La historia evidencia cómo los escultores se han ido sirviendo de la gestualidad y de barrocas posiciones para sugerir la sensación de velocidad en las estatuas ecuestres que coronan prácticamente cualquier ciudad que se recuerde.
Sin embargo, el movimiento era básicamente eso, una sensación. Nadie había logrado “insuflar” vida a una escultura, mucho menos partiendo de la inerte frialdad de un material como el metal.
Lo que se antoja como una creación propia de la legendaria fragua de Hefesto es el reto logrado por un joven neoyorkino, de confesa pasión por los caballos, que ha logrado crear, a partir de láminas de acero y acero inoxidable, 100 rodamientos, 23 juntas articuladas, dientes de engranaje cortados con láser, un pequeño motor y casi 10 metros de cadena, la representación artística de un équido que desarrolla un galope continuado. Y lo mejor, de lo más realista.
“Mechanical horse” es el título que Adrian Landon, hijo de un fabricante de violines y una galerista de arte, escogió para la revolucionaria obra, “un desafiante proceso que me hizo llevar mi creación artística al siguiente nivel”, comenta.
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