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En España no se conoce la cadencia, todo el mundo quiere correr y correr

Cuando el jinete se siente aerotransportado por su caballo, eso es cadencia

El potro en la cuerda tiene necesariamente que desenvolverse sereno y relajado, y para esto hemos de someterlo a una disciplina y a un orden de trabajo. Una vez conseguido que no nos tenga miedo, ejercitándole los tres aires que tiene el caballo (paso, trote y galope) hay que cuidar que no se canse ni desgaste sus energías.

La cadencia

A caballo hay que trabajar despacio

Hay que trabajarlo en la plenitud de sus facultades y tener muy en cuenta que en estos momentos el caballo se encuentra en pleno desarrollo físico, y todo lo que sea trabajarlo en un estado precario es cargárselo en un futuro no muy lejano, llenándose de alifafes físicos y resabios morales por haberlo sometido a un trabajo excesivo y para el que no estaba preparado. No debe superar en estos momentos los 20 minutos de trabajo, sudar en demasía y su respiración no se ha de ver muy alterada.

El trabajo hay que repetírselo proporcional y adecuadamente llegando a conseguir ya en los primeros días que acabe su trabajo en el mismo estado de relajamiento con que salió de la cuadra, de esta manera no llegará nunca a agotarse y coger miedo. El jinete debe saber siempre hasta dónde puede llegar con su caballo en materia de exigencias. Esto es muy importante, no solo ahora sino a lo largo de todo el adiestramiento. Saber hasta dónde puedo llegar sin descomponer el trabajo. Así, de esta manera vamos “poniendo” al potro en el equilibrio justo para ejecutar el ejercicio que estamos pidiendo una vez conseguido este equilibrio, o esta postura, él solo, hará lo que estemos solicitando. Esto es, enseñarle, adiestrarle, lo demás solo es “sacarle” cosas, que, por supuesto se sacan, pero que no es doma.

El PRE Carmonero de la Yeguada F2
El PRE Carmonero de la Yeguada F2

 

El método

Es muy necesario y desde el primer día exigirle la realización del paso, trote y galope, así como alternárselos mucho a base de transiciones. Ir consiguiendo grandes deseos de ir hacia delante, galoparle en firme procurando que no se desuna, cosa muy corriente en los potros faltos de equilibrio, y si se desune, dejarlo caer al trote y sacarle de nuevo al galope. Marcarle mucho las transiciones de mayor a menor, esto le hará desistir de sus ansias de correr y lo pondrá más sumiso y obediente a la voz, caminando al aire que nosotros pretendemos. Es entonces cuando empezamos a ejercer un cierto dominio sobre el caballo y podemos decir que es cuando empieza la doma.

Asignatura pendiente

Yo diría que más que pendiente, la cadencia es ignorada. Desconocida totalmente en cualquier disciplina o modalidad de equitación que se practica en España. Me da igual referirme al caballo que salta que al que está poniendo un par de banderillas. Aquí no se practica la cadencia, entre otras cosas, porque es la gran desconocida.

Por un afán de hacer las cosas deprisa, de precipitar al caballo sobre un obstáculo, de derribar un becerro aparatosamente, de pasar como un rayo por la cara de un toro tirándole una flor como quien tira dardos en un pub. Por este afán de hacer las cosas deprisa, porque se empuja, pero no se cadencia. Los enganches a cuarta suenan más en sus pisadas y cascabeles a un tiovivo de la feria que a cuatro caballos trotando a compás. Es esta ignorancia de la cadencia, la que hace exclamar a viejos aficionados, que en la Doma Vaquera actual no se estila “enfadar” a un caballo. ¡Señores míos!, en doma no se enfada nadie. Ni el caballo ni el caballero, porque los dos están educados. Y si en determinado momento el caballo quiere enfadarse, el jinete ha de saber actuar para que dicho enfado se lo quede dentro, se lo guarde y que nadie se dé cuenta. Esta es la doma. Si antiguamente los caballos vaqueros se enfadaban, era porque no estaban domados, solo acostumbrados a bregar en las faenas vaqueras.

Punto y aparte merecen las pistas de Doma, que deberían ser espejos de los aficionados, pero que se asemejan más a circuitos de motocicletas dirigidas por ordenadores…

En España no se conoce la cadencia. Todo el mundo quiere correr y correr, debe ser un imperativo más de esta época. Pero pienso que la primera gran desconocida es la propia palabra: cadencia. Fijaos qué poco la usamos en nuestro hablar cotidiano. Quizás se deba a que en nuestro país se ha escuchado muy poca música y se ha visto muy poca danza. Al contrario que Francia y otros países centroeuropeos, donde la palabra “cadance” tiene un gran significado en todos los ámbitos.

Cadencia es la medida del sonido que regula el movimiento de la persona que danza.

Cadencia es la serie de movimientos o sonidos que se suceden de un modo regular o medido.

Son definiciones del diccionario que hemos de traducir a nuestra manera de montar.

Pero en nuestra tierra, si no hemos escuchado mucha música ni hemos visto mucha danza, sí que hemos visto muchos toros y escuchado mucho cante. Prueba de ello es que usamos muchos símiles y términos taurinos en nuestra manera de hablar y que encajan en todos los ámbitos. Pienso que palabras como: temple, compás, ritmo, buen son, pueden sernos grandes sustitutos de “cadance”.

El semental Masanor era un PRE con buen son

 

Creo que el arte de torear es hermano del arte ecuestre. Y que lo verdaderamente difícil es torear despacio. Como cantar a compás. Deprisa torea mucha gente. A caballo hay que torear despacio y “cantar” a compás, e ir “sintiendo” las rítmicas y cadenciadas sensaciones que nos va transmitiendo nuestro caballo. Es entonces cuando el jinete se siente aerotransportado, como si no pisase la tierra, como si no existiera el punto de gravedad.

El trote de un caballo, y para esto el PRE se las pinta divinamente se hace sutil y gaseoso. Ligero. Las sensaciones que recibe son agradables y muelles, que te hacen sentarte con la misma naturalidad y comodidad, como si estuvieses sentado en el sillón del comedor.

El jinete que tenga la habilidad o sabiduría de cadenciar un caballo español, sentirá una sensación muy fuerte y totalmente diferente a la que se siente con caballos de otras razas. Es distinto, creedme.

Quizás no sea competitivo dentro de las normas actuales de la Doma, pero para que un hombre y un caballo se entiendan no hacen falta tantas normas ni tantas leyes, solo hace falta que se acoplen: que se conjunten y se cojan el compás en sus movimientos, que se hagan un solo cuerpo y que se pongan de acuerdo en las pisadas. Desaparecerá toda fuerza y resistencia y aparecerá el equilibrio. Es entonces cuando los caballos españoles dejan de trotar y comienzan a bailar.

 

Foto de inicio: La cadencia en el mayor nivel de la competición deportiva

Texto y fotos: del libro editado por Grupo Lettera “Historias, Leyendas y Cuentos ecuestres” de Luis Ramos-Paúl y Dávila

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