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El desbrave del potro

El desbrave

Para subirse a un potro hay infinidad de maneras, todas peligrosas, la más primitiva es “subirse y que sea lo que Dios quiera”, seguramente que Dios quiere un porrazo importante, pero a todos los jinetes, cuando somos jóvenes, nos ha gustado demostrar que podemos hacerlo.

Hay monturas potreras con toda clase de inventos para agarrarse mejor, puede que ayuden algo, pero si el potro se bota de verdad lo normal es que el porrazo sea más grande. Los ramplones de volteo dan buenos resultados, pero tampoco son infalibles. Lo lógico sería contratar un jinete de rodeo, pero no es fácil y valdría más que el potro, por lo tanto nos queda sólo tener paciencia y como siempre, sin precipitarse. Tenemos al potro, que se deja tocar, que da cuerda francamente para las dos manos, es el momento de empezar las flexiones.

Después de media hora de picadero, más bien al trote ligero, lo paramos procurando que venga él a nosotros, vamos recogiendo cuerda hasta que le lleguemos a la cara, acariciamos y empezamos a subir la cara del caballo, lo más alto que se deje. Después le metemos el pico lo más cerca posible del cuello, procurando siempre que las orejas estén lo más alto posible.

Forma de subirse a un potro ó Potro botándose a campo abierto

Al principio con poco nos conformamos, pero desde este momento siempre al empezar el trabajo y al terminarlo, debemos intentar las flexiones. Si hemos sido constantes, con dos lecciones por día, el potro estará manso, aguantará el serretón, las flexiones, la montura y que nos pongamos de pie en el estribo por los dos lados. Estamos más o menos por el día 15 desde que lo cogimos por primera vez. Si el picadero es de arena o de otra materia blanda, no necesita herrarse, pero si el picadero es de piso áspero, que gasta los cascos, es necesario hacerlo.

¿Cómo herrar un potro?

No es tan difícil como parece, pero tenemos que tener mucha paciencia, empezamos por levantarle las manos y a darle golpecitos con la nuestra en el casco, despacio, sin voces ni aspavientos. Si acaso se negara a pesar de la insistencia, lo que sería un caso raro si seguimos el programa que llevamos, se le darán diez minutos más de picadero. Un ayudante coge el serretón con la cuerda a quince centímetros y le hace algunas flexiones, sin reñirle ni darle voces, e insistimos en cogerle las manos, se tarda algún tiempo, pero se consigue sin desconfiar al potro. Las patas son más peligrosas y hay que tener un poco más de cuidado. Se acaricia, el ayudante tiene al potro flexionado con la cara hacia el que coge las patas, en esta postura le es muy difícil dar una coz, el ayudante tiene que estar muy atento y no descuidarse en ningún momento.

El primer herrado es muy importante en el desbrave

El que coge la pata, supongamos que es la izquierda, empieza acariciándole por el cuello, después por el lomo y la grupa. Si el caballo se defiende, estirando el brazo te separas, la mano derecha acaricia desde la grupa, el corvejón y la pata, cuando lo ve tranquilo, le coge la pata por encima del menudillo (parte baja de la pata) y la lleva hacia el hocico del potro, sin forzar. Con la otra pata se realiza la misma operación varias veces, cuando ya se nota que el caballo no extraña, se le pone la pata hacia atrás, el hombre coge la pata con la mano derecha (estamos en la pata izquierda del potro), baja la mano izquierda de la grupa y da un paso con la pierna izquierda quedando en la clásica posición de herrar. Este proceso se repetirá las veces que se crean necesarias hasta que el potro se convenza de que no le pasa nada. Una vez la pata levantada hay que procurar no apretar las manos en las cuartillas, pues presionarle ahí le molesta, ahora se le dan unos golpes con la mano y, cuando nos parezca, unos golpes flojos con el martillo. Los herradores profesionales son dados a encolar a los potros, cosa muy perjudicial y que casi siempre queda señal y atrasa la doma.

Una vez herrado, estas herraduras durarán más o menos cuarenta días, durante este tiempo y siguiendo el programa de trabajo, conviene levantarles las patas de vez en cuando, para que el próximo herraje no le coja de sorpresa y será un caballo que jamás se defenderá. Las prisas, el miedo, los lazos, las cuerdas, encolarlos y demás martirios, dan como resultado un potro resabiado, que dará pelea cada vez que se hierre.

La primera parte del amansamiento la tenemos conseguida, el caballo flexiona más o menos bien, con el serretón forrado, pero lo suficiente para que el domador lo domine de la cara, poniéndosela desde el suelo en una posición que destruya su equilibrio si se quiere defender, admite la montura, se deja herrar las cuatro patas, da cuerda a las dos manos y además con estos trabajos conseguimos una gimnasia que nos va a permitir intensificar el tiempo de picadero.

Si tenemos una buena pradera se puede soltar al potro y así darle un par de días de descanso.

Texto y Fotos: Método de Doma de Campo editado por Grupo Lettera, S.L.

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