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El paso: la madre de todos los aires, por Juan Llamas

Tipos de paso: pros y contras

El Reglamento define el paso como un aire marchado en el cual las extremidades del caballo siguen una detrás de otra en cuatro tiempos bien marcados y sostenidos. Pero, ¿qué es eso de aire marchado? Pues quiere decir simplemente, que no es un aire saltado como lo son el trote y el galope, donde hay un tiempo de suspensión en el que los cuatro remos están en el aire. En el paso, aire marchado, hay siempre una extremidad en contacto con el suelo.

PASOS POR DERECHO, CASTELLANO O DE TRABAJO Y CORTO

El Reglamento

Esta es una nota de conjunto, donde se refleja la calidad del paso a lo largo de todos los ejercicios que ha realizado el caballo.

Se debe pedir regularidad, rectitud, buenas transiciones en los cambios de velocidad al paso y colocación de cabeza y cuello. También que los pies alcancen o sobrepasen las huellas que dejaron las manos. El caballo debe ir acompasado, moviendo el mosquero con impulsión y franqueza.

Pros y contras del paso

El paso es “la madre de todos los aires”, dicen muchos maestros.

Desenvuelve músculos, ligamentos y tendones, y permite al caballo esfuerzos cada vez más importantes para hacer frente a dificultades crecientes en la doma.

Cualquier trabajo que se pida al trote o al galope es indispensable pedirlo antes al paso. Todo ejercicio que no esté bien hecho al paso no podrá hacerse bien al trote o al galope, pues las dificultades para caballo y jinete aumentan en razón directa a la velocidad. Al paso el jinete está en unión íntima y constante con su caballo. Sin reacciones violentas –que no suelen ocurrir en el paso- el jinete puede transmitir sus órdenes con toda claridad. Su asiento, casi in variable, contribuye a que sus ayudas sean precisas. En pocas palabras, el jinete “se explica mejor”, y también el caballo “le escucha mejor” porque su sistema nervioso está poco excitado y su sistema muscular se encuentra relajado. Si presenta alguna resistencia siempre será menor que al trote o al galope.

Algunos prefieren el trote como aire básico para la doma porque es el único en que la cabeza y el cuello del caballo están fijos, permitiendo una puesta en mano que respeta la impulsión. Argumentan que en el paso el juego del cuello, indispensable para un paso activo y largo, tiene una falta de fijeza que frena la puesta en mano, y pretender enseñar la reunión al paso es obstaculizar un movimiento que ya de por sí es moderado. No sólo sacrifica la impulsión, sino que genera otros problemas. Es interesante comprobar que los caballos a los que se enseña antes la colocación que la reunión tienen tendencia a la ambladura, con un dorso contraído y unos posteriores perezosos.

Por otro lado, el paso es un aire ideal par a mejorar el juego de tendones y articulaciones, pero no tanto para un desenvolvimiento gimnástico, el que da la elasticidad, que necesita no sólo gasto de energía, sino también más firmeza en la tensión muscular.

El paso largo

Ninguna hoja de ejercicios pide paso largo, aunque es sin duda un excelente trabajo de preparación durante el transcurso de la doma.

Andar al paso largo es tranquear. Tranquear leguas en llano y en cuestas para que el joven caballo mueva todas sus articulaciones. El caballo debe tener contacto con las riendas y no ir –como se ve con frecuencia- con las riendas en banda. Así irá consiguiendo la impulsión que se basa en la actividad del tercio posterior.

El paso alcanza una velocidad de 6 a 8 kilómetros por hora, lo que significa una media de unos 110 metros por minuto. La velocidad del paso depende de la morfología de cada caballo y de que consiga o no el máximo de amplitud en sus trancos. Hace falta una colocación baja del cuello que libere de peso el tercio posterior y le permita balancearlo adelante y atrás, estirarlo y encogerlo a cada tranco.

El jinete debe conservar el contacto con la boca del caballo, ayudando alternativamente con cada una de sus piernas en el momento en que cada posterior deja el suelo. Y es importante no llevar al caballo siempre abrigado, para evitar que pierda sensibilidad en sus flancos. El talón o la espuela se emplean siempre en golpes secos.

Las ayudas no son siempre las mismas. Si el caballo es perezoso habrá que intensificar la acción de las piernas. Si es caliente, acariciarlo y tranquilizarlo con la voz. Lo peor es el caballo que se retrota, defecto muy difícil de corregir cuando se ha convertido en un hábito que resulta irritante para el jinete. Hay que pararlo inmediatamente, procurando que lleve su centro de gravedad lo más adelante posible, con el cuello bien abajo.

A los antiguos les encantaba tener al caballo tranqueando bastante tiempo. Las cosas se hacían entonces sin prisas. El francés Lubersac, un excelente jinete que vivió en la primer a mitad el XVIII, trabajaba sus caballos al paso durante dos años. Era demasiado hasta para aquellos tiempos, y por eso le llamaban “monsieur Paso”.

En Andalucía fue, y sigue siendo costumbre, tener los caballos al paso bastante tiempo, aunque sin exagerar como “monsieur P aso”. Misael Baones me contaba una tarde en Sevilla:

“En Sevilla y Jerez, a causa del terreno llano, los caballos no han andao nunca. Pa ver los caballos bien andaos hay que irse a la sierra, porque por su construcción no todos los sitios son afables pa corré. No por el terreno, sino por la arbolea, el caballo tenía que andá. Y aparte de las lecciones que les des en el picadero, de meté las piernas, de colocá la cara y tóo eso, el campo manda también. Y con las cuestas arriba y las cuestas abajo el caballo aprendía a estirarse. Lo traías un año sin echarle cuentas con la cara suelta, solamente asujeto un poquito en la serreta, dejándolo que metiera las piernas y estirara el cuello… Cuando pasaba un año en ese son, con ná que lo recogías y lo abrigabas un poquito con las piernas, se salía al paso castellano”.

 

El paso castellano

El Reglamento habla de “paso castellano o de trabajo”. Ese adjetivo de castellano se pierde en la historia, y sin duda se empleó para distinguirlo de alguna otra clase de paso, probablemente del paso de ambladura, llamado también paso gateado, “paso colao” y paso de andadura. Es el paso que emplean naturalmente otros cuadrúpedos como el elefante, la jirafa y todos los camélidos: el camello, el dromedario, la llama, la vicuña y el guanaco. Es un paso de dos tiempos, lateralizado, en el que mano y pie del mismo lado contactan a la vez con el suelo.

El paso amblado se empleó siempre en Marruecos, en Galicia y también por los gitanos. En la época colonial tomó carta de naturaleza en Perú, donde antiguamente se llamó “paso aguilillo”. Er a ideal para controlar el trabajo agrícola en las grandes haciendas del llano, tanto por su velocidad como por la comodidad que proporciona al jinete. El sevillano Pedro de Zavala, residente en Lima, escribió en 1831 su “Escuela de Caballería”. Diferenciaba los dos pasos mencionados al hablar de la cría de “caballos de comodidad”, y decía que “se elegirán caballos cuy as ancas sean menos elevadas que su cruz, las cuartillas no tan derechas, que cuando anden no levanten mucho las manos, y que tengan paso castellano y si puede ser también aguilillo”.

¿Cómo debe ser el paso castellano? Casi nada se ha escrito sobre él, y si preguntas sólo te dicen que es “un buen paso, con el caballo moviendo el mosquero”. En 1853 el gaditano Francisco de La Iglesia profundizó algo más:

El paso castellano se compone de cuatro movimientos, cuyos cuatro tiempos deben contarse y conocerse indistintamente en un caballo que marcha bien. El primer movimiento es el del brazo derecho, el segundo inmediato el de la pierna izquierda, el tercero el del brazo izquierdo y el cuarto el de la pierna derecha, y así alternativamente.

Pero no se entienda aquí que la habilidad de llevarle en este aire consiste en dejarle en aquel tranco natural y abandonado que tiene todo bruto de por sí. Tratamos de aquel paso igual, airoso, sentado de cuarto trasero, que denota tan buena educación en el caballo como habilidad en el jinete. Denota buena enseñanza en el caballo porque el animal no toma esta marcha hasta que estando unido, arreglado y por tanto sabiendo distribuir sus fuerzas, camina con una completa armonía en todo su cuerpo y en acuerdo perfecto desde los pies hasta la cabeza. Y demuestra este paso la habilidad en el jinete porque no habiendo caballo que se arregle por sí mismo, el hombre que ha ya de poner un caballo andando bien necesita de tres cualidades muy precisas, que son firmeza y quietud en el asiento, tiento en las manos y actividad oportuna en las piernas”.

Gregorio Moreno Pidal, en su recomendable libro “Método de Doma de Campo y Rejoneo “, nos dice:

“El paso castellano debe tener ritmo y cadencia. Se nota en el mosquero que, cuando es bueno el paso, v a de oreja a oreja. Las a yudas deben ser suaves. Se impulsa con las piernas y se recoge de la car a lo suficiente para que ande como uno quier a. El jinete, si v a por terreno duro, oye el ruido de las pisadas que hacen los cascos. Tiene que haber el mismo tiempo de una a otra”.

Es verdad. Cuando viene un caballo “con buenos tonos”, un caballo “que se escucha”, un ciego lo sabe.

El paso corto

Al paso corto el caballo debe mantener el mismo ritmo que traía al paso castellano, aunque gana menos terreno. Reunido, con impulsión, y tan atento a las ayudas que el aumento de presión de las piernas, con la correspondiente cesión de riendas, ha de bastar para cambiar de velocidad o de aire.

En el paso corto retrasamos el centro de gravedad del caballo con una mayor colocación, es decir, con una posición del cuello más elevada. Al descargar de peso el tercio anterior, los miembros anteriores se elevan más.

Esa colocación se va trabajando poco a poco, a partir de que el caballo sea dueño de su impulsión, con medias paradas seguidas de bajadas de mano. Al principio el caballo debe sostener su cuello arriba por unos instantes una vez que abandonamos el contacto con la boca por nuestra bajada de mano. Este tiempo de colocación se irá alargando sin necesidad de nuevas medias paradas. Si el caballo se abandona y baja su cuello, volveremos a la media parada seguida de bajada de mano.

Este paso corto no tiene nada que ver con el que observamos en los concursos. Los jinetes ralentizan el caballo, pierden el ritmo, lo ponen a cámara súper lenta, y el espectador se angustia temiendo que al caballo le haya dado un “paralís” y en pocos segundos se caiga al suelo como muerto. ¿Qué tendrá que ver el paso corto con el paso lento? Como dice Luis Mahíllo, ese paso lento que vemos tantas veces “es paso de Semana Santa, con saeta incluida”.

La saeta… cante que como su nombre indica llega como un rayo para clavarse en el corazón de los hombres. Como aquélla que cantó Manuel Torre, el mejor de todos los tiempos, una mañana de Viernes Santo a la vista del paso de la Sentencia, desde el balcón de la casa de D. Antonio Miura. La cantó de tal manera que el público, alienado, reaccionó de una forma extrañísima, en silencio y llenando de pañuelos blancos la primavera sevillana.

Dicen que D. Antonio sólo lloró dos veces en su vida. Una cuando por primera vez en la historia, Juan Belmonte tocó con su mano un cuerno de uno de sus toros. La otra la acabo de contar.

 

Texto y fotos: La Doma Vaquera Actual de Juan Llamas editado por Grupo Lettera, S.L.

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