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La sumisión: ¿Qué anima al caballo a ofrecernos su obediencia?

El Arte Ecuestre consiste en establecer una conversación al más alto nivel con el caballo; un diálogo de cortesía y delicadeza

De todos los conceptos y palabras que se aprenden en la doma (ya sea clásica, vaquera, western, incluso varias formas de la “doma natural”) lo que me ha dado más problemas es la sumisión: que el caballo debe ser sumiso. Chuang Tzu, Jenofonte, Grisone, Pluvinel, el Duque de Newcastle, FEI, Nuno Oliveira…No te pierdas el recorrido histórico y las reflexiones de Lucy Rees en torno a este concepto.

La sumisión

Desde el punto de vista etológico no tiene sentido: el caballo no tiene gestos de sumisión, se aleja de una actitud agresiva o dominante y en la doma no se refleja esta conducta. Entonces, ¿qué quiere decir?

Real Academia Española (RAE):

Sumisión: 1. f. Sometimiento de alguien a otra u otras personas.

Sumiso: 1. adj. Obediente, subordinado.

  1. adj. Rendido, subyugado.

Someter: 1. tr. Sujetar, humillar a una persona, una tropa o una facción.

  1. tr. Conquistar, subyugar, pacificar un pueblo, provincia, etc.

Estas palabras e ideas son, para mí, feas e inaceptables para describir la relación entre caballo y persona. La excepción es “obediente”. Todos queremos un caballo que haga lo que le pedimos, si le pedimos algo. Desde el punto de vista científico significa que uno responde a una señal con una respuesta acertada de forma fiable. Si la respuesta es la que deseamos, podemos llamar a esta fiabilidad obediencia. O sea, está bien enseñada. Claro que la respuesta puede ser fiable pero no la que queremos. Para el científico es lo mismo: la conexión señal-respuesta está firme. Pero en el mundo real no llamamos a esto obediencia sino que lo despreciamos.

Normalmente no pensamos de un modo tan objetivo; tenemos una tendencia de atribuir al individuo que responde ciertas actitudes sociales y morales con respeto a la señal.

Sumisión caballos
El corcel se controla por la mano. Uccello, 1450 / La armonía entre jinete y caballo expresada por Leonardo da Vinci. 1490

 

Parece que desde el inicio del uso del caballo, ya había dos extremos en la manera de pensar sobre la conducta. Uno hablaba de sumisión a la autoridad, reconociendo su fuerza superior; el otro de la voluntad ganada por la educación y el bienestar juntos. Ya en el 400 A.C. tenemos dos textos: Chuang Tzu, que habló de Poh Loh con sus caballos “trotándoles y galopándoles y aseándoles y arreglándoles, con el suplicio de la brida decorada delante y el miedo de la fusta atrás”. Al otro lado tenemos a Jenofonte: “Alentándole para que adopte las actitudes y gracias que naturalmente adopta cuando realiza una exhibición, ya has logrado lo que anhelas: un caballo que disfruta siendo montado, un animal espléndido y vistoso, la alegría de todos los espectadores…”. “Los caballos jóvenes deben ser educados de forma que no solamente quieran al hombre, más aún, que lo busquen”.

Estos ideales de la Grecia clásica desaparecieron durante muchos siglos oscuros en los que la marca del noble fue precisamente su habilidad de dominar por la fuerza. Cuanto más poderoso y pesado era su corcel, más se recreaba en los torneos de la lanza. El Renacimiento refinó las artes y los deportes del caballero, aunque no tanto su caballo ni su afán de imponer su autoridad. En el primer libro de equitación desde Jenofonte, Grisone (1561) recomendó animar a los caballos napolitanos flemáticos con gritos y palos, centrándose en el control por la boca de su huida hacia adelante.

Pero cada vez más la aristocracia quería desplegar elegancia, arte y sabiduría en su equitación y buscó métodos más delicados. Pluvinel, el maestro del Rey Louis XIII de Francia, entendió que el cambio del equilibrio hacia los traseros y la flexibilidad era la llave a la agilidad del caballo, no la respuesta a la mano: “Gracias a mi paciencia y mi trabajo soy capaz de hacerle maniobrar en compañía de otros buenos y bravos jinetes, con las riendas sueltas sobre las crines.” Se trataba de una educación con cariño: “Tendremos cuidado de no inspirar disgusto al joven animal, lo cual le haría perder su gracia afable. Es parecido al perfume de las flores, que no vuelve cuando se ha desvanecido” (1623).

Su contemporáneo, el Duque de Newcastle, gran innovador inglés de este arte, fue del otro bando: “Es el miedo lo que hace a todos obedientes, tanto al hombre como a la bestia. Hay que esforzarse por lograr que el caballo tema a su jinete…El miedo hace mucho; el amor, poco. Entonces el caballo tiene que tener miedo de mí y por este miedo, quererme y entonces obedecerme.” (1667).

Sumisión caballos
El Duque de Newcastle. El rollkur no es nuevo / De la Guérinière demuestra la espalda adentro, su nueva técnica para flexibilizar y cambiar el equilibrio del caballo

 

De la Guérinière extendió los conocimientos de Pluvinel y las maniobras de Newcastle (aunque no su actitud), elaborando la educación gimnástica progresiva del caballo que conocemos hoy día como la verdadera doma clásica. “Si el cuerpo del caballo no está completamente libre y flexible, no será capaz de responder a las exigencias del hombre con facilidad y gracia. La flexibilidad siempre resultará en la sumisión.” La sumisión, por tanto, tiene base física, que trabajamos por la comprensión y la recompensa. “La flexibilidad y ausencia de coacción son las condiciones previas a toda obediencia voluntariamente ofrecida, que no sea un martirio o una esclavitud para el caballo”. Esta es una reflexión profunda apoyada por la ciencia moderna.

Para estos maestros y muchos que les han seguido, la aptitud del caballo peninsular para reunirse sin calentarse la cabeza, facilitó su entrenamiento. En el siglo siguiente, la introducción del PSI y el árabe o sus cruces con caballos nativos, que no se prestaron a la tarea con tanta facilidad, daba a los franceses en particular varias ideas de cómo llegar a la ligereza sin aplicar la presión que provoca la tensión. Los alemanes, con sus caballos más torpes y una influencia más militar, “pedían no solamente sumisión, sino una total entrega del caballo; en vez de buscar cooperación para perfeccionar la tarea común. Ellos concedieron más importancia a la exactitud de movimientos que a la elasticidad y elegancia en su ejecución.” DeCarpentry (director de Saumur, 1949).

Es este el estilo que predomina en la competición actualmente. En las ideas algo confusas de la FEI, se ve una progresión de intentos de redefinir la sumisión para excluir el sometimiento y reemplazarlo por la armonía y la voluntad, recuperando la “obediencia voluntariamente ofrecida”. Pero el sometimiento es inherente en la sumisión, pues el uso de la palabra invita, primeramente, a la mala interpretación. Por otro lado, impide la investigación de las causas de la “insumisión”.

A modo de ejemplo hablaremos de Alfonso Porras Maestre, que tenía una influencia fuerte en Andalucía, donde la sumisión se consideró primordial: “Dominar el caballo es lo primero. El dominio se obtiene por medio de la coacción”. Por suerte sus ideas y el uso bárbaro de la serreta no se extendieron fuera de España y están en declive hoy día, aunque todavía se habla del caballo “sumiso”, el que tiene la cabeza vertical y una respuesta suave a la rienda.

Sumisión caballos
De Carpentry con un PSI, 1910 / El estilo alemán de la época: Otto Lorke, 1906

 

Para la FEI la sumisión también está marcada por la boca ligera y es en este punto donde surge el segundo problema del concepto de la sumisión: no buscar las razones subyacentes para la “insumisión”. Para Baucher (1842) todos los caballos son igualmente sensibles de boca, son sus defectos de morfología o entrenamiento lo que les da menos capacidad de responder a la mano: no es cuestión de sumisión sino de equilibrio. Sue Dyson (2016) demostró que las “resistencias” del caballo montado surgen en su mayoría del dolor, no de falta de sumisión. El concepto nos limita. Da pena oír la frase “muestra quién manda” más repetida en las hípicas que “busca la armonía con tu caballo”.

Leyendo los libros de los maestros y sus métodos, donde hay diferencias a veces profundas sobre cómo llegar a la misma meta, se ve que, aunque describen sus técnicas con detalle, no sabemos nada de las sensaciones del caballo. Y para este es lo que cuenta. Cada uno de nosotros tiene un cuerpo distinto y, aunque parezca que jinetes distintos montan de la misma manera, no cabe duda de que las sensaciones que el caballo recibe de cada uno son distintas. Por eso, hay más o menos voluntad por parte del caballo de cooperar. Seguramente los maestros encontraron dónde tenían que trabajar según sus propias características físicas y mentales, mientras que sus ideas sobre la sumisión o la cooperación eran una influencia de su tiempo y su clase social, además de su humanidad.

La frase que me resulta más inspiradora es “la obediencia voluntariamente ofrecida”.

¿Qué anima al caballo a ofrecernos su obediencia? Que lo pase bien haciéndolo. B. F. Skinner, el científico conductista que investigó cómo los animales conectan estímulo y respuesta, decía: «El ideal del conductismo es la eliminación de la coacción: aplicar controles por cambiar las consecuencias de forma que se refuerza la conducta que beneficie a todos». Descubrió que el refuerzo positivo (la recompensa), motiva; el refuerzo negativo, la cesión de la presión por ejemplo, no motiva, aunque el animal aprende con la misma rapidez. Todos los maestros hablan de la importancia de la recompensa, aunque no son muy exactos al describir cómo o cuándo se la da. De nuevo, no sabemos lo que sintió el caballo en sus manos. Observando a distintos jinetes se ve que algunos tienen una idea más intuitiva de cómo recompensar y así motivar el caballo. La Sociedad Internacional de la Ciencia de la Equitación (ISES) ve imprescindible la aplicación correcta de esta teoría del aprendizaje y es verdad que muchos jinetes y domadores podrían beneficiarse de esto.  

Sumisión caballos
Michel Henriquet, 1980: “La perfecta comprensión y armonía entre jinete y caballo”

 

Pero eso no es todo. “Hay técnica y hay corazón” dice Nuno Oliveira (1965). A menudo el hecho de que nuestro corazón se llene de gratitud y placer actúa como recompensa hacia el caballo, que busca la armonía con su jinete como la busca en sus relaciones sociales, por voluntad natural. Tampoco hay duda de que tiene una apreciación sensible a lo que tenemos en mente, lo que revelamos por los pormenores de nuestros movimientos y reacciones. Si quieres un caballo sumiso, el caballo se calla; pero “el Arte Ecuestre, es establecer una conversación al más alto nivel con el caballo; un diálogo de cortesía y delicadeza.” (Oliveira). No importa cuál sea la actividad con nuestros caballos o cuál es el nivel; es este diálogo el que los motiva a cooperar.

 

Fotografía de inicio: La doma moderna de Isabell Werth

Texto y fotografías: Lucy Rees

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