El donaire es esa forma de moverse, de hablar, de saludar, de tomar el asiento en la montura
Es tiempo de concursos, de romerías, de corredero… Es hora de lucir un binomio bien vestido y surgen discusiones y dudas a la hora de acudir en público sin desentonar. La elegancia vaquera se demuestra sabiendo atusar a las jacas y caballos, el tipo de vestimenta que debemos usar en cada momento y el donaire y aire vaquero que se debe imprimir en todas las ocasiones. ¡Si eres vaquero este post te va a ser de mucha utilidad!
Elegancia vaquera
En lo que respecta a romerías, ya es sabido que hay que ir preparando todos los detalles con 364 días de antelación.
Atusar
Las jacas: orejas, tupé, ollares, ojos, coronas, cuartillas y cola. Crines entresacadas como máximo a cuatro dedos o bien castañetas como máximo nueve, atadas con cabo o goma del mismo color de la crin, nunca de colores. Cola anudada si existe, si se entresaca previamente quedará un nudo más fino y elegante.
Los caballos: crines, cola, cernejas, orejas. Crines y cola cepilladas. Las cintas, atacrines y atacolas no proceden ni siquiera en romerías.
En ambos casos tendremos la precaución de herrarlos 10 días antes para evitar sorpresas. Por todos es sabido que no se atusa una jaca hasta que no está domada, pero damos por sentado que en una aglomeración de personas entre las que hay niños, bebés y ancianos, nuestro sentido de la responsabilidad no permitirá que montemos un animal cerrero.
El aparejo: sobriedad ante todo. Nuestra montura vaquera y cabezada se habrán desmontado para limpiar y engrasar a fondo, brillantes sin exceso; los hierros, espuelas y hebillas pavonados, sin rastro de óxido; la zalea, aunque amarillenta por el uso, pero limpísima ya sea a mano o en la tintorería.
En romerías y concursos es el momento ideal para disfrutar de los mejores tesoros de nuestro guadarnés: las monturas moteadas (nunca las caladas o bordadas al estilo zahonero), los mosqueros de cerdas o seda, nuestras mejores galas siempre acorde al vestuario elegido.
La montura española puede estar indicada en los potros a cuatro riendas, pero ya hemos descartado a estos de las romerías por su propensión a los accidentes.
Las cabezadas vaqueras (con ahogadero) son muy recomendables en tumultos donde habrá tirones e imprevistos y ataremos en cualquier sitio o andaremos del diestro. Por descontado, siempre hierros y cadenilla vaqueros y pavonados; es frecuente ver caballistas que ponen un hierro portugués, inglés o cromado por desconocer que en nuestro país tenemos en catálogo todo el abanico de embocaduras y piernas en vaquero y pavonado. Cualquier hierro se puede “traducir a la vaquera”, y con mayor elegancia y estilo si son de fragua, de las que hoy disponemos por doquier.
Las martingalas como gamarras, petrales, pecherines no caben en celebraciones y romerías. El pecho petral sirve para evitar el deslizamiento de la montura al subir una cuesta. De no ser una romería en la sierra o acosando una vaca, no debería llevarse y mucho menos para lucirse ya que produce el efecto contrario. Sería recomendable, al llegar a la ermita, quitarlo si hubiese sido necesario durante el camino. El mismo caso tenemos con protectores, vendas, sudaderos, etc.
Si podemos buscar un coche de apoyo vendría muy bien contar con unas riendas, una cadenilla barbada y un sacabocados que nos ayuden a superar algún imprevisto.
Vestir con elegancia
Esto está muy vinculado al buen gusto de cada uno. Únicamente podemos dar unos matices que sirvan de orientación. Primero, debemos elegir entre indumentaria de vaquero (de faena) o de ganadero (de gala) y perdonen el clasismo, pero es necesario distinguir una indumentaria de otra.
De Faena: guayabera, chaleco, camisa cuello de tira sin cuellos de pico, ni chorreras, ni encajes. Pantalón redondo (de vuelta blanca), boto campero de tacón de canto rodado, si tiene vira en el tacón mucho mejor para fijar las espuelas vaqueras que llevaremos bien pavonadas. Las correas de espuela podrán ser blancas en este estilo. Podemos vestir zahones pero siendo una prenda de trabajo no es indicada para romerías, aunque imprescindible para el Acoso y Derribo por ser una faena de campo. En competición de vaquera, opino que no es coherente el uso de zahones, ya que un concurso es una ocasión especial donde debemos presentarnos impecables mostrando el respeto que sentimos por la competición. Por establecer un símil, es como presentarse a Eurovisión con un delantal. No hay pistas con chaparros, encinas y jaras y normalmente no llueve ni hay que echarse un becerro encima. En caso de estar indicados, los zahones podrán ponerse exclusivamente con esta indumentaria, nunca con la de gala descrita más abajo. El sombrero cordobés o sevillano (de ala ancha y copa baja). Los hierros y espuelas de fragua también enriquecen el conjunto. No es adecuado el uso de reloj de pulsera.
De Gala: chaquetilla con chaleco, camisa cuello de tira sin cuellos de pico, ni chorreras, ni encajes; calzona con caireles abrochando solo uno o los dos de arriba, zapato si hace mucho calor o botín en tiempo más fresquito bajo la polaina, espuelas vaqueras pavonadas. Unas correas de espuela sin hebillas cogidas con agujetas es un detalle clásico muy elegante pero siempre en color natural; las blancas no son verosímiles con este atuendo, ya que las correas de espuelas blancas las hacían los vaqueros por su pobre economía. Sombrero cordobés o sevillano. Sin reloj de pulsera, se admite reloj de bolsillo o cadena, curioso en estos tiempos que se ven tantos caballistas hablando por el móvil.
Aire Vaquero
Después de haber hecho un breve repaso por el aparejo nos quedan el donaire y los colores.
El donaire es aquella forma de moverse, de hablar, de saludar, de tomar el asiento en la montura, todo aquello que no se vende en tiendas y que llamamos arte. Como admirador del arte vaquero, he llegado a la conclusión de que el arte y la educación van bastante unidos. Hay pequeños detalles que podrían encuadrarse en las normas de educación a caballo como nunca ir a pie con espuelas. Aunque las amazonas monten en silla de cornetas o bien a horcajadas deben llevar siempre el pelo recogido. Ni la amazona con la vareta sobaquera, que es similar a ir a horcajadas, ni con la pierna derecha cruzada en la montura, que es otra actitud de descanso que toman algunos jinetes que no es estética.
¡Está permitido sonreír! Hay caballistas que ponen cara de sargento por ir de corto y nada tiene que ver sonreír o no, con ir elegante. La barbilla alta, buscando el fondo de silla, la espalda recta, saludar tocando el ala derecha del sombrero. En cuanto a saludar a alguien que va a pie, está bien hacerlo montados, pero si vamos a mantener una conversación, debemos echar pie a tierra para hablar cara a cara. Y así tantos pequeños detalles de sentido común que convierten al caballista en caballero y, como norma fundamental, respetar a nuestro compañero: el caballo.
Ya sabemos lo que se dice de los colores y por ello no podemos atrevernos a aconsejar sobre algo tan particular, solamente el guiarnos de los colores tradicionales nos llevará a conseguir una elegante imagen.
Si vamos a combinar varios colores o tonos, confiaremos en nuestro buen gusto y teniendo muy en cuenta el color del sombrero. Los tonos han de ser coherentes a la temporada, al igual que hacemos con nuestro vestuario diario; si no nos pondríamos un pantalón de pana negro para salir a las tres de la tarde en verano tampoco lo haremos de corto. Tonos claros en tiempo de mucho calor y tonos más oscuros y tejidos más fuertes para el tiempo fresco, donde llevaremos el marsellés debidamente atado hasta que el cuerpo nos pida abrigo. En julio, con 30ºC por la noche, el marsellés puede quedarse en el armario.
Últimamente vemos atuendos de montería, sombreros y botas de caza, pero yendo a caballo nunca sucumbiremos a esas modas. Es un deleite ver que cada vez son más los aficionados que se presentan en público impecablemente. Aún así, esperamos haber servido de orientación a los aficionados más noveles.
¿Te interesa la Doma Vaquera? Entonces no te pierdas ‘La Doma Vaquera con Calma’, con todos los secretos y consejos del multicampeón Luis Fernando Benítez Santander.
Texto y fotografías: Leo Zoreda. Guarnicionería Artesana