Su procedencia, síntomas y tratamiento
La fiebre del Nilo Occidental (West Nile Virus) es una enfermedad vírica de declaración obligatoria que se puede transmitir a los humanos. Se transmite desde aves portadoras a los mamíferos a través de picaduras de mosquito. Las aves que son portadoras son los córvidos, algunas rapaces y los ánsares. Los caballos y los seres humanos son particularmente sensibles a la infección.
La fiebre del Nilo
El virus inoculado por la picadura del mosquito viaja desde el punto de picadura por la sangre hasta el cerebro y la médula espinal. Una vez en el cerebro y la médula, el virus provoca una infamación que puede reflejar síntomas nerviosos más o menos severos y que pueden ser mortales. El periodo de incubación suele oscilar entre tres y quince días.
Los síntomas clínicos que pueden aparecer inespecíficos son: fiebre y sintomatología similar a la gripe, pérdida de apetito, depresión. En cuanto a los síntomas neurológicos son: letárgica, incapacidad para comer, problemas de visión, inclinación de la cabeza, que el caballo se tropieza, debilidad y temblores musculares, parálisis parcial, incapacidad para mantenerse de pie, convulsiones, coma… La tasa de mortalidad de los caballos con problemas neurológicos es de hasta un 50%. Hay que saber también que hasta el 75% de las infecciones en humanos y équidos son asintomáticos. Los caballos, un 25%, tienen un proceso febril y uno de cada 140 presentan síntomas neurológicos.
Desde África
La fiebre del Nilo Occidental se originó en África, concretamente en Uganda en 1937, y se ha extendido a todo el mundo. La circulación del virus en Europa y África se ha caracterizado por brotes limitados esporádicos, separados de largos periodos sin ningún brote. Esta actividad empezó a incrementarse en 1996. Hoy es el flavivirus más extendido. Hay dos líneas: la uno y la dos. Hasta hace poco la línea dos afectaba solo al África subsahariana y Madagascar y se considera más virulenta. En 1999 hubo un gran brote que se extendió rápidamente por todo Estados Unidos que afectó a gran cantidad de caballos. En Europa comenzaron pequeños brotes en 2003 y 2004 hasta 2010, año en que el virus se extendió por todo el continente, pero sobre todo por el Mediterráneo. En pocos años los virus se han adaptado muy bien a los pájaros y los mosquitos europeos.
En España el primer foco se localizó en Jerez de la Frontera (Cádiz) en 2010. En los siguientes meses se fueron dando casos en las provincias colindantes de Málaga y Sevilla. La cepa aislada es de tipo uno que se relaciona con humedales que constituyen el hábitat idóneo para su transmisión y es el que se ha dado en el área mediterránea.
Los Síntomas
Cuando el caballo muestre alguno de los síntomas descritos debemos llamar al veterinario para que lo examine cuanto antes.
Si cree que la sintomatología se corresponde a la fiebre del Nilo enviará las muestras al organismo competente según la autonomía, puesto que, como hemos dicho, es una enfermedad de declaración obligatoria, para que se confirme mediante diagnóstico laboratorio, la detección de antígenos o anticuerpos específicos del virus presentes en la sangre de los animales infectados. Se pueden realizar varios tipos de pruebas dependiendo del tiempo que haya transcurrido desde la infección:
✔ Detección directa del agente patógeno, que consiste en la amplificación del ARN vírico en muestras del animal infectado. El problema que tiene este método es que solo podremos detectar ese ARN en el momento de dispersión del virus en la sangre y este periodo es muy corto.
✔La otra posibilidad es indirecta y se detectarán los anticuerpos que solo aparecen en caso de enfermedad: las inmunoglobulinas M. Tardarán unos días en aparecer, en torno a ocho y diez días. Estos anticuerpos pueden dar resultados erróneos si el caballo ha estado en contacto con otros flavivirus, por lo que a veces se recurre a otro tipo de test llamado Test de Neutralización por Reducción de Placa.
El Tratamiento
No existe ninguna cura para la fiebre del Nilo Occidental. Los caballos producen de forma natural anticuerpos específicos frente a este virus, pudiendo superar un caso leve de enfermedad. Sin embargo, todos los casos diagnosticados requieren de atención veterinaria. El tratamiento es paliativo para evitar los daños producidos por los síntomas observados. Si un caballo presenta síntomas neurológicos serios, será necesaria su hospitalización. En el hospital se encargarán de evitar que se produzca más lesiones, de mantenerlo hidratado y de darle toda la terapia de soporte que necesite. La recuperación de estos casos a veces dura meses.
Texto y fotos: Redacción. Revista Galope Nº 59