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La mujer a la grupa

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En estos casos, era fácil ver la estampa del jinete campero con su mujer a la grupa del caballo. No existía otro medio de transporte para que esta mujer fuera al pueblo por sus recados y menesteres.

Luego, andando el tiempo, esta modalidad de ir juntos sobre el caballo se ha transformado en la manera agradable en que un hombre y una mujer marchan unidos y sobre el caballo.

En las romerías, donde casi siempre la mujer permanecía en la carreta, al pasar los arroyos, caños y pasos más difíciles, se montaba sobre la grupa para eliminar mayores riesgos. De aquí la tradición de la mujer a la grupa en las romerías andaluzas, y que ni por asomo se nos aparece en la feria, ya que es una estampa campera y romera 100%, que nos transmite el sentido de camino, peregrinaje y marcha del que están dotadas las romerías del mundo.

En la Feria de Sevilla no se montaba a la grupa, entre otras muchas cosas, porque la mujer no intervenía para nada en el paseo de caballos, a no ser que fuera en coche. Años más tarde, cuando ya es generalizada la figura de la amazona en la Real de la Feria, se “importa” de la romería de El Rocío la costumbre de pasear a la grupa.

De cualquier forma, esta modalidad de pasear juntos a caballo, se ha generalizado de forma usual tanto en las ferias como en las romerías, constituyendo una bella estampa, llena de plasticidad e incluso de

poesía, que caracteriza en sumo grado el genuino espíritu andaluz.

Como toda modalidad hípica, también existen unos cánones o unas leyes para el mejor desempeño de la función, nacidas todas por la única fuente original que impera en todo el ancho mundo del toro y el caballo: la tradición.

Y por tradición podemos ver estampas del siglo XIX en que la mujer aparece a la grupa de un caballo, casi siempre vestida de flamenca y a veces con mantilla de madroños.

Sobre si la mujer, hacía la derecha o a la izquierda, es algo más una costumbre según las ciudades que de un razonamiento.

Derecho o izquierdo sobre la manera de ir sentada, no está claro lo de si sus piernas caerán por la izquierda o la derecha del caballo.

Existen múltiples teorías, entre las cuales está la que a caballo todo se hace por la izquierda y, mucho más, montarse. Se habló incluso de costumbres: en Sevilla a la derecha, en Jerez a la izquierda, lo cual está más dentro de una rivalidad que de un razonamiento. Cierto es que si la grupa va para la derecha y la mujer se agarra al jinete con su brazo izquierdo, obstaculiza totalmente el costado izquierdo del jinete, ya que las riendas van en la mano izquierda quedando totalmente libre el costado derecho, más ágil para agarrar en caso de peligro.

Si por el contrario va montada por la izquierda, la mujer se agarra con el brazo derecho, posición mucho más segura para ella, pero más incómodo para el jinete, cuyo costado derecho queda obstaculizado por el brazo de ella y el izquierdo por ser la mano de las riendas, de tal manera que el

jinete queda con menos libertad de movimientos, y se encuentra como encajado. Por los grabados y carteles antiguos vemos mujeres tanto a un lado como a otro, generalizándose más las que montan hacia la derecha, pero lo verdaderamente importante es que la mujer vaya bien sentada sobre las ancas, ni a un lado ni a otro sino totalmente en el centro, ocupando todas sus piernas hasta la cara posterior de las rodillas que, dobladas, harán que caigan por su peso. Los pies cruzados para dar una mayor estabilidad, procurando no rozarlos por el ijar del caballo, pero sin tener que llevar las piernas estiradas.

Con su brazo rodeará la cintura del jinete, y por comodidad y seguridad se agarrará al bordillo superior de los zahones, introduciendo para ello su dedo pulgar por el interior de estos. La mano sobre el pecho del jinete será un cuadro muy romántico y poético, pero es muy inseguro sobre todo a la hora de galopar.

Bien derecha, remetiendo los riñones; nada más antiestético que una mujer con chepa a la grupa. Tiene que ir con apostura y gallardía, más o menos pidiendo guerra y, sobre todo sonriendo, ya que la cosa va de feria y no de funerales.

Nunca figurar con rigidez, sino con naturalidad, porque a mayor rigidez mayor desequilibrio. La mujer tiene que procurar llevar con su cuerpo el ritmo del paso o galope del caballo, es la única manera de guardar un perfecto equilibrio, pudiendo ir con soltura y sin tener que hacer fuerza con su brazo sobre el jinete, pues esto, aparte de dificultarlo, le hace perder su asiento.

Son muchas las instantáneas de antaño, donde se veía a la mujer acompañando al jinete a la grupa

De esta manera debe sentarse la mujer encima de la grupera, especie de almohadilla que se sujeta a la montura por los francaletes que van a las argollas metálicas, situadas en la parte trasera a cada lado de la concha. La grupera puede ser de piel de vaca, zalea de borrego o de tela de rayadillo, al igual que la manta estribera, que presumiblemente sería la primera y original grupera, para no manchar de sudor el traje de flamenca. Por la parte inferior de la grupera se pasa la baticola de la montura, con el fin de que no pueda desplazarse hacia un lado u otro. En su final, lleva un asa donde se agarrará con su mano libre para ir más segura.

La mujer a la grupa se sentará sobre su falda, porque es más natural y estético, ya que de esta forma su silueta destacará como más airosa, no tapará la parte trasera del caballo y, en caso de mancharse de sudor, sería la parte de fuera de su falda y no todo el interior tanto delantero como trasero del traje, el que de la otra forma se mancharía.

Pasear a la grupa es la manera más bonita de marchar juntos hombre y mujer y, en muchas ocasiones, antes, ahora y después, se ha escrito con ello una historia.

Texto y Fotos: Luis Ramos-Paúl in memoriam

 

 

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