Se conducirá al potro a la pared y el ayudante permanecerá a la altura de la espalda sujetándolo con la cuerda. Es muy importante no taparle la salida al caballo. Por ello, repito, el ayudante se situará siempre frente a su espalda, para que así el caballo vea siempre que puede salir hacia delante. También es importante que el jinete que va a montar sobre su lomo sea de poco peso. Hay que tener en cuenta que se va a someter el lomo y los riñones del caballo a soportar un peso por primera vez.
Empezará a dar saltos sobre el cuello del potro, hablándole mucho, tanto él como el ayudante, acariciándole a base de palmadas por el largo del cuello y también por la grupa y los costados. Toda paciencia y cariño que se tenga en estos primeros días es poco.
Poco a poco, el jinete procederá a dar saltos más traseros, o sea, más cercanos a la cruz del caballo. Por fin, cuando el caballo esté tranquilo, saltará sobre la montura varias veces, y al final quedará con el pecho sobre la montura y acariciando la costilla derecha del caballo. Todo muy despacio, hasta verse encima de la montura, sin meter los pies en los estribos; así permanecerá varios segundos y bajará, acariciando todo lo posible al potro.
Al día siguiente, si el caballo está tranquilo, se le pueden dar algunos pasos por la pared del picadero. Cuando el caballo sea capaz de dar una vuelta completa al picadero sin estremecerse, se puede empezar a dar vueltas muy cortas, el ayudante con la mano alta, a fin de que el potro no pueda bajar la cabeza para botarse. El jinete se agarrará con la mano izquierda a la crin del potro y con la derecha al arzón de la montura.
Si todo esto se hace bien y despacio, se puede asegurar que no hay motivos para que el potro se bote. A los pocos días de este trabajo, nos encontramos con que el jinete ya puede coger las riendas sueltas, completamente flojas, y que al potro, tras marchar en la cuerda con su jinete al paso, trote y galope, se puede preceder a soltarle, siempre por la pared del picadero, y al principio permaneciendo el ayudante a la altura del estribo a fin de ayudarle a caminar por derecho.
Por último, vuelvo a llamar la atención en hacer las cosas bien y por su cauce, en estos primeros días. Hay que tener presente que solo el potro que empieza su adiestramiento correctamente llegará a ser un buen caballo domado.
El trote
Los detractores de la Doma Vaquera insisten en que esta doma es incompleta porque se omite el trote. Nada más lejos de la realidad.
El trote se ha usado siempre por los buenos desbravadores. Lo que sí es cierto es que solo mantuvieron este aire en determinados momentos del adiestramiento de sus caballos. Siempre se ha usado en el campo nuestra montura española, ideal para trotar ya que, en la vaquera, por su anchura nos es imposible. Es siempre la imagen de nuestros potros a cuatro riendas con montura española, y el jinete con la vara cruzada por encima del cuello del caballo trotando a la española, con las riendas cogidas a la española: tres en la mano izquierda y la falsa rienda derecha, junto con la vara, en la mano derecha.
Pero también es verdad que, a medida que han ido desapareciendo estos buenos desbravadores, que en la mente de todo buen aficionado perduran, ha ido desapareciendo el trote. Sin embargo, yo creo firmemente que no podemos omitir porque sí uno de los tres aires que tiene el caballo para llevarlo a una buena doma. Entre otras razones, porque sin trote no hay paso ni galope reunido. Con el trote enseñamos a nuestros caballos a emplear los cuartos traseros, a fijar la cara, a desarrollar sus músculos, -no olvidemos que la doma es una gimnasia-. En definitiva, además, cuanto queramos enseñar a nuestro caballo al galope antes hay que enseñarlo al trote. Al igual que en un automóvil no podemos pasar de 1ª a 3ª, nosotros no podemos emplear en nuestro potro el paso y el galope omitiendo el trote; si el caballo tiene tres aires, hay que emplear los tres. Otra cosa diferente es que, cuando ya el caballo esté domado, y empiece a ser dedicado a las faenas propias de la Doma Vaquera, tales como acoso, rejoneo, etc., -por exigencias de tener siempre contacto esta doma con el toro bravo- se omita el trote. Está claro, por supuesto, que ante un toro es desaconsejable ponerse a trotar, ya que, tanto si lo tiene uno por detrás como por delante, lo exigible en ese momento es el galope.
Lo primero que debemos enseñar a nuestro potro es a trotar por derecho, luego en círculo.
Para lo primero nos serviremos de la pared del picadero, obligándole a ir derecho por la pista, empujándole suavemente y sin casi tocar la boca del caballo. Es necesario transmitirle al potro nuestros deseos de que vaya hacia delante. Todos los movimientos del potro en estos primeros trabajos deben ser hacia delante. Si por veces se pone al galope, dejadlo; a los pocos trancos se volverá a poner al trote, seguramente al llegar a un ángulo, pues todavía no tiene equilibrio suficiente para tomarlo al galope. Este equilibrio solo lo irá cogiendo cuando empecemos a trabajarlo en círculos.
El círculo hay que cuidar mucho de que sea redondo. En el círculo, el potro empieza a incurvarse, desde el cuello hasta la cola; sometemos por primera vez a la columna vertebral a una incurvación. Esta le cuesta trabajo y, por ello, el potro tratará de dar un medio círculo correcto, intentando luego salirse por derecho para aliviarse. Hay que procurar poco a poco que nuestro caballo empiece a mantener la incurvación en toda la duración del círculo. Procurad que el radio de este círculo sea al menos de 10 metros; en uno más pequeño no tiene elasticidad ni equilibrio para ejecutarlo. Hay que aprovechar también el paso por los ángulos del picadero para que, mediante la presión de la pierna interior, el caballo aprenda a envolverse en ella.
Han de alternarse mucho los círculos con el marchar por derecho; no es bueno someter a nuestro potro una y otra vez a la incurvación del círculo, aparte de que notaréis que, tras un par de círculos, el caballo ansía ir por derecho, y desde luego con mucha más impulsión. Con estos ejercicios es aconsejable variarle mucho la velocidad del trote, pasar continuamente del trote reunido al trote medio, y, por qué no, al trote largo. Alternad los tres movimientos de trote con paradas y medias paradas, procurando que salga siempre hacia delante, por derecho y con impulsión. Con estos ejercicios el caballo empieza a reunirse y, como consecuencia, a remeter sus cuartos traseros. El equilibrio variará notablemente y empezaremos a notar cómo sube su tercio anterior y el cuello se va flexionando; en menos palabras: nos iremos sintiendo más cómodos sobre el lomo de nuestro caballo. Mediante este trabajo iremos sintiendo que nuestro potro empieza a ponerse más flexible y en disposición de empezar a galopar.
Texto y Fotos: Luis Ramos Paúl in memoriam