En las primeras lecciones es posible que nos cueste acostumbrarnos a controlar los sobrantes de las cuerdas en cada mano, pero pronto nos resultará familiar y las cogeremos con Ia misma naturalidad que montados. Después de estudiar los tres puntos iniciales, estamos preparados para la recta final del aprendizaje.
4- La rienda externa se mantiene por encima del lomo del caballo. Más adelante, cuando el caballo esté más tranquilo, lo pararemos y pasaremos Ia cuerda por detrás de Ia grupa, rodeando sus posteriores, aproximadamente entre el maslo y los corvejones. Esta operación la realizaremos con el caballo parado. Revisamos que el contacto de ambas cuerdas esté parejo, tal y como lo hacemos cuando montamos, y suavemente, sea por la acción de nuestro ayudante o por la del látigo que llevamos nosotros, le hacemos dar unos pasos sin soltarle cuerda, sin alejarnos de él.
Siempre, durante esta operación y todos los pasos anteriores y posteriores Ia ayuda de la voz como forma de tranquiIizarlo y darle confianza es fundamental.
La coz es una reacción normal de la que no debemos preocuparnos. Con tranquilidad y a la vez firmeza, aguantaremos al principio
5- De ahora en adelante, nuestras manos deberán ir y actuar como si estuviésemos montados, así que para que el caballo avance las adelantamos, no en dirección de la marcha —a la derecha- sino hacia delante, dándole salida. Si vemos que va todo bien al tiempo que adelantamos las manos, también soltamos un poco de cuerda y agrandamos el círculo, pero siempre cuidando de no perder el control. Repetimos lo ya dicho, todo como si estuviésemos montados. La cuerda de apertura sigue siendo la interna, así como de mando directo, mientras que la externa sigue siendo la de oposición y se mantiene siempre fija, aunque debemos cuidar que no vaya a quedarse cogida debajo del maslo, lo que hará que el caballo apriete la cola, trabe con ella la cuerda y se altere. Aquellos que se dediquen al Enganche, desde luego, lo tendrán más fácil.
No debe sorprendernos que el caballo se extrañe y se descomponga apretando el rabo, buscando escaparse y hasta dando alguna coz. Es normal. Nosotros debemos estar tranquilos y transmitirle esa tranquilidad al caballo. Hay que encontrar un punto medio entre permitir que el caballo avance todavía de forma irregular por la nueva sensación y pararlo por completo. Lo primero porque no debe descontrolarse y lo segundo porque la única forma de que se acostumbre a la cuerda pasada por detrás suyo, es moviéndolo. Casi sin excepción cuando el caballo sienta la cuerda por detrás de sus ancas, se sentirá molesto. No pasa nada, es aquí donde debemos tener Ia sensibilidad suficiente como para dejarlo avanzar todo lo que él quiera sin que se descontrole y recordar que no debemos dejarlo que se pare bajo ninguna circunstancia. Lo grave no es que cocee o que intente correr, lo grave es que se pare.
6- En cuanto se regularice y dé un par de vueltas tranquilo lo paramos. Es fundamental que nuestro caballo obedezca a la perfección la orden del alto desde el primer instante, para evitar desagradables sorpresas. Conviene repetir esta operación varias veces y procurar que el caballo pare suavemente, sin apoyarse en Ia mano y lo más cuadrado posible. Igual que cuando vamos montados, la rienda externa es la que manda en cuanto a Ia rectitud y de ella depende mayor, aunque no exclusivamente, la buena parada del caballo. De todos modos, al principio conviene controlar más con la cuerda interna para no molestar con la externa.
7- Si vemos que el caballo va y no se altera, podemos agrandar el círculo. En este momento vuelve a cobrar importancia no descuidar la impulsión. Un caballo que avanza está menos dispuesto a dar problemas. Si se altera, lo paramos y volvemos a comenzar. Nunca conviene corregir sobre el error.
Siempre estamos a tiempo de volver a empezar. Aunque todavía no es conveniente buscar una marcada incurvación en el círculo, si podemos y debemos establecer la relación de contacto intermitente con la cuerda interna que más adelante hará el efecto de la media parada, tanto para colaborar en la incurvación como para mantener Ia ligereza en el contacto.
Aceptación. El caballo ya va más tranquilo y aceptando la cuerda externa
8- Estando el caballo tranquilo podemos volver a pedir el trote -descontando que ya habrá salido en ese aire al sentir Ia cuerda por sus corvejones- pero ahora la partida deberá ser porque se la pedimos nosotros y con la mayor calma posible. Ya ha roto el movimiento y nuestra constante impulsión no le da tiempo para buscar una huida más violenta. Psicológicamente, el caballo al estar desplazándose al trote ya se siente más seguro que si se mueve despacio, al paso. Esto es válido para cualquier caso, incluso montados o llevando un caballo del diestro. Ante un problema, un caballo al trote es siempre más seguro que un caballo plantado o al paso.
9- Si hasta el momento hemos seguido estos pasos, el caballo dará dos o tres vueltas incómodo en el círculo, hasta que enseguida comprenderá que no tiene nada que temer y aceptará gradualmente la nueva sensación de la cuerda externa. Aunque no lo aclaramos anteriormente, cabe destacar que para estas primeras vueltas al trote, no conviene darle toda la cuerda —los nueve metros- sino quedarnos a medio camino —unos cuatro o cinco metros. siempre respetando una distancia de seguridad para nosotros y nuestro ayudante, con el fin de tener mejor dominado al caballo en sus primeros arranques. Luego, lentamente, vamos estabilizándolo y le damos toda la cuerda. La calma, las palabras suaves, los movimientos tranquilos y nuestra actitud de superioridad y confianza que debieron estar presentes desde el principio, cobran en el momento de los primeros trotes, una mayor relevancia.
Texto y Fotos: Revista Galope