El saber cómo superar los retos motiva y anima al caballo
En artículos anteriores hemos examinado las emociones básicas comunes en todos los mamíferos. Podemos identificar cuatro positivas: BUSCAR, la motivación positiva de explorar y aprender cómo enfrentar el mundo; CUIDAR, el cariño que da seguridad al joven mamífero; JUGAR, su manera de hacer amistades y aprender a comunicarse; y DESEO SEXUAL. En cuanto a las negativas son tres: MIEDO y ansiedad; RABIA y frustración y PÁNICO o la ansiedad de separación.
Estas emociones dan al animal un guion para vivir y criarse con éxito: escoge las situaciones que favorecen las positivas y evita las negativas. Sus bases neurológicas son iguales en nosotros como en los caballos, como también sus efectos fisiológicos, aunque las situaciones que las producen pueden ser distintas.
Estas emociones son fáciles de asociar con estímulos o con sitios donde ocurren. En el caso del MIEDO la asociación es rápida, puede ocurrir por solo una experiencia. Los trabajos de LeDoux y Panksepp nos revelan que el MIEDO se procesa en la amígdala, un centro nervioso importante. Tiene su propia memoria, la que nunca se borra. Un miedo fuerte aprendido, no se extingue por la habituación. Se pueden usar premios de comida para enseñarle a asociar un estímulo a una respuesta o para desensibilizar progresivamente. Cuando este camino esté bastante establecido, parecerá que habremos solucionado el problema: el potro no reacciona con miedo ni evitación a lo que temió antes. Sin embargo, el miedo no está erradicado, está tapado y puede manifestarse de otras maneras: por un nerviosismo general, por el retorno de las reacciones originales en condiciones de alto estrés y sobre todo por la afectación en la calidad del movimiento.
Los circuitos básicos de las emociones se sitúan en las partes inconscientes del cerebro, pudiendo informar a la neocorteza, lo que las haría conscientes. Así, nosotros y los caballos somos conscientes de nuestras emociones y si son placenteras o no. Pero nuestra neocorteza está mucho más elaborada que la del caballo, dándonos la posibilidad de reflexionar sobre nuestras emociones e incluso confeccionar algunas culturales como: la vergüenza, la culpabilidad y la moralidad. Además, tenemos un lóbulo extra en nuestro cerebro, el prefrontal, que nos permite decidir si queremos actuar sobre nuestras emociones y/o controlarlas. Tanto al caballo como al niño pequeño, le faltan estas facultades de reflexión y control lo que les hace actuar movidos por el deseo de disfrutar de las positivas y evitar las negativas lo que domina sus reacciones.
El bienestar y las emociones.
Este guion natural hacia el bienestar, lo que vale también para nosotros, ¿lo seguimos en nuestro manejo, mantenimiento y doma del caballo? ¿Pensamos en cuánto estimulamos las emociones positivas y cuánto las negativas en nuestro trato con el caballo?
Para muchos, el bienestar consiste en atender las necesidades fisiológicas sin considerar las emocionales. Un avance notable reciente es la creciente preocupación por darle algo de vida social y de libertad al caballo. Los que se han preocupado de estos factores aliviadores del estrés de una vida poco natural, sean deportistas de los más altos niveles o los que quieren un compañero agradable, ven de inmediato sus ventajas: mejor salud, reducción de cólicos y sobre todo, mejor humor y colaboración. Pero ¿más allá? ¿Pensamos en su vida emocional y cómo ésta afecta al comportamiento? Por ejemplo, ¿su motivación?
La fuente de la motivación positiva, la que incluye las ganas de moverse hacia delante que llamamos la impulsión, es BUSCA: la investigación, la exploración. ¿Se las usa para crear el hábito de moverse con impulsión por debajo de un jinete? Mayormente no.
La idea común sobre cómo crear la impulsión es por dos fuentes:
– Primero, privar el caballo de la oportunidad de moverse encerrándole en una cuadra con comida de alta energía, una estrategia que tiene sus desventajas, como sabemos.
– Segundo, empujar el caballo hacia delante, es decir, usar el refuerzo negativo por presionarle hasta que produzca la respuesta deseada.
Por desgracia los miles de experimentos que revelaron cómo funciona el aprendizaje han demostrado que el refuerzo negativo nunca puede dar lugar a la motivación: a las respuestas deseadas, sí, pero a la motivación, no. Ésta se da por el refuerzo positivo.
Estos experimentos se realizaron hace más de medio siglo, pero desafortunadamente la mayor parte de estos estudios no han llegado ni a la formación ni a la consciencia de los domadores, quienes siguen con sus tácticas tradicionales que dan resultados bastante menos fiables que la ciencia.
No estoy aconsejando que demos premios de comida al caballo para motivarle. Ellos tienen sus propias fuentes de refuerzo positivo emocional: BUSCA, JUEGO, CUIDO. Consideremos la primera, BUSCA. Lo que más motiva al potro es explorar y aprender cómo gestionar los retos de la vida. Es decir, el potro se hace en el campo, con la rienda suelta, con nuestro apoyo cuando tenga dudas, hasta crear un hábito de moverse siempre con impulsión cuando está montado. En este punto visitamos una pista de vez en cuando, a ver si el hábito supera la disminución de interés que el sitio cerrado implica. Cuando hacemos las figuras sencillas como círculos, ochos y serpentinas, encontramos que tenemos que recoger las riendas un pelín y así tenemos un contacto ligero. Cuando queremos entrenar los movimientos más avanzados y atléticos, buscamos las situaciones en el campo donde el caballo los hace por naturaleza y practicamos allí hasta que desarrolle la coordinación y la fuerza para hacerlos con facilidad y ganas en la pista.
Poca gente forma el potro en el campo por miedo a perder el control si se espanta. Este miedo se transmite al potro haciéndole más propenso a espantarse y es lo que perjudica su movimiento libre. Tiene dos causas:
– Primero, el potro no ha aprendido a parar a una señal. Su parada no es una respuesta bien condicionada sino un intento de evitar la presión en su boca, pues como sabemos funciona mal cuando se espanta y la presión le espanta aún más.
– Segundo, no se ha establecido un vínculo real, esto es, la confianza de que representamos su seguridad. El uso constante de las presiones que le incomodan no le motiva a querer nuestra compañía. El caballo evita los conflictos todo cuanto puede, a menudo tolerando lo que no le da ninguna motivación positiva. Muchas veces esta actitud radica en sus experiencias previas, a veces en un pasado lejano. Encontramos “complicados” esos caballos que tienen momentos de bloqueo, ansiedad o enfado por razones que no podemos adivinar; si no son por dolor, suelen ser asociaciones hechas años atrás y nunca borradas.
El potrillo recién nacido, ¿qué hacemos con él? A menudo, agarrarle y esperar hasta que no intenta escapar, lo que sucede rápido. Como muchas personas yo también aprendí que es normal e incluso beneficioso enseñarle que no pueda escapar y nos parece que lo acepta sin rencor. Pero el primer contacto hecho así le aterroriza y su aparente sumisión se debe más a la producción de beta endorfina que a la aceptación.
De la misma manera se considera normal dar miedo al potro, sea en sus primeros días, en el destete o incluso más tarde, arrinconarle y tocarle cuando está temeroso. Poco a poco el potro “se acostumbra” y se deja tocar sin protesta. O, mejor dicho, aprende que no le vale de nada intentar escapar porque no puede. No significa que le guste. Vemos su disgusto cuando le soltamos en un prado: no podemos agarrarle. Se intenta corregir el error enseñándole a venir por la comida, pero a menudo esto no funciona demasiado bien: ¿cuántos caballos hay que vienen por el soborno, pero no quieren quedarse con nosotros si no los agarramos de inmediato? Tenemos resultados muy diferentes cuando nos sentamos y dejamos el potro venir a investigarnos. Si no reaccionamos, nos toca cada vez con más confianza y podemos empezar a jugar suavemente con él, fascinándole, iniciando la amistad implícita en el JUEGO.
Utilizamos también el CUIDADO, el tacto cariñoso, dejándole mostrarnos qué le gusta y qué no. Son las maneras naturales de hacer el vínculo afectivo de seguridad que luego nos permite imponer límites: nada diferente de como se hace con los niños. Al final, invertir más tiempo en asegurar que el potro viene por elección voluntaria nos ahorra mucho tiempo y futuros miedos. Al potro bien amansado, el microchip solo le sorprende; al potro ya miedoso y sujeto por la fuerza, es aterrorizante o incluso traumático. Para el potro que quiere venir con nosotros, el ramalear no supone las peleas que tenemos cuando quiere evitarnos.
El destete tradicional, cuando el potro se encuentra aislado y encerrado, provoca un periodo de PÁNICO, la ansiedad de separación, que le puede afectar de por vida en las estereotipias orales, las úlceras y la pérdida de peso superada por la sobrealimentación con sus malos efectos para sus articulaciones. ¡Cómo nos complicamos la vida!
La manera natural de eliminar el PÁNICO es con el CUIDADO, pero si el potro no nos reconoce como fuentes del CUIDADO, perdemos la oportunidad de afirmar que somos anuladores de sus emociones negativas. Se ha visto que la separación temprana de la madre en otras especies aumenta la amígdala, exagera las reacciones nerviosas e inhibe el desarrollo del lado cognitivo. Mientras no se ha hecho estudios similares sobre el caballo, es cierto que los 6 meses es la mínima edad para el destete repentino, porque es cuando el potro gana más independencia de su madre y busca sus relaciones con otros; si la madre está de nuevo preñada no perjudica el crecimiento del feto. La manera menos estresante de destetar en grupos es separar los potros de sus madres por un cercado de malla alto que les permite contacto, pero no mamar.
La primera doma suele ser un proceso de imponer control al potro en vez de educarle a través del BUSCA, JUEGO y CUIDADO: de enseñarle evitar la tralla atrás y la presión adelante hasta que se mueva en círculos. Se supone que, una vez que ha encontrado cómo moverse con ritmo, se relajará. Pero un ojo crítico para la calidad de su movimiento nota que los potros suelen moverse con ritmo perfecto parecido a las máquinas de coser: han perdido la soltura extravagante que exhiben cuando están libres jugando con sus amigos – o con nosotros. El miedo que se ha tapado, en toda apariencia con éxito ya que el potro no protesta, le bloquea el dorso, el cuello y la nuca.
Me ha impactado cuántos caballos que andan muy tensos en la monta, no tienen miedo del jinete (les monto a pelo, a ver) sino de la montura. A menudo, en la primera ensillada no se ha dejado el potro al examinar la montura en profundidad, lo que incluye probarla con los dientes, y se la ha puesto con el potro atado; así el tacto de este objeto desconocido e invisible le provoca un miedo que no pierde, incluso después de mil repeticiones. La introducción de la montura como un objeto fascinante para investigar, colocándola con el potro suelto para que la evite si no está satisfecho con su investigación y dejándole libre para experimentar cómo llevarla sin que le moleste, evita que se mueva tenso.
Estos problemas siguen en la monta, cuando el potro suele adquirir el hábito de moverse por debajo del jinete con este pelín de tensión que sentimos como una retención, una falta de elasticidad y de ganas. Es cuando el jinete siente la tentación de usar más las piernas y de forzar los ejercicios de flexionar atribuyendo su rigidez a causas físicas. A veces la es: si está encerrado y privado de la oportunidad de soltarse revolcándose y corcoveando libre, es fácil que está rígido. Sin embargo, he encontrado que se solucionan las dificultades más rápido tratándolas como un problema emocional: el que nunca hayan disfrutado de las emociones positivas en compañía humana. La mano suave, los juegos de sincronía suelto en la pista y una excursión interesante del ramal produce resultados más rápidos que horas en la pista intentando buscar su soltura completa en movimiento.
Con frecuencia se comenta sobre la falta de la verdadera impulsión y de expresividad de los caballos incluso a los más altos niveles de doma. No se puede esperar que un caballo de repente exprese la alegría de sentirse equilibrado y ágil por debajo del jinete, cuando toda su experiencia hasta ahora ha sido la de encontrar sus emociones positivas anuladas en su doma.
Conclusiones
– Primero, a menudo se espera demasiada seriedad y aguante de los caballos cuando al final una actitud más lúdica, cariñosa y liberal da mejores resultados. No estoy diciendo que debamos mimarles o dejarles hacer lo que quieran, sino que cuando les toquemos, la mano sensible a su apreciación les hará sentirse cuidados; que el calentamiento libre en juego forjará la amistad, la comunicación y la expresividad, además de darle ejercicio; y que la exploración, sea de las herramientas que utilizamos o de sitios nuevos, es la llave a su confianza.
– Segundo, cuando compramos un potro, deberemos mirar no solo a su carta y morfología sino también a las manos y las practicas que le han criado.
Finalmente, reflexionamos que para el jinete que empezó su aprendizaje con miedo y gritos, es igualmente complicado eliminar por completo su rigidez. En el fondo, nuestras emociones y sus efectos son los mismos. La diferencia está en que podemos hacer un esfuerzo consciente para cambiar por el beneficio de ambos, caballo y jinete.
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Texto y fotos: Lucy Rees