Conoce el temperamento, la ligereza y la elasticidad de tu caballo
Una característica muy genuina del caballo español y a tener muy en cuenta es su fogoso temperamento. Con la ligereza es cuando el caballo desenvuelve sus movimientos con la más absoluta naturalidad y es cuando sus aires naturales se nos muestran como son en realidad. A veces, en la doma, se habla de impulsión y de reunión. Se habla de rectitud y sumisión, pero pocas veces se habla de elasticidad.
El temperamento, la ligereza y la elasticidad
El temperamento
Una característica muy genuina del caballo español y a tener muy en cuenta es su fogoso temperamento. Por la finura de su carácter, un tanto inestable, su alegría y en parte también porque la gran mayoría de los caballos españoles que se doman están enteros, nos podemos equivocar a lo largo del adiestramiento con su temperamento. Es muy frecuente ver a potros españoles que aparecen como si quisieran comerse al mundo entero, y su temperamento les hace caer en un gran estado de nerviosismo, que la gran mayoría de las veces les ha sido provocado y que a la postre para lo único que ha servido es para que no se acoplaran sus jinetes con ellos.
Este temperamento fogoso no es conveniente de momento, ya que lo que nos interesa ahora, es todo lo contrario, pero sí nos puede ser útil, luego más tarde, si sabemos aprovecharlo. Yo diría que esta fogosidad natural del potro español, bien utilizada, es capaz de sustituir a la fuerza a la hora de ejecutar determinados ejercicios con gran brillantez. ¡Pero cuidado! que no es fuerza, y no caigamos en el error de que, con más trabajo, más relajamiento.
El jinete tiene que saber la fuerza que lleva debajo y el temperamento con el que cuenta, y saber distribuirlo muy bien a lo largo del trabajo. Al potro español que se nos aparece dando saltos y corvetas, hay que cadenciarlo y templarlo, mas no reñírselas porque luego más tarde nos pueden hacer falta. Tenemos que distribuirle muy bien el trabajo a ese potro, ya que podemos caer en el error de querer quitarle energía, cuando en realidad hace estas cosas motivado por su temperamento y carácter y no por su fuerza.
Hay que tener mucho equilibrio entre su fuerza y su temperamento, y esto nos puede crear ciertas dificultades a la hora de adiestrar a un caballo español.
La ligereza
Toda la equitación de escuela está basada en la ligereza y si ésta no existe, el jinete estará montando a caballo, mas no estará practicando el Arte Ecuestre. Con la ligereza es cuando el caballo desenvuelve sus movimientos con la más absoluta naturalidad y es cuando sus aires naturales se nos muestran como son en realidad. Como cuando el caballo se encuentra en plena libertad. De aquí la importancia de saber ver a un caballo moverse en libertad, porque el jinete ya puede hacer un juicio de lo que puede dar de sí dicho caballo en su adiestramiento.
Podemos decir que la ligereza es la falta absoluta de resistencias. Y para llegar a este punto es necesario tener muy clara la idea de que el jinete establece un “circuito” cuyo origen se encuentra en las ayudas de asiento y piernas, y que, pasando por el caballo, viene a parar a nuestra mano. Tanto es así, que, si con nuestras piernas damos una fuerza de dos kilos, son esos dos kilos, los que venimos a recibir en la mano. Es aquí donde el jinete se tiene que sensibilizar al máximo a fin de recibir las sensaciones de su caballo al ser ayudado.
Si queremos obtener ligereza en nuestro caballo hemos de coordinar, sincronizar diría mejor, las ayudas de pierna y mano. Racionar la fuerza que damos con nuestras piernas porque es esa misma fuerza la que al instante recibiremos en la mano. Por tanto, hemos de tener muy presente dar la justa fuerza que realmente necesitamos para mantener la impulsión. Pero no más. En caso contrario el caballo empezará a actuar de una manera precipitada, excitado e incluso cayendo en estado de nerviosismo total.
La ligereza se obtiene como resultado de estar manteniendo a lo largo del trabajo, una impulsión cadenciada. Si la impulsión que estamos dando la recibimos en la mano con resistencias que no somos capaces de descontraer, es que estamos dando más fuerza de la necesaria y el caballo por supuesto se nos está revolucionando de igual manera que el motor al que le pisamos a fondo pero que no le damos salida. Nuestro caballo tiene que desenvolverse como las motos grandes que alcanzan altas velocidades pero con las revoluciones adecuadas, y no como las motos pequeñas que si bien, también alcanzan grandes velocidades, es a base de revoluciones.
La elasticidad
A veces, en la doma, se habla de impulsión y de reunión. Se habla de rectitud y sumisión, pero pocas veces se habla de elasticidad.
¡Es ese momento en que tanto el jinete como el caballo van relajados y elásticos!
¡Aquí no hay fuerza! Tanto en los músculos del cuello del caballo como en las piernas y manos del jinete. No hay fuerza, todo va relajado.
Por la fuerza jamás podremos dominar un caballo, él tiene más fuerza que nosotros. Solamente con nuestra sensibilidad y cerebro podemos educar a nuestro caballo. ¡Pero nunca con la fuerza! ¡Ni un músculo tenso! Y con la naturalidad más grande del Arte Ecuestre.
He dicho muchas veces que el jinete tiene que emplear los tres puntos de contacto con su caballo: manos, asiento y piernas. Ahora digo que aparte de estas tres ayudas tiene que emplear una cuarta: el pensamiento, de lo que está montando y como está dosificando el temperamento de su caballo.
Un caballo montado tiene que desenvolverse con la misma naturalidad como si estuviera en libertad. El jinete, solamente tiene que no obstaculizar los movimientos del caballo.