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Arrear, templar y doblar: el ejercicio vaquero más aplaudido

Mientras se templa, las riendas no deberían actuar a la vez

Los jinetes en la pista arrean en paralelo a un lado largo, templan al caballo antes de llegar a la esquina, doblan en ella y arrean de nuevo en dirección contraria. Arrear es un galope enérgico, un galope de trancos largos donde el caballo sigue en la mano y mantiene el mismo o casi el mismo ritmo que en el galope de trabajo. Juan Llamas te cuenta todo lo que debes saber.

ARREAR, TEMPLAR Y DOBLAR A AMBAS MANOS

Arrear, templar y doblar

Arrear no es un galope donde el jinete pierde el control del caballo y éste se hace el sordo a las ayudas de retención, y ni siquiera atiende a las de propulsión porque ya va como un cohete. Arrear es un galope enérgico, un galope de trancos largos donde el caballo sigue en la mano y mantiene el mismo o casi el mismo ritmo que en el galope de trabajo. En resumen, trancos más largos, pero no precipitados.

El recorrido normal de los jinetes en la pista es arrear en paralelo a un lado largo de la pista, templar antes de llegar a la esquina, doblar en ella y arrear de nuevo en dirección contraria. Hacen una U más o menos abierta, y hay que tener en cuenta que cuanto más cerrado es ese giro, más dificultad tiene, dificultad que si es deseada por el jinete debe ser valorada por los jueces. Si el jinete hace el giro muy abierto, es probable que al caballo le falte la capacidad de reunión necesaria para poder doblar en pocos trancos. Hay quien arriesga mucho y dibuja en la pista un tirabuzón de tres bucles, lo que significa arrear, templar y doblar tres veces seguidas.

Antes de doblar hay que templar. Generalmente, los jinetes templan cuando están llegando a una esquina de la pista. Es natural. Además de que el jinete ha necesitado todo el largo para arrear, el caballo sabe, por instinto y por memoria, cuándo va a terminar el arreón al acercarse a la valla de cualquiera de los lados cortos, y colabora haciéndole más fácil al jinete el acortamiento del galope.

En el templar hay que estar atento a que el caballo no saque la grupa y que no se defienda levantando la cara o dando picotazos. Si jinete y caballo logran una buena transición, con progresividad, el templar puede ser bellísimo, dejándonos una impresión de facilidad, de gracia y de elasticidad que ha de llegar al fondo de nuestro corazón.

Templar y cortar riendas

 

Las ayudas de riendas, como sabemos, excluyen todo tirón. La mano actúa con ellas como si modelar a masilla, y en todo caso elevándolas ligeramente. Esas tensiones de riendas no deben ser permanentes, sino sucesivas, de abajo a arriba en cada tranco, ayudando al asiento retrasado del jinete.

Entre un arreón y otro, y después de templar, el caballo dobla, es decir, hace un giro que no es la media vuelta sobre las piernas sino algo más parecido a un medio círculo, previo a otro arreón.

La preparación

Arrear y girar no presentan problemas a ningún jinete experto. El arreón es lo más espectacular, pero en el templar, en esa transición del galope largo a un galope corto o de trabajo, es donde nos va a demostrar su tacto ecuestre. Este acortamiento del galope resulta más fácil si el caballo se preparó galopando cuesta abajo en una pendiente suave, aunque hay que tener las piernas bien despiertas y prontas a actuar porque la tendencia del caballo a atravesarse es mayor que si galopara en llano.

Si el caballo se preparó en una pista, al principio los acortamientos deben hacerse a lo largo de la valla, porque el caballo tiene con ella una referencia que le ayuda a ir derecho.

Mientras se templa, las riendas no deberían actuar a la vez. En cada tranco de galope, a mano derecha por ejemplo, la rienda derecha se tensa al final del tercer tiempo –es decir, de la batida de la mano derecha-, se mantiene en la fase de suspensión y cede antes del primer tiempo, de la batida del pie izquierdo. Las ayudas de piernas son también alternas, actuando con la batida del pie del mismo lado para que entren mejor debajo de la masa.

El caballo arrea

 

Las imperfecciones

Unos caballos cambian de pie antes de tiempo. Otros «se adelantan» reduciendo velocidad antes de que se lo pida el jinete, aflojándose y hasta echándose en las espaldas, perdiendo así la impulsión y la reunión que van a necesitar en la transición que exige el templar. Vemos también caballos que giran sin templar, obligándose a doblar en un semicírculo muy abierto. Otros carecen de actividad en el tercio posterior, trabajando con tal pereza que pueden caer en un galope de cuatro tiempos y hasta en el trote. También la mano derecha del jinete toca donde no debe y acorta unas riendas que la mano izquierda dejó resbalar en un arreón.

Hay otra incorrección –más bien es un «truco»– que algunos llaman con sorna «la fusta invisible». Cuando el jinete empieza un arreón, agita el sobrante de las riendas para que el caballo lo vea. Se trabajó antes creando en el caballo un reflejo condicionado. ¿Cómo?, pues se hace este gesto con las riendas y en menos de un segundo se le dan dos espolazos salvajes. Bastan tres o cuatro veces para que el caballo vea el sobrante de las riendas y salga arreando como una bala.

Terrorismo a caballo

Un arreón puede tener fatales consecuencias, porque hay casos que no son incorrecciones, sino verdaderos atentados a la Doma Vaquera. La memoria se va a principios de los ochenta, en los comienzos de la nueva era de la Doma Vaquera, cuando todo era desorden e improvisación y había que arrancar de cero. Fui a juzgar un concurso en un pueblo de la sierra de Madrid. Los medios eran pocos: una plaza de toros portátil, una mesa en el albero, junto a la barrera, para el juez, el secretario y el cronometrador, y una pequeña furgoneta de una tienda de aparatos eléctricos a nuestro lado, con el alta voz en el techo.

Abrió plaza un hombre que tenía un modesto picadero en las afueras del pueblo. Quería lucirse y entró arreando sobre un viejo pura sangre, piel y huesos. El bocado era un “ventano” con camas de medio metro, que no le valió para nada. El parón delante de nosotros quedó en un proyecto. A diez metros, viendo que no podía con él y que nos iba a arrollar, grité: “¡Al suelo, que nos mata!” y nos metimos debajo de la mesa.

No hizo falta. Aquel caballo tan “espiritao” dio el mejor salto de su vida, pasó por encima de nosotros, y caballo y jinete se estrellaron en el callejón. Recuperados del susto fuimos a ver qué había pasado. El caballo se levantó, pero su jinete seguía en el suelo, como muerto. Le eché un cubo de agua, entreabrió un ojo y me dijo con un hilillo de voz: “D. Juan, no me elimine, que yo vivo de esto”.

Había que pensar deprisa… El primer concurso en el pueblo…cinco participantes, tres de ellos este hombre, su mujer y su hija… Si le eliminaba, la mujer y la hija se retiraban. Hubiera sido un concurso de dos jinetes. El alcalde apretaba: “Juan, ¿un concurso para dos?”. Hablé con todos, decidí que el terrorista entrara el último y le dejé quinto. Nadie salió perjudicado, y aquel hombre se pudo ir a su casa con dignidad “para seguir viviendo de esto”. A su casa, a su picadero, presidido por un gran letrero: “SE DOMAN CABALLOS EN ALTA ESCUELA”.

 

Texto y fotos: La Doma Vaquera Actual de Juan Llamas editado por Grupo Lettera, S.L.

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