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¿Qué beneficios tiene la monta natural para el ser humano?

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La experiencia del flow (flujo)

La etóloga inglesa Lucy Rees explica los ejercicios para desarrollar una buena monta para que caballo y jinete sean uno

Para mí, es un sistema para aprender a montar que se dirige a producir un buen jinete desde el inicio de su monta, avanzando en pasos pequeños y concretos asegurándose de que cada uno está bien hecho antes de proceder al próximo, como la construcción de un edificio – o la doma del potro. Aunque se puede decir que esto es lo que pretende cualquier profesor. Lo que veo en la hípica es más bien una inundación de exigencias que intentan aproximar al jinete poco a poco a la meta de controlar al caballo, como un alfarero apuñalando la masa de arcilla.

Reconocemos un buen jinete, de cualquier estilo, por su habilidad de fusionarse con un caballo, de tal manera que los dos parecen uno, un centauro, unidos en movimiento y voluntad por su comunicación sutil. Depende de su capacidad de sentir: sentir su propio cuerpo, si está equilibrado y fluido; sentir el equilibrio y la disposición del caballo, si está preparado para hacer el movimiento que pretende pedirle; sentir el momento exacto de pedir; sentir la sensibilidad de las respuestas del caballo para saber cómo pedir. Sentir, ajustar, sentir,…

La tensión perjudica el asiento fluido, el equilibrio, el buen control de las propias acciones y el sentir el caballo, por eso el primer paso es eliminarla. Mucha viene del miedo natural del principiante: miedo de este animal enorme e imprevisible, miedo de caerse o de perder el control, miedo de parecer inadecuado delante de los demás. Quitamos el miedo al caballo conociéndolo pie a tierra y aprendiendo a ramalearlo bien. Quitamos el miedo a perder el control del caballo no pidiéndolo: trabajamos en parejas, uno llevando el caballo del ramal y el otro montando, hasta que descubren cómo guiar al caballo en seguridad. Quitamos la vergüenza evitando poner a todos en un círculo donde sus dudas y fallos son públicos: les explicamos un reto concreto y dejamos a cada pareja ir dónde y cómo quiere hasta que lo hayan solucionado, momento en el que vienen y les damos el próximo; pueden confesar sus dificultades durante estas conversaciones privadas. Y añadimos la sensación hermosa de sentir el cuerpo del caballo montándolos a pelo.

Mucha gente lleva tensiones corporales habituales e inconscientes, por su vida moderna estresante o su pasado, por lo cual empezamos con ejercicios dirigidos a llevarlas y la respiración a la consciencia. Una vez montados, pedimos lo mismo con el caballo parado. Por estirarse todo lo posible hacia arriba y hacia abajo el asiento acaba equilibrado, es cuestión de no perderlo ni tensarse cuando el caballo ande. Como otros que han visto la mala adaptación de los sistemas militares de hace más de un siglo a las hípicas modernas y han desarrollado sus propios esquemas (estoy pensando en Sally Swift, Peggy Cummings, los de la técnica de Alexander y muchos otros…), uso imágenes y sensaciones como metas en vez de dar instrucciones de qué hacer con cual parte del cuerpo: hoy día la consciencia corporal está desapareciendo y la gente no sabe mover una parte del cuerpo independientemente de otras.

Pedimos que el alumno esté consciente de las sensaciones que recibe de su cuerpo y del caballo incluso haciendo curvas e inclinaciones ligeras; se da cuenta de que cuanta menos tensión tenga, más fácil es sentir y coordinarse con el movimiento. Ahora su reto es sentir las pisadas e identificar a cuál pie corresponden; se sienten mejor con los ojos cerrados.

Me ha impresionado el impacto que este ejercicio tiene sobre muchos alumnos. Se les ve totalmente absorbidos por sentir los movimientos del caballo, que poco a poco invaden y dirigen su propio cuerpo; sus manos y piernas empiezan a sincronizarse con las del caballo; se olvidan de sí mismos, del tiempo, del mundo, en la experiencia de ser centauro. Y cuando por fin paran, abren los ojos con asombro al volver a la tierra, llenos de satisfacción y gratitud.

Corresponde a la llamada “experiencia de flow (flujo)”, la que, aunque ahora secuestrada por los negocios, fue identificada por el psicólogo y escalador Czikszentmihalyi, sobre todo, en los deportistas de alto nivel, los músicos y los artistas. Mientras los conductistas constatan que la motivación para hacer una actividad viene del refuerzo, él insiste en que mucha gente dedica su tiempo y esfuerzo en perfeccionar su capacidad para una actividad por el puro disfrute de hacerla. Y que a veces experimentan un estado mental en el que están tan enfocados en sus acciones, practicadas hasta ser automáticas, que parece que estas se hacen por sí mismas, no hace falta dirigirlas sino solamente dejarlas fluir: sin intentar controlar, uno tiene control absoluto por ser la acción, no una persona separada ejecutándola. Los jinetes experimentados sienten esto a veces: ser centauros, no tiene que pensar en las ayudas, solo en el movimiento querido y este sale por sí mismo. Es realmente un flujo.

Czikszentmihalyi describe la experiencia del flow así:

Las condiciones previas

  • Es propia de actividades autotélicas, o sea, hechas por el mero placer de hacerlas
  • Las exigencias son claras, coherentes y organizadas lógicamente
  • Hay un equilibrio entre exigencia y habilidad
  • Hay feedback (retroalimentación) clara: se ve el resultado de la acción

La experiencia

  • La atención está enfocada al máximo
  • Hay una pérdida de autoconsciencia y del paso del tiempo
  • Una sensación de control infalible, estar fusionado con la acción

La consecuencia

  • Una enorme satisfacción y felicidad, incluso euforia: lo que hace que la vida valga la pena

 

Me parece que, inconscientemente, diseñé una manera de aprender la monta que deja abierta la posibilidad de disfrutar estas experiencias del flow incluso durante el aprendizaje: para algunos, la primera es la de sentir las pisadas aunque, como comenta Czikszentmihalyi, no toda la gente es capaz de esta inmersión total en la experiencia. La autoconsciencia y la ansiedad la inhiben.

Una vez fusionado con el caballo, el alumno descubre cómo efectuar las paradas, arranques y giros con los mismos cambios corporales que hace automáticamente pie a tierra; el caballo-centauro hace lo mismo en sincronía. De nuevo, es la tensión que agarra nuestro cuerpo cuando nos forzamos demasiado, la que impide el éxito: a menudo la gente dice que su caballo no responde haciendo la curva (el reto es hacer un slalom mientras la persona con el ramal anda recto) pero cuando demuestro que es posible, siguen intentando hasta descubrir que es fácil: otro triunfo. Luego, todavía llevado del ramal, se descubre cómo usar la pierna atrasada para desplazar la grupa, haciendo las curvas, la cesión a la pierna – ya reconocen el momento justo de tocar con la pierna – y el giro sobre las manos. Demuestro, con un alumno noble, que hay maneras de usar la pierna que ofenden al caballo tanto como al alumno cobaya y por eso no le animan a cooperar. No estamos dando órdenes sino buscando respuestas determinadas; cada caballo – y su doma – es diferente. La clave es que cuando todo parece fácil y fluido, estamos haciendo bien.

Las riendas necesitan un poco de preparación pie a tierra, jugando a que uno con el papel del caballo agarra la embocadura y el otro, el jinete, lleva las riendas, para captar como las manos siguen la cabeza del caballo a cada tranco y cómo se siente actuando de caballo. En una pista se monta con cabezada de cuadra y ramales: su peso da el contacto ligero requerido cuando las riendas son lo bastante largas para que el caballo se mueva adelante sin presión y suficientemente cortas para señalar la parada. Se experimenta con el efecto de usar las riendas en posiciones diferentes, para prepararse para adaptar bien las ayudas a las respuestas del caballo.

No quiero describir cada paso en detalle: claro que llegamos a las monturas (que al principio odian), a trotar y a hacer excursiones en el campo donde se aprende a galopar cuesta arriba: ¡Que regocijo! Simplemente quiero insistir en que un principiante puede aprender de manera que le permite avanzar en una línea recta sin tener que corregirse a cada paso por los malos hábitos ya adquiridos, si desde el principio le planteamos a dónde quiere llegar. Y que, por serendipia, este camino puede ofrecerle las experiencias que normalmente consideramos reservadas a los expertos, las experiencias del flow que hacen que la vida valga.

 

Foto de inicio: “Intenta tocar el cielo”, luego relájate sin perder el estiramiento

Texto y fotos: Lucy Rees. Etóloga. Lucyrees5@gmail.com

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