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¿Cómo se expresa un jinete vaquero?

¿Tiene el aire vaquero algo que ver con la decisión y la voluntad de aceptar riesgos?

Expresión y aire vaquero se funden en una nota que los jueces hemos de poner a cada jinete al final de su actuación. Y tenemos que combinar dos cosas bien distintas: por un lado, cómo se expresa un jinete y por otro si tiene o no tiene aire vaquero. Juan Llamas nos lo cuenta todo sobre: expresión, aire vaquero, otras montas, pellizco. Sentirse importante…

EXPRESIÓN Y AIRE VAQUERO

Expresión

¿Pero cómo se expresa un jinete? Un jinete se expresa con su asiento, con su colocación, con sus ayudas, y también con la manera en que ha decidido combinar y ligar unos ejercicios con otros. El asiento, la colocación y las ayudas ya fueron evaluadas en otra nota, por lo que la directriz del Reglamento nos centra en “la dificultad en la combinación de los movimientos”. Al permitir al jinete cambiar a su voluntad el orden de los ejercicios, quiso dar importancia a quien lo altera para hacer su actuación más personal, más atractiva y hasta más arriesgada.

Debemos estar advertidos, porque no siempre se varía el orden por afán de creatividad o en busca de dificultades voluntariamente añadidas. Hay quien empieza con los trabajos al galope porque su caballo es un “pasmao” sin temperamento, y así lo “rehierve” un poco. Otro alterna movimientos a un aire y a otro para darle un respiro al animal, porque hay caballos que se gastan en un galope.

En uno y otro caso los jueces y los secretarios nos volvemos locos. A los jueces dos ojos nos parecen pocos para captar sin despistes cada ejercicio que el jinete acomete cuando quiere, mientras que los secretarios buscan febrilmente la casilla para colocar cada nota en su sitio.

El aire vaquero

El aire vaquero es algo muy difícil de definir con palabras. Hay jinetes con aire vaquero, mejores o peores, pero que transmiten lo que en definitiva es un sentimiento o la consecuencia de una manera de vivir. Algo tiene que ver con la decisión y la voluntad de aceptar riesgos, aunque sin perder la cabeza porque en el campo, desde donde teóricamente se viene a la pista, hay que estar alerta cuando una vaca está cerca.

El jinete vaquero tiene que llevar nuestra imaginación a los espacios abiertos y hacernos soñar con “amanesías” en un campo donde el tiempo camina sin prisas y el silencio va tallando con paciencia el carácter y el gesto brioso de los hombres.

Aire vaquero

Otras montas

Esos efluvios no nos van a llegar nunca de un jinete de Salto, con su pantalón clarito, su chaqueta roja y su casquete, ni de un jinete de Doma Clásica, con su atuendo al que llamamos injusta y despreciativamente “de pingüino”. Ni siquiera de un jinete de Raid, que es campo puro, porque a sus ademanes y a su vestimenta funcional –hasta con zapatillas de deporte- les falta gusto y tradición.

El pellizco

El aire vaquero necesita un punto de macho y de rusticidad. Se encarna en jinetes con la cara cincelada por el sol y las brisas y el cuerpo ágil y correoso para hacer frente a las faenas de cada día donde hombre y caballo han de bastarse a sí mismos.

No vale un jinete remilgado porque en el campo sobra la melosidad en los gestos. No vale un jinete “espiritao” porque la delgadez extrema está reñida con el esfuerzo, y por las mismas razones tampoco nos vale la obesidad. En los años ochenta vi en una feria de pueblo un hombre tan gordo que a la hora de montarse había que taparle los ojos al caballo para que no viera lo que se le venía encima.

Jinetes como Rafael Jurado, Francisco Díaz Rodríguez, los hermanos Tirado, Ignacio de la Puerta y otros muchos que me dejo en el tintero, son ejemplos de la gallardía y la presencia que nos producen ese pellizco que recorre nuestro cuerpo cuando sentimos que en ellos está la verdad del campo.

Sentirse importante

Escribía Ramos-Paúl que un jinete tiene que sentirse importante. También lo dijo Jesús Porras, que hace muchos años aconsejaba a su amigo Antonio Beigveder:

Ponte importante a caballo.

Muchacho, ponte importante,

que te miren.

Si te envidian, déjalos.

¿Cómo hacerles comprender

todo esto en un instante?

Que sepan cómo se monta a caballo

con tradición y con arte,

que su sudor sea el tuyo,

y que el olor de los dos

sea en un solo cuerpo fundido

como de gloria en la tarde,

con dos almas que naveguen

en un mar de olivos verdes.

 

Andalucía

Un mar de olivos verdes… ¡Qué sugerencias! El verde y el blanco de la espuma de las olas, los dos colores de la bandera de Andalucía. Andalucía, vientre eterno pariendo sin descanso hombres y caballos que elevan la Doma Vaquera a la categoría de arte, para recogerlos amorosamente, cuando les llega la hora, en su dulce seno.

Mientras tanto, mientras la vida se viva con fuerza y un hombre montado en su caballo sueñe que está en el Cielo sin dejar la tierra, podrá decirle a su caballo, con regusto, aquellas palabras de Eduardo Palencia:

¡Cómo me gusta mirarte,

caballo del alma mía,

cuando el sol de media tarde

pinta tu sombra y la mía

en esta tierra del arte,

tierra de mi Andalucía

donde los jinetes nacen

al compás de bulerías!

 

Con este artículo finalizamos los publicados en esta revista procedentes del libro escrito por Juan Llamas “La Doma Vaquera Actual”. El escritor, Coronel interventor de Caballería nacido en Málaga, pero con residencia habitual en Madrid, fue un amante de todo cuanto sucedía en la Doma Vaquera, de la que se preocupó de entender desde sus distintas perspectivas como Juez y como Jinete. Desde la editorial Grupo Lettera, nos sentimos orgullosos de haber editado este libro, filón de sabiduría y arte campero, por considerar que esta disciplina lo merece todo, sin lugar a dudas, la más original y autóctona de España.

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