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Quién era y cómo debía ser el verdadero caballero en la Edad Media

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Un caballero es el soldado que posee, y puede mantener, un caballo y todo su equipo; se trata de un grupo selecto que necesita mayor fortuna y mejor preparación que el resto de la sociedad. La palabra “miles” es equivalente a la más rara “caballarius”, con un origen e historia propios, que ha llegado hasta nosotros y es perfectamente aplicable a nuestra sociedad.

Desde el Bajo Imperio Romano (s.III-V) esa palabra poseía un sentido humilde o, a veces, despreciativo. Los clérigos comparaban a los más heroicos entre ellos como “milites christi”, soldados de Cristo, y su ascetismo a un servicio, “militare Deo”, servicio de Dios (copia textual).

Durante el siglo XI los primeros feudales, los primeros guerreros en dependencia, se convertirán en los “miles por porfessio”, o sea, los que se comprometen a servir a caballo siguiendo el sentido clásico de “dedicado a la carrera de armas”. Esto dio un origen seglar a la caballería, la relación es siempre entre el caballero y el señor feudal. En el siglo XIII “miles”, caballero, se convierte en un título y la caballería, en alza debido a las novelas de amor cortés, en una virtud que se equipara a la nobleza. Así, hablamos ya del caballero como un noble que es militar.

El caballero franco era la imagen típica del ideal de caballero medieval, sus biografías muestran la evolución sufrida por la caballería desde sus orígenes: en la guerra, la vida cortesana, la formación caballeresca, etc. Desde Francia, esta corriente de ideas se extiende a toda Europa, su movimiento va asentándose y sus miembros van adquiriendo mayor prestigio.

Escena costumbrista. La vida de San Cándido de 1292. Monasterio de Sant Cugat del Vallés (Barcelona)

Este recién nacido espíritu en el sur de Francia, se propagó hacia Alemania por Flandes, Brabante, Borgoña y Suavia, convirtiéndose así las grandes cortes europeas en el centro espiritual de la caballería.

El carácter caballeresco

Caballería y caballero son conceptos netamente medievales.

La caballería literaria no se corresponde con la caballería real. Tratados como el de Ramón Llull, presentan unos cánones y unos ideales a seguir para llegar a conseguir la plenitud caballeresca, aunque en la realidad no se llevaron siempre a la práctica y muchas veces solamente se representaban en fiestas. Aunque no debemos olvidar que hubo caballeros reales que, siguiendo el modelo de los caballeros ficticios, alcanzaron gran fama, y el ideal de Cruzada fue uno de los puntos fuertes del éxito y de la generalización del ideal caballeresco en Occidente. Así, el verdadero modelo a seguir será el cruzado.

La caballería formará parte de uno de los tres pilares de la sociedad medieval. El caballero está integrado, dentro de la sociedad, en el grupo de los “bellatores” o guerreros. La iglesia se unirá a la caballería por el ideal de Cruzada, y el cruzado será su brazo armado.

Condiciones para ser caballero

La reorganización territorial entre los señores feudales dividió las provincias entre sus vasallos y dio origen a la orden noble o “caballeresca”, donde no cabía ningún miembro de diferente clase social. Este restringido círculo se mantenía de alianzas, casi siempre matrimoniales, así se podían demostrar las líneas de ascendencia para poder ingresar en la Caballería.

Solo algún plebeyo enriquecido y ennoblecido por la espada pudo alcanzar la dignidad de caballero. Con el tiempo se modificaron estas rígidas normas. Un privilegio de los caballeros era el de poder ordenar a otros en su condición; así, de forma gradual, la Caballería fue ampliándose con fieles vasallos, fueran de condición noble o no. Las cruzadas, unidas a la expansión militar, abrieron las puertas de la Caballería a todos los hombres.

Caballero de la muerte. Grabado en cobre de 1513. Alberto Durero. Museo del Louvre (París)

Durante estas campañas la falta de hombres obligó a los nobles más ricos a tomar a sueldo tantos caballeros como podían mantener. Con esto la caballería pasó a ser un sistema social donde se servía por lucro, es decir, un trabajo.

Pajes y escuderos

La educación del futuro caballero se iniciaba a los siete años, recibiendo instrucción y disciplina, en casa de su señor feudal, hasta los catorce. Durante este período cumplía con las labores de doncel o paje y alternaba sus ejercicios con las armas con servicios domésticos: escanciar vino, acompañar a los señores, etc. Así, el joven se acostumbraba a la obediencia y cortesía y se familiarizaba con los usos de la Caballería.

A los catorce años el doncel pasaba a ser escudero o “armiger”, recibía su primera espada y calzaba espuela de plata. Su labor era ahora la de acompañar a su señor o a su caballero, a cuyo servicio estaba en sus viajes, en la caza o en las campañas militares, donde le llevaba la brida, sujetaba el estribo, le vestía la armadura de combate o lo socorría si era derribado. A cambio aprendía el manejo de las armas y los usos de la caballería.

Escena de dama y caballero, donde el perro simboliza la fidelidad del matrimonio. Iconografía que refleja el ideal del mundo aristocrático. 1160. Colegiata de Santillana del Mar (Cantabria)

Una vez cumplido el aprendizaje, el escudero llegaba a la dignidad de caballero, hacia los veintiún años. El rito de armar caballero era sencillo al principio, pero a partir del siglo XII fue cada vez más recargado y complicado y la iniciación del caballero pasó a adquirir casi la categoría de sacramento. Sobre esta época empezaron a surgir las órdenes militares laicas.

La ceremonia

En la ordenación se unían los aspectos religiosos y las costumbres germánicas. Todo el ritual y los elementos que lo caracterizaban estaban dotados de unos símbolos propios y específicos. De todo este ceremonial disponemos de diferentes documentos en los que queda total constancia de la celebración de la ceremonia.

Para pertenecer a alguna de las diferentes órdenes militares debía de haberse ordenado caballero. La iglesia solo tenía autoridad para coronar al rey y bendecir las armas, a un caballero debía siempre ordenarlo su señor. El candidato a caballero debía prepararse rezando en una iglesia y recibiendo el sacramento. Después se bañaba y vestía con una túnica blanca (señal de purificación y del honor inmaculado). Mientras los padrinos, el señor y los invitados se dedicaban a comer y divertirse, el novicio, en mesa aparte, tenía prohibido hablar, comer o reírse. Al final debía cubrirse con un manto, señal de su buena disposición a derramar su sangre por la religión, y se le cortaba su cabellera, señal de servidumbre, y se disponía a pasar la noche velando sus armas. A la mañana siguiente, volvía a la iglesia, en compañía de sus padrinos, para presentar la espada al sacerdote y que este efectuara la bendición de la misma. Luego se dirigía ante la persona que debía armarlo caballero, el señor, y se hincaba de rodillas. Después de un breve interrogatorio prestaba el juramento por el que se comprometía a defender la fe de la iglesia, lealtad a su señor, proteger a las mujeres y a los huérfanos.
Acabado esto, los padrinos y las damas le ayudaban a vestir la armadura, le calzaban las espuelas doradas y le ayudaban a ceñir la espada. Una vez vestido, el señor le daba tres golpes (espaldarazos) con la hoja de la espada en los hombros diciendo: “En el nombre de Dios, de San Miguel y de San Jorge, te concedo el derecho a portar armas y el poder de impartir justicia, ser honesto, valeroso y leal” (en España incluían el nombre del Apóstol Santiago). Después de esto, ya siendo caballero, el señor le daba el abrazo (acolada) y acababa la ceremonia.

Maximiliano Sforza. Miniatura fines siglo XV


El significado de las armas

En el capítulo V del Libro de la Orden de Caballería, el cronista Ramón Llull nos enumera el equipo del caballero citándonos, además, su significado simbólico.

Espada: en forma de cruz. Vence a los enemigos como lo hizo Cristo y, con su doble filo, mantiene a la Caballería y la justicia.

Lanza: derecha, fuerte, no se tuerce, como la verdad. Su pendón representa a la verdad.

Casco: la vergüenza sin la que no es posible servir a la Caballería. Protege la cabeza, el miembro más importante del hombre.

Grebas: protegen las piernas con hierro, igual que el caballero protege los caminos con sus armas.

Espuelas: significan la diligencia y el ansia que tiene el Caballero en servir a la Orden. También el cumplimiento de su obligación y el saber ser precavido.

Gola: le protege el cuello. Representa la obediencia hacia el señor.

Maza: lucha contra el resto de las armas, golpea por todas partes, es el coraje y la fuerza que lo defienden contra los vicios y hace fuertes sus virtudes.

Escudo: significa su oficio, está entre él y el enemigo, igual que el caballero está entre el Rey y el pueblo. Recibe los golpes antes que él.

Silla: la seguridad del Caballero sobre su montura. Igual que su cargo en la Orden, que le permite alejar su cobardía cuando recibe de frente a su enemigo y evita pelear por cosas fútiles.

Caballo: permite que el caballero sea visto de lejos con su altura. Da nobleza a su carácter.

Freno y riendas: evitan la mentira y la inconsciencia, permitiendo al Caballero cumplir los mandatos de la Orden.

Testera: protege la cabeza del caballo. Va delante del Caballero, al igual que la razón debe ir delante en todos sus actos. Le protege del deshonor.

Adornos del caballo: protegen al caballero igual que éste debe proteger sus bienes, pues sin ellos no sería capaz de mantener su oficio, si fuera pobre podría ser fácilmente traicionado.

Cota de malla: recibe numerosos golpes, igual que los hombres humildes que han de esperar que el Caballero les proteja de los peligros.

Símbolo heráldico: permite conocer al amigo o al enemigo. Es símbolo de la Caballería y se debe evitar su deshonra.

Pendón: representa el mantener del honor y de las tierras de su señor.

Castillo: con sus muros protege del enemigo, igual que el corazón noble es inmune a los vicios.

Misericordia: se le da al caballero para cuando le fallen todas las demás armas. Es la virtud más importante.


Foto de inicio: Batalla de San Romano, por Paolo Uccello (1541-1547). Panel de la Galería Nacional, Londres.

Texto y Fotos: Julia García Rafols – Experta en Historia del caballo

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