos que eran diferentes de los tipos ingleses, pero fue lo suficientemente listo como para añadir al gran trabajo de sus predecesores ciertas sutilezas y métodos inteligentes, que llevaron a trabajar al caballo con más ligereza y facilidad. Los excesos que se encuentran en sus escritos se deben, sobre todo, al hecho de su nacimiento. De linaje sencillo, guardó rencor hacia la nobleza, que le rodeó en la práctica de su Arte.
En nuestros días la caballería ha sido eliminada como una rama del ejército. Las reglas están establecidas, lo cual permite que los jinetes deseosos de estudiar equitación en profundidad sean juzgados en las competiciones. Algunos de estos jinetes, pocos, alcanzan el nivel del verdadero Arte. Otros, mucho más numerosos, realizan una serie de ejercicios mecánicamente para obtener medallas. El verdadero jinete siente y ama a su caballo, al mismo tiempo que desarrolla la mente del mismo, haciéndola más sensible.
Texto y Fotos: «Reflexiones sobre el Arte Ecuestre» de Nuno Oliveira / Redacción