El atuendo correcto del jinete campero por Luis Ramos-Paúl

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La única fuente existente sobre esta materia ha sido la oral que nos ha venido directamente de nuestros antepasados. He oído hablar a muchos viejos sobre el arte de ensillar un caballo y la manera de vestir un jinete campero en las diferentes faenas u ocasiones en que participa.

En mi recuerdo, todavía sigue vivo el impacto de estos hombres antiguos que vestían de corto casi a diario para ir simplemente al campo a desarrollar su trabajo en las distintas faenas propias de una ganadería o de alguna labor agrícola. Hombres en el recuerdo de mi niñez, a los que miraba y admiraba al mismo tiempo. Admiración por el arte exquisito de un Joaquín Murube, por la ferocidad campechana de un Aurelio Sánchez-Mejías o por una pulcritud que rayaba en la perfección de un Vicente Romero. Admiración por la sencilla elegancia de los hermanos Miura, por la naturalidad de los Pablo-Romero, por la austeridad de los Moreno-Santamaría.

Hubo un tiempo en que incluso se llegó a distinguir en la manera de vestir o ensillar un caballo entre los del “río allá”, por los marismeños; o los del “río acá”, por los de la campiña. Esto, dentro de una Sevilla que no tendría mucho más de 100.000 habitantes. Ni qué decir tiene de las distinciones que hacían cuando mediaba una distancia de 100 kilómetros: cabezadas vaqueras de ahogadero o cabezadas jerezanas; mosquero corto casi a la altura de los ojos del caballo o mosquero largo rayando en la muserola; sombrero cordobés o sombrero ancho; mantas estriberas o costales de rayadillo. En definitiva: jinetes de Sevilla, jinetes de Jerez, jinetes de Córdoba, distintos pero iguales, finos y sensibles al arte, clásicos hombres del campo con un mismo punto de mira, con una misma afición: los caballos, los toros, los perros. Pero ¡cuidado!, no cortados por un mismo rasero porque, en esta Andalucía en que nos tocó nacer, cada palmo de terreno es distinto y cada hombre de campo una historia.

Características

La figura de un jinete de campo debe aparecer ante todo con la difícil estampa de una sencilla naturalidad.

Los colores de su traje y el corte de este deben ser ante todo sencillos e incluso me atrevería a decir austeros, mas no tristes. En el campo no se puede vestir de colorines ni con caprichos, hay que ser ante todo funcional.

Un ejemplo: la feria de Sevilla es hoy día lo más parecido a un funeral, todos o casi todos los jinetes y amazonas van completamente vestidos de negro. Nada más lejos de la realidad, ya que se trata, en primer lugar, de una feria, y porque en el campo nunca se vistió de negro por muy riguroso que fuese el luto, ya que el polvo hacía imposible la limpieza en un traje de uso diario. En tales casos, se solían usar para el sombrero gasas negras de diferente ancho, según el rigor del luto, así como un brazalete de paño negro sobre el brazo izquierdo, nada más.

Jinete vistiendo calzonas con caireles abiertas

Por lo tanto, los colores clásicos del traje campero son los grises, marrones y los llamados colores sufridos. En todo caso, ante una primavera calurosa, aparecía el blanco inmaculado de las guayaberas. Dentro de esta generalidad vamos a ver las distintas maneras del vestir que tenía un jinete de campo en las distintas fases por las que atravesaba su quehacer diario: el hombre campero solía vestir chaquetilla corta o guayabera, pantalón redondo con vueltas blancas, botos, chaleco de la misma tela de la chaquetilla, faja negra, zahones en invierno para resguardarse del frío, agua y barro y, en algunas ocasiones en verano, para ampararse del polvo. Las vueltas blancas del pantalón tienen explicación de su uso, para no mancharse de sudor cuando montaba a caballo.

Zahones

Son una prenda campera 100%, que se usan como defensa del barro, polvo, agua, lentiscos y termas, y porque, qué duda cabe en ciertas faenas ganaderas, tales como herraderos, tentaderos, etc., actúan como un peto ante cualquier posible embestida.

Sombrero

Gris o marrón, con cinta del mismo color o bien blanca o negra.

Chaleco

Siempre el uso del chaleco, entre otras cosas porque había muchas cosas que guardar y hay que tener en cuenta que los pantalones o calzonas no llevan bolsillos: cosas pequeñas como la navaja, reloj, moneda, cuerdecillas, la mecha, etc.

Chaquetilla

La chaquetilla puede ser de varios modelos: La guayabera simple, más propia para el verano. La chaquetilla de cuello con solapas redondas. La chaquetilla abierta de solapas de pico. El pañuelo, siempre en el bolsillo derecho, ya que la mano izquierda está ocupada por las riendas.

Esta es la manera habitual de vestir en un jinete de campo en su discurrir diario. Pero en ciertas ocasiones extraordinarias como los días de feria, romerías y otros acontecimientos que se salían de lo ordinario, este hombre cambiaba la sencillez campechana por el lujo ciudadano.

Por los numerosos grabados de finales del siglo XVIII de nuestras ferias y romerías, podemos ver a jinetes que vestían de chupa, pantalón de machos, botines con medias blancas y se tocaban con el calañés. Esta era la manera más correcta de vestir de un jinete andaluz en un acontecimiento de lujo.

La chupa, de paño o terciopelo, muy abierta, ya que tenía que dejar ver los bordados y caireles que llevaba el chalequillo de fantasía, así como los bullones de la camisa blanca.

Aparecen los bordados, tanto en la chupa y el chalequillo, como en los botines. Terciopelo o paño para la chupa; seda para los bordados y la faja. En la faja, que de manera usual es negra, se pueden aceptar ahora colores viejos a rayas.

El hombre de campo dejaba a un lado su austeridad campera, y podemos decir que se urbanizaba echándose lujo encima. Este jinete que vemos a caballo, con chupa y pantalón de machos con botines y tocados con el calañés, cuando echa pie a tierra para ir al centro de la ciudad, a los toros u otros menesteres, cambiaba el pantalón de machos y los botines por pantalón redondo largo, sin vueltas y botas negras de mediacaña, así como el sombrero calañés por el llamado de queso, más pequeño que el anterior y por tanto más manejable.

Capítulo aparte merece el pañuelo que bajo el calañés, nunca el sombrero de queso, usaban estos jinetes. Este pañuelo ha sido blanco de todas las críticas por parte de quienes desconocían totalmente su origen. Todavía en nuestros días podemos verlos por ciertas campiñas, concretamente por las marismas. Hombres de campo usando bajo el sombrero ancho pañuelos de yerba, para protegerse del polvo y mosquitos, y para no manchar de sudor la cinta del sombrero.

Es por todo esto por lo que el conjunto pañuelo y sombrero podemos considerarlo como de prendas netamente camperas. A finales del siglo XIX y principios del XX empieza a caer en desuso este traje de lujo.

Empezamos a ver que, para actos que se salían de la rutina diaria campera, se nos aparece el sencillo traje corto, pero con un poco de más lujo. Aparece la chaquetilla abierta de solapas y las calzonas abiertas con caireles que dejan ver debajo los botines bordados y la media blanca. Este atuendo se generaliza y podemos apreciarlos en todas las fotografías antiguas de nuestras ferias primaverales. Luego, en los comienzos del verano, tiempo de romerías, aparecen las guayaberas blancas, de origen cubano, a veces rayadas de colores tenues e incluso con una tabla central en la espalda y dos delanteras, lo que le daba una mayor comodidad.

En las ferias no se usaban nunca los zahones. Estos se tenían como una prenda de briega, con escasos y sencillos bordados, nunca los barrocos que hoy vemos. El jinete no iba a la feria a trabajar ni a bregar, simplemente a pasear y observar el aspecto que en aquel entonces tenía una feria: el mercado ganadero. Paseaba de un lado a otro, contemplando los rebaños de ovejas, las reatas de mulos y las piaras de cerdos, que diseminados por lo que hoy se denomina Real, se ofrecían a posibles compradores.

El origen del pañuelo se encuentra en los garrochistas, que lo usan por encima de la chaquetilla para impedir que se abriese mientras corrían

En determinado momento, cualquier jinete podía presentar su caballo a un comprador, mostrando su doma y habilidad delante del tenderete de lona, donde el ganadero se amparaba del sol ofreciendo una copa de vino a sus amigos, y donde tras la exhibición se planteaba el trato. Presentar o exhibir ha sido siempre un acto fino y elegante, nunca un trabajo pesado y grosero. Por lo tanto, sobran los zahones, que hoy día traídos y mal llevados son. Por muy bonitos que estos sean, no dejan de ser una prenda de corral. El jinete campero tiene que aparecer vestido de una manera un tanto elegante, mas no cursi; austero mas no triste; sin falsos conceptos folclóricos; con sencilla naturalidad y, sobre todo con un gran sentido de funcionalidad.

Creo que, de las distintas formas de vestir que acabamos de contemplar, el jinete puede elegir la que más le guste y apetezca. Pero ha de tener en cuenta que no pueden mezclar prendas a su antojo o capricho: si lleva pantalón redondo con vueltas blancas y botos, puede llevar zahones e irá correctamente vestido. Es el jinete campero, que trabaja en las distintas y bonitas faenas que ocupan una ganadería.

Por el contrario, si usa calzonas de caireles abiertas, deberá llevar botines con media blanca, ya entonces prescindirá de los zahones, y que va vestido para pasear o exhibir un caballo.

Insisto en que los colores sean tenues, apagados y sufridos; los pantalones y calzonas, de rayas, o tela llamada de “patén”.

También insisto en una prenda que hoy día cayó en desuso, el chalequillo. Todo hombre que quiera ir correctamente vestido usará chaleco, mucho más si la chaquetilla es abierta.

Actualmente, se admite el pañuelo en sustitución de la clásica faja negra. El origen del pañuelo hemos de buscarlo en los garrochistas, que lo usan por encima de la chaquetilla para impedir que, mientras corren, esta se le abra. Mas, en cuanto acaban de correr el becerro, se lo bajan a la cintura por encima de los zahones. Si admitimos los pañuelos, tengamos muy en cuenta los tonos, colores y dibujos. Los más clásicos, los lunares.

El chaquetón, también llamado marsellés, prenda de abrigo en los rigores del invierno.

Parece ser que el origen de la palabra marsellés, hay que buscarlo en el parecido con cierta prenda de abrigo que usaban los grumetes de la armada francesa que convivieron con los andaluces durante la invasión.

El chaquetón debe ser marrón castaña, con solapas y coderas negras, forrado con franela roja de muleta. Los colores grises y mezclillas también son admitidos.

Finalmente, una advertencia en todo lo que se relaciona con el atuendo del jinete e incluso del caballo. No se trata de echarle dinero al tema. Eso lo vemos a menudo en señores que se gastan una fortuna en su atuendo y en el de su caballo, sobre todo en los enganches, y que después ni saben usarlo ni ponérselo. Muchas veces se ha dado el caso de jinetes que, vestidos de patén, llevan más señorío que otros cargados de caireles y bordados.

El jinete campero debe aparecer con una estampa de sencilla naturalidad, pero al mismo tiempo con un empaque, una gallardía y un señorío extraordinario, ya que, por encima de todo, va sentado sobre un caballo.

Texto y Fotos: Luis Ramos Paúl in memoriam

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