Arrear y parar a raya con Joaquín Olivera

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Los Charros mexicanos también tienen a este ejercicio como característico, igualmente los tejanos de la disciplina Western. Disciplinas que con su raíz en la funcionalidad en el campo, han transportado su doma a las pistas haciendo ejercicios como estos, y dando muestra de su dominio llevando al caballo al límite de la obediencia. En cambio, otras disciplinas también relacionadas con la ganadería como la monta Camarguesa en Francia y la Maremagna en Italia, no tienen en este ejercicio una imagen donde identificarlas.

Los mexicanos y americanos practican este ejercicio en sus exhibiciones y concursos, pero no tiene nada que ver con la concepción que nosotros tenemos de este. El resultado en la parada a raya no es el mismo que el de nuestra doma.

Nosotros estamos regidos por los conceptos de la equitación clásica y esto le da un sello de distinción. Toda parada a raya debe ir precedida de un arreón más o menos enérgico y si todo está a punto, esta será más o menos prolongada.

Cierto es que el caballo debe estar preparado para arrear en momentos determinados con el manejo de la ganadería y este en la carrera dejarse dominar por el jinete. Habiendo adquirido maestría con sus labores cotidianas esto será más fácil. Pero yo que he sido aficionado al campo, siempre he visto de mis maestros y les he oído decir: “mientras menos carrera mejor”. D. Álvaro Domecq y Díez tiene unos pensamientos producto de su experiencia y conocimientos que dicen: despacio como se apartan los toros en el campo, despacio como se doman los caballos…

Está claro que una voz a tiempo evita muchos arreones. Un caballo relajado en sus movimientos alrededor del ganado los mantiene tranquilo. Los cabestros les dan confianza y los aquerencia. Esto quiere decir que el arreón no debe estar en primer plano de nuestra concepción de las pautas a seguir en la doma de nuestro caballo, ni tampoco en el manejo del ganado. Debe ser producto de una doma progresiva para no alterar su estado psíquico. Esto es fundamental.

Turronera, del hierro de Hnos. Olivera Peña. Campeona de España en los años 2003 y 2005

El impulso

Un caballo bien domado ha de estar con impulso. Esto no significa con deseo de escapar. En esta situación tiran de la mano de su jinete y esto es lo peor que puede suceder. Entonces se busca en los hierros grandes y martingalas soluciones que en la mayoría de los casos no tienen buen fin. Se busca por la fuerza lo que se debía de haber conseguido con la paciencia, la práctica y el convencimiento.

Sin duda este camino es más largo, pero más gratificante en nuestro interior de jinete. Hay una frase lapidaría que dice: mientras más hierro hay en la boca de un caballo más lejos se está del arte.

Estoy seguro de que con un filete, ni el caballo más domado de la competición clásica o vaquera, ejecutaría este ejercicio con la más mínima corrección. Este sería el otro extremo que en ningún caso serviría de referencia. Como en casi todo en la vida, en el término medio está la virtud. Pero si es esta embocadura, la de filete, la más aconsejable para no abusar del potro ni de su estado físico ni del psíquico, esto ya es mucho a nuestro favor. Tendríamos que tener paciencia, ingenio y método de trabajo. Otra cosa es que el caballo vaya destinado a la ganadería y pronto se pusiera a familiarizarse con sus faenas, aquí no puede uno jugársela con herramientas que no te proporcionan la confianza necesaria para su dominio en momentos determinados, aquí sería el pequeño bocado vaquero y sus riendas a la nariz lo más apropiado para guiarlo y dominarlo.

Como hoy estamos hablado de frases sentenciosas que encierran tanta verdad, no puedo dejar de nombrar una del buen rejoneador D. Gregorio Moreno Pidal, jinete poderoso donde los haya con arrojo y a la vez sensible como lo demuestra esta frase: cuando veo sangre en la nariz o en los hijares me da pena del caballo, cuando veo sangre en la boca me da pena del jinete.

El arreón, ya dije en el artículo anterior, no es difícil de enseñar al caballo ¡todo fuera esto en la doma! Sin embargo, los espectadores lo aplauden, quizás más que otro ejercicio, pero en realidad ¿es cierto que encierra tanta dificultad dentro de un recinto donde el caballo no puede escapar? Donde está la verdadera dificultad en doma es en la reunión. No quiero decir que sea un ejercicio absurdo, no. Solo podemos valorar el grado de intensidad, que sea más o menos larga la expresión del caballo en la carrera.

Sin embargo, todo queda a la espera de lo que viene después “la parada” la vuelta a la reunión, a la quietud, a la armonía, a la calma, la obediencia por encima de todas las cosas. La parada le quita todo el protagonismo al arreón, quizás sea un ejercicio que deberíamos valorar por separado.

Mandanga, del hierro del Conde Aguilar. Campeón de España en los años 1984 y 1986

Cada vez vemos arreones más cortos, precisamente porque el jinete piensa más en la parada, todavía más aplaudida que el arreón. Claro, el caballo no es mecánico, si tiene una facultad extrema es la memoria, para lo bueno y lo malo, y con tantas paradas repetidas y en el mismo orden, es normal que no se emplee en el arreón como debiera.

Rara vez he visto poner menos bocados para que el caballo arree mejor. Sin embargo, he visto muchas veces poner “ventanos” para asegurar la parada.

Convencimiento o fuerza

Pienso que la diferencia entre la doma por convencimiento y la doma por la fuerza es la clave de todo este asunto que tratamos. No estoy descubriendo nada que no esté escrito por antiguos maestros. Ahí están sus teorías y sus demostraciones a lo largo de los tiempos. ¿Pero tenemos paciencia para enseñar a nuestro potro, convencerlo y llevarlo por el camino metódico? Seguramente no, y esto nos lleva a los recursos violentos, trucos y martingalas que nos hacen esclavos de la doma falsa, estando siempre al borde del abismo, a la preocupación constante, a la incertidumbre, a la falta de confianza en nuestro trabajo, siempre esclavos de trucos y martingalas… Aprendí una frase “el fracaso está en el tiempo que se le roba al éxito” debemos tenerla siempre presente.

Siempre he pensado que un caballo está realmente domado cuando te entrega su mente. Cuando pone sus facultades a disposición de su jinete, cuando se funde en una pieza con él. Esto solo se consigue con la confianza entre ambos, y a esta, solo se llega con una relación afable, cordial, de respeto mutuo. Pero el caballo debe estar tranquilo por encima de todas las cosas. Ese afán de demostración continua de enfadarlo, como se dice en algunos foros, no tiene nada que ver con el impulso. Este concepto no está bien comprendido por muchos aficionados a la vaquera. El impulso verdadero debe existir incluso en la parada, sin embargo, si en esta inmovilidad que requiere, el caballo entra en estado de nerviosismo, todos la censuramos. Un ejemplo que se me viene al caso es el de la antigua máquina del tren de vapor. La caldera estaba almacenando la energía, pero solo salía el humo a presión cuando el maquinista tiraba de la cuerda del silbato. Esto quiere decir que el jinete tiene que tener el control del impulso, cuando este se pierde, también se pierde el buen contacto y sin este todo se derrumba tarde o temprano.

Golondrina, del hierro de los Hnos. Olivera Peña. Campeona de España en el año 1979

El impulso es la solución a la mayoría de los problemas, pero si este lo convertimos en histeria, no podemos hacer ninguna actuación decente, ni en el campo ni en la pista. El estado moral de nuestro caballo está al borde del abismo, le quedará frescura deportiva para muy poco tiempo.

La parada a raya debe ser igualmente tratada con la delicadeza que exige todo ejercicio de esfuerzo para un caballo. Para mí, no es ni mucho menos echar hierro y tirar para atrás. Pegar patadas en el arreón es tan vulgar que dice mucho de las condiciones de un jinete. El caballo debe estar en el impulso como hemos dicho, por lo tanto, es contradictorio si vemos a un jinete ayudando a un caballo de esa forma. Para esto hay un casillero en la hoja de calificación, para la mano y para las contorsiones del asiento, pero parece que da igual, con el siete estamos salvados, el siete es muy socorrido para casi todos los jueces. Las vergonzosas “pitorreras” ya son una cosa habitual en muchos caballos de concursos, qué pena como dice Gregorio Moreno. Un pequeño toque con el pico del estribo en el codillo, producto de un accidente durante la actuación, es motivo de eliminación, sin embargo, estas odiosas señales detrás de la pierna del jinete, camufladas con “polvitos” y prueba inequívoca de la forma y trato en que se ha domado el caballo, no tienen importancia.

Seguro que en presentación tendrá una buena nota, deberíamos reconsiderar estas cosas. En la parada a raya se ven muchas cosas. Podríamos decir que una imagen vale más que mil palabras. No podemos dejarnos impresionar por el deslizamiento largo y el aplauso del público exclusivamente.

He visto a jinetes buscar con la mirada a ver si de verdad el caballo ha marcado con los pies los surcos característicos, es verdadera obsesión. Hierran en los posteriores de forma especial para que el caballo se deslice. En el arreón también tienen otro pequeño truco: con la mano derecha coger el sobrante de la rienda en alto, quizás para simularle al caballo esa costumbre del que utiliza la vara de forma cotidiana.

La armonía

Pero, ¿cómo debe ser la imagen de la parada a raya? Jinete y caballo deben estar en armonía. Las señales de esfuerzo no deben existir por parte del jinete, su posición en la silla debe ser natural, su asiento seguro y su tronco ligeramente atrás. Sus piernas en la posición habitual, cerca de la cincha, pegadas al caballo para recuperar la reunión y el orden cuando termine el ejercicio, ni delante en las espaldas ni detrás de la cincha de forma exagerada. Mucho menos abiertas hacia delante de manera tan ordinaria. La mano de la rienda en su punto justo, ni en la crin delante de la perilla ni cerca del pecho. La mano derecha recogida con naturalidad a la altura del abdomen.

El caballo debe irremediablemente dar muestras de obediencia, de confianza en la mano de su jinete y no de miedo a esta o la embocadura. El cuello del caballo redondeado siendo la nuca el punto más alto. El perfil de su cabeza cercana a la vertical. Si está por delante exageradamente, la nuca no flexiona y es señal de querer ganar la mano de su jinete. La barbada en este caso no está trabajando en equilibrio con la embocadura y el caballo siempre cede a la mayor presión. Tampoco deben las piernas del bocado unirse con el cuello o pecho del caballo, esto significaría un exceso de tracción por parte del jinete.

Hay paradas donde el caballo se desliza y sin embargo la cruz y el dorso están hundidos. La cruz debe estar arriba y el dorso tenso permitiendo que la grupa esté baja y comprometida. Las piernas del caballo deben deslizarse en paralelo y no abiertas hacia los lados como sucede cuando no tienen demasiada confianza en su fortaleza. Tampoco el caballo debe atravesarse hacia ningún lado, cosa que sucede cuando quiere librarse del esfuerzo. La imagen debe ser de un caballo que carga todo su peso en los posteriores. Aligera las espaldas y los anteriores y estos con un gesto natural de tocar el suelo cuando llegue su momento. El comportamiento de la boca del caballo en la parada tiene mucho que decir de la calidad de la puesta en mano de su grado de obediencia y de la entrega mental que tiene en su jinete.

Yegua Centenaria, del hierro de Hnos. Peralta, en el Real Club Pineda de Sevilla. Campeona de España en 1980-1981-1982

El aprendizaje de la parada comienza desde que el potro afronta paradas desde el trote y desde el galope de trabajo. Hacia la edad de cuatro años, cuando ya el joven caballo está capacitado para pararse, haciendo transiciones que favorecen la reunión, practicaremos paradas suaves, lejos todavía de esas paradas pronunciadas, pero en cambio más acentuadas que como se hacen en Doma Clásica. En Doma Clásica ven como un error la parada donde los posteriores se remeten sin elasticidad y sin movimiento, paradas bruscas le llaman, sin embargo, esta es la característica de las paradas vaqueras.

Pero en la mente del jinete no debe estar la obsesiva costumbre del parón a raya desde el comienzo. Esto sería muy perjudicial para la progresión de la doma. Las repetidas transiciones a la parada deben dejar paso al galope o al trote largo y con impulso, para que este quede en la mente del caballo. El ir hacia delante es más importante que la parada en sí, sin este deseo la parada no será comprometida.

Piernas, asiento y manos serán el orden de actuación para conseguir una reunión reforzada, que en definitiva en la parada y su inmovilidad encuentra la doma uno de sus mejores valores.

El caballo que ha aprendido a pararse suave sobre los posteriores desde sus inicios, lo hará a galope medio y largo, nunca habrá aprendido a ofrecer resistencia a la mano de su jinete, eran esfuerzos que podía dominar. Con el tiempo lo hará desde el arreón convirtiendo la parada en parón como exige este ejercicio tan nuestro. Hay jinetes que exigen demasiado desde los inicios, pretende enseñar el parón antes que la parada. Los cimientos no están bien hechos y aparecerán las desobediencias y desórdenes. Toques encima de la grupa en el momento de la parada provocan en el caballo un levantamiento de esta, que en ningún caso es lo que pretendemos. El toque a la altura de las nalgas sería mejor ayuda para que el caballo remetiera las piernas que es lo que se pretende.

Espero que con este, mi punto de vista sobre los ejercicios más característicos, haber podido transmitir lo que para mí debe ser la Doma Vaquera llevada a la competición.

Texto y Fotos: Joaquín Olivera Peña In Memoriam

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