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Antoine de Pluvinel, maestro de equitación con gran influencia en la doma moderna

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Enseñó los avances del caballo en el sitio por el uso de los dos pilares y de la espalda adentro en movimiento

El Picadero Real de Antoine de Pluvinel es una obra mítica en la historia de la Equitación. Este maestro actuó como elemento clave para que la doma se despojara de las brutalidades que tan arraigadas estaban en los métodos utilizados en las escuelas italiana y francesa de la época

Antoine de Pluvinel (1552- 1620). El Picadero Real

 Pluvinel fue el primero de los maestros de equitación franceses, sus ejercicios y conclusiones han gozado de gran influencia en la doma moderna. Escribió “L´Instrucción du Roy en l´exercice de monter à cheval” conocido en España con el título de “El Picadero Real”.

Fue tutor del rey Louis XIII e introdujo entre otros ejercicios el uso de dos pilares en su método de doma, donde acostumbraba a la montura a controlar sus movimientos en el sitio, así como, desarrolló la “espalda adentro” con el fin de aumentar en movimiento la flexibilidad del caballo.

 Conversación de Pluvinel y el Rey Luis XIII de Francia

Señor, Vuestra Majestad será de gran estímulo para que los virtuosos gentil hombres de vuestro reino aprendan cuando vean que el rey sabe de esto tanto o más que su caballerizo. Porque es verdad que hay una gran diferencia de una corveta, cuando el caballo se limita a levantarse de delante simplemente, a una corveta bien hecha, porque se considera la mejor cuando el caballo la da voluntariamente, con la sola ayuda de la voz, y tantas veces como se quiera acompañando armoniosamente los cuartos delanteros y los traseros, y siempre que haga tres bien hechas seguidas, sin transición, dará tantas como su aliento le permita, a lo que debe habituársele poco a poco, y si puede ser , sin excitarle. Cuando el caballo ha advertido lo que se pretende de él y ya lo hace con bastante agrado, conviene montarle encima al alumno, el cual le hará levantarse con ayuda de la voz, y si es preciso añadirá el estímulo de la fusta, golpeando muy suavemente en el lomo, para conseguir una corveta sólo durante tres o cuatro lecciones, o más, a discreción, según su espíritu, su voluntad y su memoria; porque si el caballo reúne estas tres cualidades, con un poco de fuerza, el caballero habrá terminado rápidamente su obra, y la prueba, Señor, está en lo que he hecho con vuestro caballo de España llamado Soleil, que ha resultado de tan excelente memoria, que aunque fuese ignorante, de muy mala condición y de pocas fuerzas, ha comprendido en el acto, y recuerda también que le he domado en tres lecciones.

Yo mismo le he trabajado tres mañanas seguidas, sobre el terreno, haciendo buenas pasadas, cortas y largas, dando medias vueltas, redoblando las vueltas, y cambiando de mano en los giros, y luego en quince lecciones más le he adiestrado en corvetas de muy buen estilo, y en otras quince lecciones le he acostumbrado también a toda clase de evoluciones, que ha resultado un caballo de verdadera categoría, y tan acabado, que no hay ninguno que lo haga mejor , sobre todo cuando Vuestra Majestad lo cabalga.

Pongo como testigo, entre muchos buenos caballeros que podría citar aquí a un juez idóneo, el Señor de Bertichieres, excelente y gallardo experto en caballos, y uno de los mejores discípulos del Señor Juan Bautista Pignatelli y condiscípulo mío, que quiso estar presente durante las tres primeras lecciones y me vio triunfar en la prueba, como se ha dicho; pero no se encuentran caballos de tan buena memoria. Sólo he visto cosa igual en otra jaca nacida en el Languedoc, que acepté del caballerizo de la Señora Condesa de Auvernia, para servir, como lo ha hecho, y muy bien, al Duque de Vendôme, que fue del mismo espíritu y memoria, y de muy buena voluntad, a la que he visto comprender y fijar la lección inmediatamente, sin olvidarla nunca, de suerte que yo lo domé, enseñé y afiné en las corvetas y sobre el terreno en menos de un mes; era tan noble que lo llamé Delicioso.

 

 

El Rey

Cuando empezáis a domar a un caballo, ¿no lo hacéis alrededor del pilar, y continuáis después trabajando de la misma manera hasta que se muestre bastante suelto sobre el terreno, y después entre los dos pilares, hasta que se ponga a dar corvetas con conocimiento?

Pluvinel

Sí, Señor, yo empiezo y continúo y acabo de domar los caballos por estos dos medios, y me va muy bien, porque de aquí deduzco todas las lecciones apropiadas para hacerles entrar en razón, sin atormentarles ni el cuerpo ni las patas ni los cascos, sino únicamente el cerebro, medios infalibles para hacerles obedecer prontamente a la voluntad del jinete, tanto más cuanto que alrededor del pilar el caballo se coloca fácilmente sobre las ancas, se decide, se hinca, vuelve furiosamente y en redondo, siempre que sea nervioso y vigoroso, entre los dos pilares; si el caballo va bien voluntariamente en las corvetas, apoyándose suavemente en las riendas y no en el cabezón, irá toda vía mejor fuera de allí, en libertad.

Pero antes de pasarle de lección conviene alargarle los ronzales del cabezón, y enseñarle a ir de costado, casi solamente de ancas, porque los dos cascos de delante no pueden prácticamente moverse de un mismo punto, supuesto que el cabezón sujeta la cabeza, el cuello, el lomo, las patas y los cascos delanteros del caballo cuando está atado por los dos lados, de forma que todas las evoluciones elevadas que pueda hacer las puede aprender comenzando por esta lección, y a que indudablemente todas las demás posturas dependen de la de firmes e inmóviles en un lugar.

Diré al paso que la lección más excelente para afirmar prontamente la cabeza del caballo y que se apoye bien en la mano de la brida, y hacerle recuperar aliento para las corvetas, cuando no se apoya ni tira del cabezón, es sujetar entre dos pilares con los ronzales un filete que llevará en la boca en lugar de la brida, haciéndole evolucionar sin silla, porque se castiga así mismo si cabecea, o si se apoya demasiado, o si no se apoya lo suficiente, porque se ve obligado a evolucionar sobre las ancas y apoyarse bien, por miedo a que lo golpeen con el látigo, que se le muestra ya dispuesto detrás de la grupa, donde se le golpea si hace falta, aunque siempre con cuidado; pero para habituarlos más fácilmente a la práctica de los giros hago cabalgar nuevamente al hombre alrededor del pilar, con un ronzal provisto de bocado con una falsa rienda, y allí les hago evolucionar, levantarse y saltar hacia delante, lo cual es a medias tierra a tierra y es muy útil para decidirlos y animarlos a describir bien las vueltas.

Porque admiro la diligencia del caballo al evolucionar y cómo obedece en el mismo lugar, moderando su furia y sosteniendo la mano de la brida, y entregándose a corvetas y cabriolas si ese es su talante, ayudándole más o menos, como he dicho, de modo que poco a poco, con la discreción del buen caballero que le cabalgue, aprenderá a hacer buenos giros.

Al mismo tiempo, para diversificar su lección, no sea que llegue a aburrírsele con la repetición de las mismas cosas, y también para progresar cada vez más para entenderse con él, le hago aprender a marchar de costado en el mismo lugar, con el mismo ronzal, muy suavemente, una corveta tras otra, porque el caballo que no sabe evolucionar de costado no puede dar buenas vueltas más que por casualidad; pero sabiendo evolucionar de costado, si en el desarrollo de los giros se abre demasiado, la espuela de fuera le hará ceñirse, y si se ciñe demasiado, la espuela de dentro le hará extenderse mucho o poco según plazca al caballero.

Texto y Fotos: Revista Galope

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