Aprende cómo Caramelo consigue esta confianza de la manera más eficiente, gimnástica y cómoda
Mi método de trabajo con Caramelo es la de enfrentarle a sitios donde, la más fácil, o mejor, la única opción para salir será usando su cuerpo de la manera más eficiente, gimnástica y por eso cómoda; dejar que la descubra sin impedirle ni obligarle; felicitarle (¡cómo ha aprendido guiado por un “¡muy bien!”!); dejar que se convenza de que puede encontrarla de una manera cada vez más fácil; por repetición cambiar su musculatura y al final, cuando su nueva manera de coordinar sus movimientos es habitual y fácil para él, pedirle cosas en situaciones que no le son favorables. Esta es la 2ª parte de mi historia con Caramelo, la primera se publicó en esta revista el 4/4/2022
Caramelo, 2ª Parte. Avanzamos
Veo que es relativamente fácil para un caballo en pista plana moverse de manera ineficiente e insostenible (invertida, rígida, desequilibrada o muchas otras), por lo que le imponemos la educación que queremos darle. Sin embargo, en el campo sí sabemos cómo afrontar los retos a los que nos enfrentamos, puede aprender a recuperar su agilidad con nuestro peso encima descubriéndolo por sí mismo. Así gana confianza, lo que demuestra con su actitud.
Después de un par de meses andando con la cabeza más abajo, el cuello y dorso estirados, tranqueando bien, Caramelo lo tiene como su modo habitual de caminar. Pero el trote es un desastre, como también la parada y cualquier toque de la rienda: levanta la cabeza, hunde el dorso y está invertido de nuevo. La falta de músculo en su dorso hace que sea imposible redondearlo y meter los pies. Entonces, no intento corregirle, sería molestarle sin posibilidad de éxito: evito pedirle. Si empieza a trotar, acelera enseguida hasta un galope que ambos disfrutamos: abierto, cubriendo terreno, con la rienda suelta, porque después de sus primeros ensayos, Caramelo descubrió que no estaba intentando pararle y por eso no necesitó huir. Hay pocos sitios aptos, pero tenemos varios caminos de tierra de un par de kilómetros donde puedo dejarle encontrar el placer de moverse con ritmo y soltura, y estirarse hasta que el cuerpo agradezca. Me parece que esta sensación la ha disfrutado poco en su vida confinada y controlada, y es la primera señal de que estar montado puede ser un placer para él.
Empezar a fortalecer el dorso
Sin abdominales no hay dorso, y lo que hacen los abdominales (y cuartos traseros) es propulsarle cuesta arriba. Cuanto tenemos subidas pronunciadas, tenemos que montar en suspensión para liberarle el dorso y que lo redondee. Las subidas inesperadas, cuando lo giro de repente para saltar por encima de un bancal bordeando el camino, le obligan a agacharse usando el psoas y iliopsoas, los músculos que le ayudarán – lejos todavía – a reunirse. Son las subidas largas y menos inclinadas las que solucionan el trote, sobre todo las que tienen inclinación de 500m en 3km. Se lanza a ella invertido, se agota muy rápido y cuando pido que siga trotando, no encuentra más remedio que bajar la cabeza y empujar desde atrás, mientras canto felicitaciones. Cuando ha captado esta idea, le dejo caer al paso y de inmediato pido trote de nuevo: así consigo buenas transiciones. Después de un mes, podemos hacer la transición y el trote de buena manera en cualquier lado.
Al saltar hacia abajo se reúne
La boca
Después de varios meses, Caramelo sabe que mi pelham de goma no le puede dañar ni darle miedo. No obstante, su reacción automática al sentirme mover una mano es la de subir la cabeza, pues le he guiado entre los laberintos de brezo y escoba con mi cuerpo y la pierna externa para evitar esta eventualidad. Ahora, en las curvas empiezo a levantar y adelantar mucho la mano externa; por respuesta, Caramelo baja y flexiona el cuello, pues viendo esto empiezo a usar la mano interna abierta y obtengo buenos resultados. No es una manera muy elegante de montar, pero consigo curvas elegantes sin ponerle ninguna presión y puedo reducir la exageración de las ayudas cada vez más.
Normalmente, monto con los dedos relajados y abiertos: mi idea de contacto es el peso de la rienda. Cuando veo que en estas curvas Caramelo está relajando la mandíbula (no tiene muserola ni cierra bocas para impedirle), experimento cerrando el pulgar brevemente por encima de la rienda, deteniéndola, y encuentro que sí, fue el momento justo de pedírselo porque hace lo que espero: flexiona la nuca con facilidad, como si fuera impensable reaccionar de otra manera. Practicamos esto en las curvas hasta que estoy convencida y al primer intento en línea recta, ¡vaya! la parada perfecta.
La parada está fatal y hasta que no fortalezca el dorso no mejorará
La flexibilidad
El cambio de la musculatura y la aceptación de la embocadura me abren dos puertas: la primera, la mencionada arriba, la buena parada; y la segunda, la de la pierna interna y la flexibilidad.
En Inglaterra me enseñaron que la pierna interna actúa como un pilar alrededor del cual se incurva el caballo usando las riendas y la pierna exterior. En Portugal aprendí a tocar el lado del caballo con la rodilla y la parte de arriba del gemelo moviéndolos hacia adentro y adelante, en el momento que el caballo está moviendo su pierna interna hacia delante. Por la sincronía, el caballo pisa más adelante y adentro, flexionándose alrededor de la pierna como hace un niño cuando le hacemos cosquillas en las costillas por debajo de la axila. Confieso que me costó una barbaridad conseguir usar la pierna así sin tensarla, pero los resultados merecían la diligencia: puedo flexionar al caballo con delicadeza sin usar la rienda o la pierna externa, aunque con ciertos caballos, al inicio tengo que usarlas un poco para ayudar al caballo a entender lo que significa la pierna interna. Cuando este capta la idea, el caballo estira el cuello, flexiona la nuca, crece la cruz y cambia su equilibrio. Creo que es porque estimulamos el músculo serratus ventralis, que forma parte del corsé que suspende y levanta el tren anterior. De todas formas, para mí es imprescindible tener esta reacción a la pierna interna antes de intentar la espalda adentro, esta aspirina de la doma que abre las puertas de la flexibilidad, el equilibrio y así las habilidades gimnásticas del caballo.
La subida fortalece los músculos de la línea dorsal de manera natural y voluntaria
Releyendo esto, parece muy técnico y quizás los es, aunque es posible que, como yo misma, no pertenezca a una escuela determinada de doma. Mi meta no es competir ni pasar mi tiempo en pistas sino tener un caballo que coopere conmigo por voluntad, porque ha descubierto placer al hacerlo; un caballo que no pesa en mi mano y suele responder antes de sentir mis ayudas, porque reconoce el movimiento de mi cuerpo antes de aplicarlas; un caballo que confía en sus habilidades físicas y mentales para solucionar los problemas que encontramos, porque le he dejado el espacio para experimentar y concluir por sí mismo. Lo que he aprendido, es que para conseguir un caballo así, sobre todo cuando empezamos con uno que no tiene ninguna intención de cooperar, necesitamos montar de forma más bien cooperando con él: no impedimos ni corregimos sus malos hábitos al moverse sino que le ponemos en sitios donde le es imposible repetirlos.
El primer ejemplo, hace meses ya, fue poner a Caramelo en caminos pedrosos donde no pudo andar invertido porque se tropezaba, por eso, bajó la cabeza para ver dónde estaba pisando y se encontró más cómodo. De la misma manera, cuando quise pedirle el giro agachado sobre los traseros, empecé a pararlo en un sendero estrecho cuesta arriba donde no pudo avanzar más, así que tuve que indicarle con la mirada y el cuerpo que teníamos que volver. Naturalmente lo hizo girando sobre los traseros. Al ver que lo pudo hacer, empecé poco a poco a pedirle en senderos menos inclinados. Su galope más corto y los cambios de mano, le vinieron por salir del camino y galopar evitando árboles: algo emocionante al inicio, pero le enseñó a templar su galope sin tirar a las riendas.
Después de unos meses, su dorso y su cuello han cambiado por completo
Cuando ponemos las ayudas para pedir un movimiento que ya sabemos que está dentro de las capacidades físicas del caballo (fuerza, equilibrio, coordinación), necesitamos exactitud, delicadeza y el momento justo. Empezar en los sitios donde es inevitable que haga este movimiento sin ayudas si tiene estas capacidades es su solución natural al problema, podemos ponerle las ayudas con esta delicadeza, nunca forzando, hasta que las reconozca y responda a ellas en cualquier lado.
Necesitamos también saber que nuestro asiento y equilibrio no están impidiendo lo que pretendemos. El caballo tiene mucha más consciencia del equilibrio y la fluidez de nuestro cuerpo que nosotros mismos. Veo esto como gran problema para los que montan solo en pista plana, que suelen acabar usando las ayudas con demasiada presión porque su cuerpo está impidiendo el movimiento que quieren; tampoco el caballo está acostumbrado a ajustar su equilibrio. En los terrenos complicados donde los caballos se mejoran de forma natural, ambos tenemos que ajustarnos a cada paso para llegar al equilibrio y coordinación que es la monta fluida; la llave es evitar la presión de las riendas.
Así continuamos, Caramelo cada vez más fuerte, bello y atlético, pero quizás lo más marcado de los cambios que ha hecho es lo de su vida interior. Ha adquirido el aspecto de un caballo confiado en sí mismo, que sabe gestionar el mundo, que se enfrenta a los desafíos con gusto y ánimo, un caballo que disfruta de su vida. Sus ojos brillan, se siente chulo, un señor caballo. Restaurar al caballo su derecho de ser caballo, sus ganas hereditarias de ser un atleta feliz, es para mí el gran placer de la doma natural.
Foto de inicio: Al saltar hacia arriba el caballo desarrolla la fuerza para llevar su peso sobre los corvejones
Aprende más con Lucy Rees en su libro: La Lógica del caballo
Texto y fotos: Lucy Rees | lucyrees5@gmail.com
Muy interesante el artículo, muy buen conocimiento, muchas gracias por compartir. El amor al caballo la buena doma hace que hagamos un exc binomio. Felicitaciones.
la verdad que montar está claro que no es subirse y tirar de las riendas y dar espuelazos a los caballos. Hay que subirse y ir pensando en un montón de cosas para satisfacer al caballo y a uno mismo ya que haciéndolo con cabeza se disfruta mutuamente el caballo y uno mismo sin necesidad de cansarse ninguno de los dos y sacar el mayor beneficio de la monta y la doma del animal